Feminismo, hoy
Por fin el feminismo est¨¢ en la calle. De los reducidos grupos de concienciaci¨®n nacidos en 1969 ¨²nicamente en Madrid y Barcelona, el movimiento ha pasado ha tener la consistencia de un embrionario movimiento de masas.La historia del movimiento en estos a?os est¨¢ hecha de peque?as actividades; desde las innumerables charlas en cualquier local que se prestara al caso, a las reuniones de seis o diez mujeres que comparten sus experiencias y tantean las primeras formas de solidaridad y organizaci¨®n. Los primeros panfletos, las primeras denuncias, las siempre minoritarias movilizaciones tienen como objeto la exposici¨®n de la condici¨®n discriminatoria en que vive la mujer. El primer paso est¨¢ dado: la conciencia colectiva de que existe ?un problema? y, con ella, la organizaci¨®n y gestaci¨®n de los grupos feministas.
La fecha del 8 de marzo, D¨ªa Internacional de la Mujer Trabajadora, ejemplifica claramente la evoluci¨®n de este proceso. En 1975, su celebraci¨®n se reduce a la divulgaci¨®n limitada de un panfleto clandestino; en 1976, d¨ªas antes, cuatrocientas mujeres convocan en Madrid una manifestaci¨®n que es ilegal y reprimida; en 1978 el cerco est¨¢ roto: en Galicia, en Catalu?a, Euskadi, Canarias y Madrid se celebran manifestaciones y m¨ªtines que, en algunos casos, obtienen el apoyo de las organizaciones sindicales. De cuarenta o cien mujeres se ha llegado a m¨¢s de 50.000.
Asimismo, en el a?o transcurrido desde la campa?a electoral del 15 de junio, las ideas y reivindicaciones feministas han obtenido una progresiva aceptaci¨®n social. Los partidos y organizaciones sindicales incorporan en sus programas las reivindicaciones m¨ªnimas de la mujer: ?a trabajo igual, salario igual?, ?abolici¨®n de la legislaci¨®n discriminatoria contra la mujer?, ?creaci¨®n de servicios colectivos que sustituyan el trabajo del ama de casa?, ?legalizaci¨®n de los m¨¦todos anticonceptivos?. En este ¨¢mbito algunos partidos, los m¨¢s progresivos, tambi¨¦n pedir¨¢n que los anticonceptivos y el aborto est¨¦n a cargo de la Seguridad Social. La acogida es tan amplia que incluso AP se ve en la necesidad demag¨®gica de incluir en su camapa?a electoral el elema de la igualdad.
El eco de un feminismo desideologizado tambi¨¦n repercute en la industria del consumo hogare?o; las casas de electrodom¨¦sticos nos muestran lavavajillas que nos ahorran ?un mes de trabajo al a?o? al m¨ªnimo costo de dos salarios base y vergonzantes se?ores que conectan la lavadora en su terraza; por ¨²ltimo, el Ministerio de Cultura inicia una campa?a televisiva con ocho spots publicitarios ofreciendo una visi¨®n cr¨ªtica de los papeles que hombres y mujeres asumimos en esta sociedad: las mujeres, el hogar y la pasividad, los hombres, el trabajo asalariado y la actividad pol¨ªtica y social.
El feminismo tiene actualmente un com¨²n denominador no s¨®lo para las tendencias existentes en el seno del mismo, sino tambi¨¦n para las organizaciones sindicales de clase y para la amplia gama de partidos englobados bajo la r¨²brica de la oposici¨®n; este com¨²n denominador es la igualdad. El car¨¢cter dieciochesco de este caballo de batalla permite que organisinos como el Ministerio de Cultura o la propia UCD queden aparentemente englobados bajo el mismo halo reformador. ?Acaso los defensores de la democracia burguesa no nacieron bajo los auspicios de aquel derecho?
A guisa de ejemplo recordemos la reciente presentaci¨®n en TVE de la campa?a publicitaria anteriormente mencionada, programa en el que tambi¨¦n participaron representantes de algunos grupos feministas de Madrid. El mensaje que el telespectador recib¨ªa de los anuncios: ?Participa?, ?Inf¨®rmate?, ?Esta labor no tiene sexo?, o por boca de las feministas: la denuncia de la discriminaci¨®n en la educaci¨®n, en el trabajo, en el hogar, queda sintetizado en la reivindicaci¨®n de la igualdad o, lo que es lo mismo, en la denuncia de la discriminaci¨®n sin impronta de clase.
El feminismo se manifiesta en este contexto en su car¨¢cter m¨¢s gen¨¦rico en cuanto defensor de un principio igualitario interclasista. Pero ?es esto cierto? ?Es lo mismo el participa de UCD que el participa de los grupos feministas? ?Es lo mismo el proyecto sobre planificaci¨®n familiar que presenta UCD a las Cortes, limitando un derecho b¨¢sico de la democracia como es la libertad de informaci¨®n, que la manifestaci¨®n convocada por las feministas contra el mismo proyecto? ?Es lo mismo despenalizar el uso de anticonceptivos restringiendo el acceso a los mismos a las mujeres que ya disponen de la informaci¨®n y los medios econ¨®micos para financiar la consulta m¨¦dica privada, que exigir que todas las mujeres accedan a los mismos a trav¨¦s de la Seguridad Social? No, no es lo mismo, ya que si bien UCD recoge en unos anuncios publicitarios las reivindicaciones igualitarias, su pr¨¢ctica testimonia del car¨¢cter restringido y desigualatorio de su concepto de la emancipaci¨®n de la mujer.
Desafortunadamente la lista de recriminaciones contra la pol¨ªtica del partido en el poder no acaba en las restricciones establecidas en la planificaci¨®n familiar. El mismo car¨¢cter limitador lo encontramos en sus moderados proyectos de ley sobre adulterio y amancebamiento o, incluso, en el mismo proyecto constitucional donde el sello sexista reaparece en los art¨ªculos relativos a la familia, el matrimonio y el acceso a la Jefatura del Estado (art¨ªculos 31, 35 y 52). Por otro lado, si abandonamos el campo de lo jur¨ªdico y nos adentramos en la pol¨ªtica educativativa, laboral Y fiscal, por toda panor¨¢mica se nos ofrece un gigantesco p¨¢ramo.
A la zaga de la historia
En marzo de 1977, se inaugura el primer centro ilegal de planificaci¨®n familiar a iniciativa de un grupo feminista. En julio de 1977, grupos feministas del EE inician su campana por la igualdad de derechos constitucionales entregando un documento reivindicativo a las diputadas feministas en la sesi¨®n inaugural de las Cortes.
El desajuste hist¨®rico que actualmente vivimos las mujeres produce un cierto desconcierto en las filas feministas; por un lado, el marco jur¨ªdico-pol¨ªtico heledado por el continu¨ªsmo franquista nos sume en unas luchas reivindicativas que otras burgues¨ªas menos an¨¢cr¨®nicas y patriarcales hubieron de reconocer a?os atr¨¢s; por otro, las exigencias de un mercado laboral que progresivamente equipara la fuerza de trabajo de uno u otro sexo, o los avances cient¨ªficos que permiten a la mujer adue?arse de su cuerpo y decidir libremente el ejercicio de sus funciones reproductora, nos enmarca en un movimiento social que trasciende las limitadas fronteras del igualitarismo formal.
El feminismo igualitario a las feministas de nuevo cu?o no nos basta. Tiremos los polisones y neguemos, junto con Emma Goldman, la estrechez de la concepci¨®n vigente de la emancipaci¨®n de la mujer.
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