"La Gran V¨ªa" y 'La viejecita", en el verano de Madrid
Han acertado el Centro Cultural de la Villa de Madrid y Juan Jos¨¦ Seoane al presentar en estas fechas estivales a la compa?¨ªa Isaac Alb¨¦niz, con algunos t¨ªtulos de zarzuelas de aut¨¦ntico gancho para los aficionados, t¨ªtulos surgidos, en general, a Fines del pasado siglo, ¨¦poca dorada de nuestro g¨¦nero chico. Dos horas casi coet¨¢neas, pero bien diferentes entre s¨ª, La Gran V¨ªa, de Chueca y Valverde, y La viejecita, de Manuel Fern¨¢ndez Caballero, han constituido un sorprendente ¨¦xito de p¨²blico cuando todos los d¨ªas o¨ªmos pregonar la decadencia del g¨¦nero.
Pero la zarzuela, en Espa?a, y yo dir¨ªa m¨¢s, en la Am¨¦rica hispana, e incluso con evidentes ramificaciones en el mundo anglosaj¨®n, est¨¢ viva, y muy viva, si sus autores se llaman Barbieri, Chap¨ª, Chueca, Bret¨®n o Caballero. Lo que ocurre, en todo caso, es que la hemos reducido a unos pocos t¨ªtulos, siempre los mismos, cuando todos estos autores han escrito zarzuelas por docenas, la mayor¨ªa de ellas, musicalmente, de similar calidad.
En La Gran V¨ªa, todo gracia y donaire del genio castizo madrile?o de Federico Chueca, disfrutamos de esas melod¨ªas que, desde su nacimiento, rodaron por covachuelas y patios de vecindad, guitarras tabernarias y rollos de manubrios callejeros. ?Por qu¨¦ se escamote¨® al p¨²blico el bello coro de los marineritos sustituido por el de los organilleros de El bateo? ?Y por qu¨¦ no se cantaron el Pasodoble de los sargentos y el Vals de la seguridad? Soy partidario de a?adir n¨²meros musicales tomados de otras obras del mismo autor, cuando el espect¨¢culo queda corto para las costumbres actuales, pero no de suprimir pasajes que pertenecen a la obra que se representa.
Brillaron los tres ratas y la voz del Eliseo, Mari Carmen Ram¨ªrez.
Otra cosa bien diferente es La viejecita, libro de Echegaray y m¨²sica del compositor murciano Manuel Fern¨¢ndez Caballero. La maestr¨ªa, sensibilidad arm¨®nica y finura mel¨®dica de quien fuera aventajado disc¨ªpulo de Eslava se imponen en esta obra maestra. Desde los coros iniciales, espl¨¦ndidamente interpretados en esta versi¨®n, hasta el precioso d¨²o del acto see,undo.
La novedad de esta viejecita del Centro Cultural ha sido romper la tradi`ci¨®n de que el papel de Carlos sea cantado por una mujer y, como en buena ley exige el libro, un hombre protagonice la obra. Luis Villarejo, ya veterano en las lides zarzuel¨ªsticas, hizo la dif¨ªcil traslaci¨®n, bordando su papel con tanto acierto y gracia en la parte puramente esc¨¦nica como en la musical, en la que fue bien secundado por la soprano Maravillas Losada. La buena labor en la direcci¨®n musical de Dolores Marco ayud¨® al buen desarrollo del programa doble. Y a partir de ahora a divertirse con La Corte de Fara¨®n (1910), opereta b¨ªblica que hizo las delicias de nuestros abuelos y lanz¨® a la fama al malogrado m¨²sico valenciano Vicente Lle¨®.
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