El derecho de nacer
EL SINGULAR nacimiento de Louise Brown, primer beb¨¦ probeta de la historia universal, es un acontecimiento que por ahora desborda las fronteras habituales de] conocimiento cient¨ªfico, excita las m¨¢s desbocadas fantas¨ªas y pone en tela de juicio -al menos en potencia- muchos de los esquemas y criterios que fundamentan nuestra cultura y nuestra civilizaci¨®n. La expresi¨®n beb¨¦ probeta, por otra parte, no es exacta, como algunos cient¨ªficos ya han se?alado. La peque?a Louise ha experimentado antes de nacer una gestaci¨®n normal en el vientre de su madre y su alumbramiento ha sido tambi¨¦n normal. S¨®lo su principio ha sido original, ya que la concepci¨®n, la fecundaci¨®n, se llev¨® a cabo en un medio artificial: el ¨®vulo de la se?ora Brown recibi¨® el esperma de su marido en una especie de probeta, por lo que habr¨ªa que hablar m¨¢s bien de fecundaci¨®n ?in vitro?. A no confundir tampoco con el ?ni?o cl¨®nico?, especie de fantas¨ªa de ciencia-ficci¨®n, que supone un nacimiento-reproduci¨®n en base a tejidos germinales paternos, lo cual est¨¢ por confirmar.Todo acontecimiento cient¨ªfico empuja un poco m¨¢s all¨¢ las fronteras del conocimiento, abre perspectivas nuevas y tambi¨¦n amedranta. Miguel Servet acab¨® quemado vivo, Galileo tuvo que retractarse de sus descubrimientos, Darwin fue incluido en el infierno del ?Index?. De ah¨ª que, a un tiempo, sean permitidas todas las esperanzas y todos los terrores. El misterio de la vida sigue estando ah¨ª, inc¨®lume a pesar de todo: pero su utilizaci¨®n. a partir de ahora, puede tomar caminos insospechados. En efecto, como en una fascinante pesadilla, las posibilidades que se abren a la imaginaci¨®n -apoyada en la fr¨¢gil y reciente existencia de Louise Brown- son tan m¨²ltiples que podr¨ªan llegar hasta el absurdo.
Si en el Vaticano II se lleg¨® a afirmar, despu¨¦s de siglos de doctrina tradicional, que el amor entre los c¨®nyuges es tambi¨¦n un Fin esencial del matrimonio, y no s¨®lo la procreaci¨®n y educaci¨®n de los hijos, este acontecimiento cient¨ªfico ha llegado al extremo inverso: a separar la concepci¨®n de los hijos del amor f¨ªsico entre los esposos. Algunos esquemas morales -en los que la costumbre tiene, al menos, tanta importancia como la ¨¦tica- se tambalean. Y toda moral no es m¨¢s que la infraestructura de una sociedad y su expresi¨®n colectiva al mismo tiempo.
Naturalmente, algunas de estas inquietudes ya han comenzado a manifestarse. Un tribunal de Nueva York ha aceptado una querella contra un m¨¦dico que destruy¨® la ?probeta? donde se efectuaba un experimento similar. Un distinguido moralista ha declarado que no hay que oponerse al beb¨¦ probeta ?siempre que haya matrimonio y amor entre los esposos?. ?Y si se trata de otra cosa? La ciencia es implacable y no cabe oponerse a la existencia de los vientos alisios.
Hoy por hoy, junto con estas m¨²ltiples posibilidades que se abren ante el abismo y la esperanza. ante la imaginaci¨®n y el terror, lo cierto es que el nacimiento de la peque?a Brown viene a alimentar la espera de muchas mujeres. hasta hoy est¨¦riles por malformaciones tub¨¢ricas u obstrucciones en el aparato genital. que en el futuro podr¨¢n ser madres como las dem¨¢s. Y esto es una esperanza, una nueva libertad que se abre ante la Humanidad. Y ante las m¨²ltiples voces o los excesos condenatorios, siempre cabr¨¢ recordar que, sin embargo, se mueve.
En cualquier caso. no parece aceptable. a primera vista. que los cr¨ªticos negativos del experimento traten de convertir sus condenas de la fecundaci¨®n artificial en argumentos para la tipificaci¨®n de un nuevo delito. Esas voces. que en nombre de un derecho aleatorio a la vida consiguieron que en Espa?a los m¨¦todos anticonceptivos y su propaganda fueran sancionados hasta hace pocas semanas por el C¨®digo Penal. ahora se horrorizan parad¨®jicamente de que una infecundidad mec¨¢nica pueda ser remediada en nombre del derecho a engendrar voluntariamente vida.
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