Quatre gats americans
El pasado 26 de junio fue clausurada en Estados Unidos una generosa muestra que recreaba el entorno del c¨¦lebre local de ese Bruant catal¨¢n que fuera Pere Romeu. Durante seis meses, primero en el museo de la Universidad de Princeton y despu¨¦s en el instituto Smithsoniano de Washington, la exposici¨®n ha tomado Els quatre gats como reflejo del turbulento ambiente cultural barcelon¨¦s del cambio de siglo, lo que, s¨ª bien pudiera parecer un, tanto t¨®pico, no deja de ser acertado por haber albergado el local, cual caj¨®n de sastre, cuantos elementos vinieron a debatir en el momento la batalla art¨ªstica de la ciudad. La exposici¨®n ha sido organizada por Marilyn McCully, cuya monograf¨ªa in¨¦dita sobre la cervecer¨ªa de Romeu, galardonada con el Premio Alfons Bonay i Carb¨® en 1969, la convierte seguramente en la mayor especialista actual sobre el tema. Y ello se refleja en un cat¨¢logo que escenifica cumplidamente el complejo panorama del modernismo catal¨¢n, lo que no es poca cosa. Pi¨¦nsese en que bajo el t¨¦rmino modernista conviven cosas tan distintas como el naturalismo de un Rusi?ol y la estilizaci¨®n decadentista de un Alexandre de Riquer o un Bonnin, y ello sin contar a la generaci¨®n joven, esto es, la de Nonell, Opisso, Mir, Picasso..., que Fontbona calific¨® ya acertadamente corno posmodernista. Centra su inter¨¦s la profesora McCully en la figura de Picasso, lo que resulta l¨®gico como punto de entrada al problema desde una ¨®ptica americana. Y es en torno al pintor malague?o donde el resto del panorama va engarz¨¢ndose.Queda as¨ª trazada esa l¨ªnea que 5 parte de la ¨¦poca par¨ªsiense de Rusi?ol y Casas, cuya importaci¨®n a Barcelona de las vanguardias impresionista y nabi formar¨¢ el germen del que habr¨¢ de alimentarse la nueva generaci¨®n, olvidando las veleidades filosimbolistas que ocupar¨¢n a ambos pintores a mitad de los a?os noventa. De ese primer Par¨ªs (1900-1901) contiene esta exposici¨®n algunos ejemplos notables, como ese magn¨ªfico Plein air de Casas y su retrato del compositor Erik Satie, o el retrato de Utrillo por Rusi?ol y el Arrabal de Par¨ªs, en el que Utrillo, junto a Suzane Valladon, vuelve a oficiar de modelo. Y es precisamente ese ?plenairismo? temprano de los fundadores de Els quatre gats lo que enlazar¨¢ con los j¨®venes de la Colla del Safr¨¤ (Nonell, Pichot, Mir ... ), que repudiar¨¢n para s¨ª el nombre de modernistas como algo ya demasiado ligado a la estilizaci¨®n floreal y el medievalismo ruskiniano.
La excesiva dependencia, por parte de Marilyn McCully, hacia la figura de Picasso le lleva a ver en el cambio de siglo algo m¨¢s que un salto en el calendario. Queda ello acertadamente simbolizado por la sustituci¨®n del cuadro de Casas, incluido en la muestra, donde Romeu y el pintor montaban en un t¨¢ndem, por otro en el que ser¨¢ un autom¨®vil lo que los lleve. Esa idea de la modernid¨¢d, como la que se desprender¨ªa de la fascinaci¨®n colectiva por la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs, que aqu¨ª est¨¢ representada por un dibujo de Picasso (La salida de la exposici¨®n), va a ser decisiva para las artes pl¨¢sticas, pero de ning¨²n modo de forma inmediata. El otro dato significativo del cambio, aparte del escamoteo de los cuadros, es el de que la primera exposici¨®n del siglo en Els quatre gats sea la de Pablo Ruiz Picasso. Adjudicarle importancia decisiva a este hecho, dentro del marco propio de la ¨¦poca, no es sino un anacronismo sentimental. Si existi¨® un trasvase de poderes, dentro del local de Romeu, entre ambas generaciones ello pudo darse tanto en ese momento como en diciembre de 1898 (a?o clave en la conciencia del pa¨ªs) con la exposici¨®n de Nonell, quien, al fin y al cabo, es en el momento el verdadero motor del cambio y una influencia decisiva en la formaci¨®n del propio Picasso.
El fin del modernismo
Por otra parte, el propio Fontbona minimiza la influencia de la exposici¨®n picassiana fuera del c¨ªrculo de amigos, as¨ª como la de la sala Par¨¦s, que no pas¨® de ser un relleno de los dibujos de Casas. De hecho, el propio nacimiento de Els quatre gats marca el principio del fin de la generaci¨®n modernista y ello es evidente, no s¨®lo en la inclusi¨®n de los j¨®venes, sino en la misma distancia que separa a las dos publicaciones peri¨®dicas emprendidas por Casas y Utrillo: mientras la revista Els quatre gats est¨¢ abierta al amplio abanico modernista, Pel i ploma comienza con una l¨ªnea m¨¢s personalista de Casas para abrirse a la nueva generaci¨®n. Lo que s¨ª resulta realmente importante en esta muestra, y Marilyn McCully acierta a desentra?arlo es c¨®mo en ese entresijo de influencias mutuas fue afilando sus armas el joven Picasso hasta llegar el momento de ese magn¨ªfico retrato de su amigo Sebasti¨¤ Junyer, verdadero broche de oro de la exposici¨®n, fechado en junio de 1903. Pero entonces faltaban tan s¨®lo unos d¨ªas para que Els quatre gats cerrara sus puertas y Pere Romeu trocara los vinos por la gasolina.
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