La responsabilidad del se?or ministro
LA REALIDAD no existe y es imposible llegar a conocer la verdad. Esta es la triste conclusi¨®n a la que lleg¨® ayer, a altas horas de la madrugada, el ministro del Interior al presentar el prometido informe sobre los recientes sucesos de Pamplona, San Sebasti¨¢n y Renter¨ªa ante la correspondiente comisi¨®n del Congreso. Un informe que ha llegado con retraso, y que al final se escindi¨® en seis informes parciales y diferentes, que encerraban entre s¨ª no pocas contradicciones e inexactitudes. Un informe que ni siquiera recogi¨® extremos aparecidos en la prensa -nunca desmentidos- y que son ya de dominio p¨²blico. La sesi¨®n de la Comisi¨®n de Interior del Congreso termin¨® con la aprobaci¨®n de dos puntos parciales de un proyecto de resoluci¨®n que englobaba seis, y al parecer con un ¨²nico resultado concreto: la permanencia en su puesto del ministro del Interior, avalado hasta por los elogios del propio Santiago Carrillo. Por lo dem¨¢s, esta sesi¨®n fue un digno colof¨®n de la actuaci¨®n en pleno del Congreso el pasado d¨ªa 14, al aceptar -con un solo voto en contra- la propuesta de la Junta de Portavoces de dar por buenas las explicaciones de Mart¨ªn Villa, que prometi¨® explicarse m¨¢s tarde. Las explicaciones han llegado tarde y mal, y el ministro del Interior sigue sin explicar nada. La actuaci¨®n del ministro, de la comisi¨®n y del Congreso en relaci¨®n con los sucesos que han ensangrentado y conmovido al Pa¨ªs Vasco se ha disuelto en agua de borrajas. Y al parecer s¨®lo ha servido para que el Gobierno y el PNV -UCD y PSOE coadyuvando- se hayan introducido en una especie de impasse de contrasentidos, retractaciones y amenazas mutuas al que se sigue denominando negociaciones, en un t¨²nel kafkiano al que no se le ve buen fin.Acusado de dar informes contradictorios, Mart¨ªn Villa ha afirmado paladinamente que nunca en estos casos la versi¨®n es ¨²nica. Naturalmente, cada versi¨®n, pertenece a quien la da; pero hay que tener en cuenta que las versiones manejadas por Mart¨ªn Villa son oficiales, esto es, dimanan de los correspondientes organismos gubernamentales y de altos funcionarios. De lo que se trata, por tanto, es de que en el seno del Gobierno las versiones son distintas. No se trata, pues, como suele suceder, de que el ministro del Interior deba separar la paja del grano, seguir investigando para dar con la versi¨®n que pueda presentar como definitiva y oficial. Se trata, simplemente, de que el se?or Mart¨ªn Villa carece de esa versi¨®n, porque en el seno de su propio departamento hay divisi¨®n de opiniones al respecto.
Precisamente, esta divergencia de opiniones est¨¢ en el origen del problema, es el Deus ex machina de lo que sucedi¨® en Pamplona, San Sebasti¨¢n y Renter¨ªa, donde los hechos que el ministro ha calificado reiteradamente de errores han sido, simple y llanamente, la expresi¨®n insubordinada y desordenada de esas versiones diferentes. Las explicaciones ambiguas y vacilantes otorgadas por el ministro ayer de madrugada no pueden ser borradas por la no menos vacilante y contradictoria actuaci¨®n de dicha comisi¨®n y del propio Congreso. Aprobar, por ejemplo, que se llegue al final de las responsabilidades o que se tramite por procedimiento de urgencia el proyecto de ley de polic¨ªa, no son m¨¢s que palabras si no se llega a resultados concretos. De los sucesos en el Pa¨ªs Vasco hay centenares de testimonios, pel¨ªculas filmadas, cintas grabadas y suponemos que autopsias de los dos cad¨¢veres de Germ¨¢n Rodr¨ªguez e Ignacio Barandiar¨¢n, as¨ª como informes de los expertos en bal¨ªstica. Los resultados deben ser p¨²blicos y no pueden ser almacenados en el palacio de las Cortes, como ha sucedido con el Diario de Sesiones que recogi¨® el debate sobre los sucesos de La Laguna el pasado 12 de diciembre, y que ni siquiera los diputados pueden consultar. Los resultados tienen nombres y apellidos -los de los responsables- y deben llevar aparejadas las correspondientes sanciones. Lo dem¨¢s sigue siendo una ceremonia de la confusi¨®n, tanto m¨¢s grave cuanto que impide la puesta en pr¨¢ctica de soluciones pol¨ªticas al problema vasco.
La trayectoria pol¨ªtica del se?or Mart¨ªn Villa no arroja un balance negativo, a pesar de todo. Desde que hace poco m¨¢s de veinte a?os iniciara sus tareas al servicio del Estado franquista ha ocupado con habilidad, pragmatismo y serenidad notables toda suerte de cargos, en los que se ha distinguido por su capacidad de trabajo y su fidelidad al mando. El paso del Estado autocr¨¢tico al democr¨¢tico no le cogi¨® desguarnecido, pues hab¨ªa ocupado puestos de dif¨ªcil responsabilidad y pasablemente comprometidos. Su falta de fanatismo ideol¨®gico y su capacidad de di¨¢logo le hablan capacitado para ser uno de los hombres clave del cambio. Un cambio al que ha servido en dos puestos complejos: en el primero desmont¨® con pericia el aparato sindicalista vertical; en el segundo ha conducido con cierta eficacia, pero a tropezones, el dif¨ªcil problema del orden p¨²blico, en el que, no obstante, mucho nos tememos que su magia ha encallado definitivamente.
Ser¨¢ dif¨ªcil la sustituci¨®n de Rodolfo Mart¨ªn Villa como ministro del Interior. A lo largo de dos a?os, y a trav¨¦s de importantes crisis, ha sabido sortear obst¨¢culos notorios y desdramatizar las situaciones m¨¢s complejas, posiblemente porque no se ha enfrentado nunca a ellas de manera frontal: siempre ha buscado el compromiso y la conciliaci¨®n, lo cual, estando como est¨¢ al frente de un departamento con una infraestructura tan peculiar, no ha resultado f¨¢cil. Si se observa detenidamente la lista de nombramientos, ceses y ascensos que el se?or Mart¨ªn Villa ha operado en el seno de su departamento, tanto en la l¨ªnea pol¨ªtica como en la digamos administrativa, se ver¨¢ qu¨¦ prodigios de habilidad y astucia ha efectuado para que todo vaya cambiando serenamente. Tan serenamente, habr¨ªa que decir, que a veces el propio contenido del cambio resulta da?ado por su inexistencia.
Hoy parece como si Rodolfo Mart¨ªn Villa hubiese tocado sus l¨ªmites, bien en el techo o tal vez en el fondo. La actuaci¨®n de una parte de funcionarios de su departamento en los sucesos del Pa¨ªs Vasco y la posterior reacci¨®n ministerial han revelado que el ministro carece del necesario control sobre los enormes y complejos medios que le han sido confiados. Pero lo peor no es eso, sino la inexistencia, por ahora, de responsabilidades, salvando el nivel de las vagas declaraciones y del traslado de un comisario que hasta ha provocado fuerte oposici¨®n en el seno de la Comisi¨®n de Interior de los diputados. El responsable pol¨ªtico del caso es el ministro del Interior y eso debe tener algunas consecuencias. El poder no es propiedad de quien lo detenta, y un ministro, en un Estado democr¨¢tico, no puede permanecer en su puesto sin la confianza de los ciudadanos, aunque le asista la del Gobierno. El pensamiento repetido por Mart¨ªn Villa de que tiene su dimisi¨®n presentada siempre, excepto en los momentos graves, es de corte netamente autoritario. En las democracia, la respuesta a todo fracaso suele ser la dimisi¨®n.
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