La joven gitana camina hacia su liberaci¨®n
En un, primer intento para entrevistar a mujeres gitanas que nos dieran su opini¨®n sobre aspectos espec¨ªficos de su situaci¨®n, el primer problema surgi¨® de entre sus propios compa?eros. ?Es imposible conseguir que una gitana conteste la verdad; s¨®lo obtendr¨¢n "ojana" -mentira-?, nos dijeron. Sin embargo, gracias a la colaboraci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Vel¨¢zquez, a quien los gitanos consideran como uno de los suyos, tuvimos acceso a dos familias gitanas-andaluzas que si bien por su posici¨®n econ¨®mica m¨¢s holgada est¨¢n apartadas de los gitanos marginados, no por ello han abandonado ni renegado de su raza.Do?a Rafaela nos recibi¨® con su marido, el ?cantaor? Manuel Soto ?Sordera?, en el piso que ocupan en el barrio madrile?o de San Blas. All¨ª viven con sus siete hijos, un nieto y su nuera embarazada.
Desde que los gitanos viven entre nosotros, hace cinco siglos, se les ha considerado como parte de nuestro folklore nacional, o como un paisaje m¨¢s. Como ?zona tur¨ªstica? se han inventado tres o cuatro clich¨¦s que todos, inconscientemente, nos hemos cre¨ªdo a ?pies juntillas? transform¨¢ndonos en portadores de: la ?cultura gitana?. A saber: son ladrones, holgazanes y sucios. Buenos para cantar, malos para estudiar y mentirosos. Manuel Soto piensa que: ?lo ¨²nico que pasa es que vivimos mas desahogados porque gano m¨¢s dinero, entonces puedo vivir mejor, pero hago lo mismo que hac¨ªa antes. Pa ser gitano no es que uno no se lave. Eso es mentira. Hay un concepto equivocao... Pasa igual que cuando una paya le dice a un ni?o: ?pero mira, ni?o, vas como un gitano?... Yo nunca he tenio un piso de ¨¦stos. Con mi padre s¨®lo ten¨ªa una habitaci¨®n grande, pero siempre estaba limpia, limpia ...?
El trabajo de la mujer
La limpieza del hogar, el cuidado de los hijos y del marido es un trabajo que toda mujer gitana debe cumplir. Sin embargo, frente a la incorporaci¨®n de la mujer paya tan s¨®lo desde hace pocos a?os al trabajo fuera del hogar y como ¨²nico objetivo -exceptuando a la mujer proletaria- es el de mantener una situaci¨®n social acomodada, la gitana siempre ha trabajado cuando era necesario para el sustento b¨¢sico de la familia. Do?a Rafaela, 51 a?os, nos dice: ?Yo hace muchos a?os que estoy dedic¨¢ a la casa y a mis ni?os. Hubo una ¨¦poca muy mala de reci¨¦n cas¨¢ que tuve que ir a trabajar al campo con mi marido y trabaj¨¢bamos los dos... mira, ocho horas trabaj¨¢bamos... hice este trabajo un par de a?os. Cuando las cosas cambiaron, me dediqu¨¦ a mis ni?os y a mi casa. ?
El hombre gitano es el encargado de mantener el hogar. La mujer s¨®lo trabaja ?seg¨²n le vengan las cosas... si le vienen bien... pues... queda en casa y si no, tiene que trabajar para ayudar al mar¨ªo... Pues mira, yo he trabajao escardando, cogiendo aceitunas, cogiendo garbanzos, que todos esos trabajos los he hecho?.
En otro barrio madrile?o, el de la Concepci¨®n, vive Antonia Leyton con su familia. Gitana-andaluza, supersticiosa, dicharachera y casada con su primo, coincide en su postura frente al trabajo de la mujer: ?Mire, le voy a decir una cosa. El hombre es el qu¨¦, trabaja y mantiene a su mujer, porque la mujer con la casa tiene bastante. Porque la casa y la calle... eso ya es matarte ?hija de mi arma! Ahora, si tu quieres esos lujos, y eso, tendr¨¢s que ir a trabajar. Mira, yo nunca he tenido dinero en el Banco y soy muy feliz?. En la entrevista estaba presente Manuela, hija de Manolo ? Caracol ?, quien opina: ?Tengo 28 a?os. Lo que yo digo es que si la mujer trabaja no sea por estar en la calle o para tomar caf¨¦ en una cafeter¨ªa. Que si lo hace, de verdad sea por ayudar al marido. Porque le haga falta ese sueldo. ?
Actualmente, los gitanos instalados en Andaluc¨ªa -?la tierra prometida?- reciben el nombre de ?caseros?. Son los que han vivido integrados al mundo payo al mantener estrechos contactos con los moriscos de la zona. Con ellos han hecho surgir una cultura com¨²n. Los dem¨¢s, aquellos que se asentaron en Extremadura, Castilla, Catalu?a..., son los llamados ?canasteros?, y su posici¨®n econ¨®mica es, generalmente, Inferior.
Remedios y Azucena, dos ?chav¨ª cal¨ª? (gitanas j¨®venes), de procedencia castellana y que trabajan en la guarder¨ªa del poblado de La Alegr¨ªa. est¨¢n de acuerdo, en su contestaci¨®n: ?Si cuando nos casemos el sueldo del marido no alcanza, nosotras trabajaremos.?
El hecho de que para el gitano el dinero sea tan s¨®lo un medio de obtener el pan de cada d¨ªa, pero no motivo de acumulaci¨®n, favorece el que las mujeres acepten todos los hijos que vengan. Las razones de esta actitud se encuentran, por un lado, en que la mujer, mientras m¨¢s hijos tiene, es m¨¢s respetada en la comunidad, y por otro lado, por la posici¨®n del gitano frente a la vida. Para ellos, el problema de la manutenci¨®n de los nuevos v¨¢stagos -causa de pesadilla en el payo de clase media- no existe.. ?Ya se conseguir¨¢! Al no tener la gitana el pavor de la mujer occidental por la p¨¦rdida de la figura, ni el miedo a la esclavitud del hogar que el tener hijos trae consigo, el parir es considerado un fen¨®meno natural.
Sin embargo, los aires de cambio soplan tambi¨¦n sobre los gitanos, y las m¨¢s j¨®venes, como Remedios y Azucena, ven en el uso de los anticonceptivos una posibilidad: ?Pues si se pueden evitar que se eviten.... y no tener muchos hijos tomando cosas que no perjudiquen a la mujer ni al ser que venga despu¨¦s .... por ejemplo, tomando esa p¨ªldora que dicen ahora. ?
El hombre decide
La gitana, tradicionalmente, ha ocupado un puesto secundario respecto a la autoridad dentro de la familia. Si bien la administraci¨®n de la casa est¨¢ en sus manos, la educaci¨®n de los hijos -hombre o mujer- corre por cuenta del var¨®n. Cualquier var¨®n gitano, por el s¨®lo hecho de serlo, puede imponer su opini¨®n. La ¨²ltima decisi¨®n siempre est¨¢ en el hombre.
El hijo var¨®n, el padre, el abuelo y el anciano son figuras respetadas por todos. Y para la mujer representan la m¨¢xima autoridad. El esposo de Rafaela nos cuenta: ?Yo recuerdo que a¨²n despu¨¦s de casao ha llegao el momento en que mi padre m'a dao una guant¨¢ porque me ha dicho: "Estopa t¨ª no es g¨¹eno" y yo no le he hecho caso. ?
Sin embargo, esta situaci¨®n est¨¢ siendo cuestionada por los j¨®venes. Remedios: ?A m¨ª me gustar¨ªa que nosotras pudi¨¦ramos dar nuestra opini¨®n. Hasta ahora, al hombre se le ha venido dando la raz¨®n, la tenga como no la tenga. Nos gustar¨ªa que tambi¨¦n nos hicieran caso de vez en vez. Si ellos tienen sus puntos de vista, nosotras tambi¨¦n queremos exponer los nuestros.? Azucena ratifica: ?Nosotras, las j¨®venes de ahora, nos hemos puesto un poquit¨ªn en nuestro lugar.?
Mientras la mujer paya empieza a cuestionarse el tener que llegar virgen al matrimonio, para la gitana -trabaje o no, sea cual sea su edad-, la virginidad sigue siendo el valor fundamental. Por sus connotaciones religiosaslno se admite el ?uso matrimonial? antes de casarse. El gitano es profundamente religioso. El amor y la solidaridad son valores supremos que identifican con Dios, mientras que las inclemencias de la Naturaleza y el odio que por ellos siente la sociedad paya son los mismos demonios. Entre estas dos fuerzas est¨¢ el hombre que, ayudado por la ?bajir? -suerte-, acceder¨¢ a uno u otro campo.
Desde que abandonaron la India -lugar de donde proceden-, el a?o 1000 despu¨¦s de Cristo, han sido siempre repudiados por las nstituclones de los pa¨ªses en que han tratado de asentarse. Espa?a no es la excepci¨®n. En 1499, los Reyes Cat¨®licos firman la Pragm¨¢tica; en la cual se les ordena ?tomen asiento? y ?sirvan los se?ores?, so pena de l¨¢tigo, corte de orejas o abandono del pa¨ªs. Bajo el reinado de Felipe III fueron los ¨²nicos a los que se les prohibi¨® la conversi¨®n al catolicismo, lo cual equivali¨® a su expulsi¨®n; Felipe V les priva del derecho a casarse entre ellos. Carlos III, en 1783, se siente en la obligaci¨®n de aclarar a los espa?oles que los gitanos ?no tienen enfermedad infecta alguna?.
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