Manolo Cort¨¦s acab¨® con todos
Plaza de Valencia. Novena y ¨²ltima corrida de feria. Toros de Eduardo Miura, bien presentados, variados de pelo, con gran clase; mansos, aunque manejables, cuarto y quinto, los restantes muy nobles. Manolo Cort¨¦s: Dos pinchazos, media estocada baja, descabello, aviso con m¨¢s de un minuto de retraso, y dos descabellos m¨¢s (bronca). Pinchazo y estocada ca¨ªda (dos orejas, dos vueltas al ruedo y aclamaciones de ??torero!?). D¨¢maso Gonz¨¢lez: Estocada enhebrada y dos descabellos (dos orejas). Pinchazo, bajonazo, rueda de peones, descabello, aviso con un minuto de retraso, y otro descabello (oreja protestada). Juli¨¢n Garc¨ªa: Tres pinchazos, rueda de peones y cinco descabellos (ovaci¨®n con algunos pitos y saludos). Dos pinchazos y estocada corta, perdiendo la muleta (oreja con algunas protestas). Cort¨¦s y Gonz¨¢lez salieron a hombros. En dos ocasiones fue ovacionado el mayoral de la ganader¨ªa, que hubo de saludar sombrero en mano.
Hay que hablar de la torer¨ªa de Manolo Cort¨¦s y de la clase de los miuras en la ¨²ltima corrida de la feria de Valencia. La traca final fue un gran espect¨¢culo, que nada ten¨ªa que ver con todo lo anterior. Una cosa es la traca y otra los petardos.
La gente ya no pasa por el bluff, y tiene toda la raz¨®n para mandarlo a hacer g¨¢rgaras. Los d¨ªas en que estaban anunciados los figurones no hab¨ªa en la plaza ni media entrada. Nadie se perdi¨® nada (salvo quienes acudimos al espect¨¢culo) porque los resultados art¨ªsticos fueron lamentables.
No es que a los gustos de la afici¨®n valenciana se ajusten toreros de calidades distintas a las que dicen por ah¨ª tienen las figuras. es que est¨¢ harto de las pantomimas, de los remilgos y de las estafas. Hab¨ªa hecho un ¨ªdolo de D¨¢maso Gonz¨¢lez, pues este torero, con todas sus limitaciones, se entrega. Y adem¨¢s da la cara en verdaderas corridas de toros.
Esta es la clave: el torero y el toro. Los miuras y D¨¢maso llenaron la plaza. Aqu¨¦llos salieron con tanta clase y nobleza que, francamente, no parec¨ªan miuras. Los tres primeros toros eran manteca. Manolo Cort¨¦s se dej¨® ir al primero. Puso demasiadas precauciones para que fuera posible la gran faena que ten¨ªa el toro, y se content¨® con cumplir. Como para darle en el coco con la mano del almirez. Juli¨¢n Garc¨ªa le anduvo a trapazos, saltos, tirones y caderazos al tercero, miura colorao, oscurecido a casta?o por sus extremidades -una pintura- y adem¨¢s con nobleza de sensaci¨®n.
Anovillado (pues s¨ª: anovillado) y de gran clase el segundo, D¨¢maso Gonz¨¢lez le hizo un faen¨®n. Es cierto que no cre¨® arte, pues el albacete?o parece incapaz de lograr tales excesos, pero su toreo fue ligado y templado, en todo momento emotivo, de forma que convirti¨® el grader¨ªo en un manicomio. Su triunfo fue de los que hacen ¨¦poca.
Sali¨® el cuarto miura, un c¨¢rdeno de trap¨ªo, y se puso a berrear y a huir de los caballos. Los banderilleros s¨®lo consiguieron colocarle un par de palos en la suerte de la espant¨¢. Pens¨¢bamos: he aqu¨ª diez minutos de tr¨¢mite que nos esperan para volver al gozo de la plaza en pie, gracias a D¨¢maso y su m¨¢quina de hacer pases, a plena producci¨®n.
Pero Manolo Cort¨¦s pensaba otra cosa. Y brind¨® al p¨²blico. ?Qu¨¦ hab¨ªa visto Cort¨¦s en aquel miura manso, trot¨®n y a la defensiva, para confiarse como no lo hab¨ªa hecho con el otro, el de la nobleza total? Bueno, alg¨²n d¨ªa lo contar¨¢ el propio Cort¨¦s. Lo que podemos contar nosotros, en cambio, es una faena inolvidable, construida con inteligencia, ejecutada con la m¨¢s acabada t¨¦cnica, interpretada con arte.
Acab¨® con D¨¢maso, acab¨® con todos. El p¨²blico valenciano estaba fuera de s¨ª. Por los naturales y los derechazos. limpios largos, de impecable remate; por los hondos pases de pecho, por la verticalidad rela jada del torero, que hab¨ªa sometido a la tiera y la tra¨ªa y llevaba a su antojo, se (fir¨ªa que ajeno al rugido de aquella plaza puesta al l¨ªmite del paroxismo, pues continuaba desgranando pases al ritmo cadencioso que impon¨ªa no la conmoci¨®n del grader¨ªo, sino el arte de torear; por aquel andarle al toro, con garbo, para cambiarle el terreno y engarzar una nueva tanda de muletazos, otra vez de bell¨ªsima ejecuci¨®n. Nunca en toda la feria se hab¨ªa producido semejante clamor: ?Torero, torero, torero!?
Hay que a?adir, en pura cr¨ªtica, que Cort¨¦s tore¨® demasiado y el miura se le pas¨® de faena, de manera que acab¨® tirando derrotes peligrosos y cost¨® cuadrarle. Pero el triunfo era leg¨ªtimo e irreversible y la afici¨®n valenciana aclam¨® al torero en dos vueltas al ruedo triunfales.
D¨¢maso Gonz¨¢lez mulete¨® con arrojo a otro manso que, si manejable, ten¨ªa sentido, y Juli¨¢n Garc¨ªa arm¨® un barullo de trapazos y perneos con el ¨²ltimo miura, de gran boyant¨ªa. Ambos toreros fueron aplaudidos, por supuesto, pero ya no pod¨ªan suscitar entusiasmos. Manolo Cort¨¦s hab¨ªa acaparado el protagonismo de la corrida, y hasta de toda la feria. Su faena al miura c¨¢rdeno, manso y trot¨®n ser¨¢ una efem¨¦rides de la plaza de Valencia.
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