Dependencia econ¨®mica exterior: un debate necesario
A MEDIADOD del siglo XIX tuvo lugar en Espa?a el primer gran intento de penetraci¨®n econ¨®mica exterior. La reacci¨®n ante ese intento comenz¨® a fraguarse a finales de la centuria y lo que recientemente se ha calificado de ?v¨ªa nacionalista del capitalismo espa?ol? inici¨®, entre 1906 y 1925, el montaje de su eficaz tr¨ªpode doctrinal e instrumental: el proteccionismo arancelario, el intervencionismo estatal y, por ¨²ltimo, la fundamentaci¨®n ideol¨®gica de ambos: la doctrina del nacionalismo econ¨®mico.El r¨¦gimen pol¨ªtico surgido de la guerra civil potenci¨® al m¨¢ximo esas tendencias, elev¨¢ndolas a categor¨ªas fundacionales en la ley de Ordenaci¨®n y Defensa de la Industria Nacional, promulgada en enero de 1939. El forzoso aislamiento a que durante casi cuatro lustros se vio sometida la econom¨ªa espa?ola durante la primera mitad del franquismo exacerb¨® esos rasgos nacionalistas. Fue a partir del Plan de Estabilizaci¨®n de 1959 cuando los vientos cambiaron y el capital extranjero comenz¨® a invadir Espa?a bajo la protecci¨®n de una legislaci¨®n confusa y a menudo contradictoria pero crecientemente liberal en la materia.
Desde 1960 las inversiones extranjeras de capital privado a largo plazo ascienden a unos 300.000 millones de pesetas siendo Estados Unidos Alemania. Suiza y el Reino Unido los pa¨ªses que m¨¢s han invertido. Por sectores el capital extranjero ha dirigido su inter¨¦s hacia los grupos qu¨ªmico, de automoci¨®n, sider¨²rgico, material el¨¦ctrico e industrias de alimentaci¨®n.
Precisamente uno de esos sectores, el de automoci¨®n, est¨¢ de actualidad con las recientes noticias de que el Instituto Nacional de Industria negocia la cesi¨®n del protagonismo en tres de sus empresas participadas: SEAT MEVOSA y ENASA a los actuales socios extranjeros u otros entes multinacionales. La grave crisis por la que atraviesa el sector ha obligado al INI a reconocer lo inviable del sue?o de una industria nacional en este campo. Ese hecho supone no s¨®lo un cambio de concepci¨®n. sino tambi¨¦n, el reconocimiento de los fracasos de sucesivas gestiones tanto a nivel de empresa como a nivel del propio Instituto, hecho que hasta, ahora nadie hab¨ªa admitido.
Visto aisladamente, el planteamiento parece bastante realista. Si se consigue asegurar el nivel de empleo y no se mantiene para unas empresas que pasar¨ªan a ser mayoritariamente extranjeras el mismo nivel de proteccionismo de que disfrutan actualmente nuestros fabricantes de autom¨®viles el pa¨ªs podr¨ªa salir ganando. Desde luego, el primer beneficiarlo ser¨ªa el consumidor espa?ol, que podr¨ªa elegir entre los ¨²ltimos modelos FIAT -y no los pen¨²ltimos de SEAT- y los de, pongamos por caso, Volvo, Volskwagen o Toyota.
Pero la decisi¨®n que en estos d¨ªas maduran y negocian los dirigentes del INI encierra repercusiones m¨¢s amplias que las relativas al sector del autom¨®vil. En efecto, poco a poco y en decisiones de un perfecto realismo econ¨®mico si se contemplan aisladamente, sectores m¨¢s o menos importantes y amplios de nuestra industria van pasando a manos extranjeras. Ello significa, entre otras cosas, un reforzamiento de la dependencia tecnol¨®gica de nuestro pa¨ªs v. quiz¨¢, una amenaza potencial para el futuro de nuestras exportaciones.
Antes de caer en la tentaci¨®n xen¨®foba de rechazar toda dependencia tecnol¨®gica exterior es preciso, sin embargo, recordar los indudables beneficios que al desarrollo econ¨®mico del pa¨ªs ocasion¨® ese fen¨®meno. Al final de la d¨¦cada de los cincuenta la importaci¨®n de tecnolog¨ªa extranjera constituy¨® una v¨ªa de modernizaci¨®n de industrias nacionales enteras que se encontraban con un capital fijo obsoleto y unas t¨¦cnicas atrasad¨ªsimas. La cara negativa de ese hecho tampoco debe ocultarse: Espa?a ha estado, y est¨¢ satisfaciendo anualmente unos pagos importantes en divisas en concepto de asistencia t¨¦cnica y ?royalties? -casi 1.500 millones de d¨®lares entre 1974 y 19t-: a ello debe a?adirse el que por el tama?o de las empresas dependientes y la importancia estrat¨¦gica de los sectores industriales en que se concentra la penetraci¨®n for¨¢nea. Espa?a corre el riesgo de convertirse en una colonia de las grandes potencias industriales, o para ser m¨¢s exactos, de las grandes multinacionales. El caso del INI. por ¨²ltimo, es especialmente delicado por lo que supone de vinculaci¨®n de capital p¨²blico con capital extranjero.
Resumiendo, desde un enfoque cerril de los peligros de la desnacionalizaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola hasta el polo opuesto del predominio del capital extranjero y la dependencia tecnol¨®gica, la pol¨ªtica industrial espa?ola ha avanzado a base de bandazos y legislaciones contradictorias. Aparte de la curiosa coincidencia de que los mismos o muy parecidos intereses han defendido enfoques contrarios, se impone abrir un debate nacional sobre la conveniencia -incluso la posibilidad- de uno u otro modelo. En el caso de la industria su urgencia es evidente en unos momentos en que se est¨¢ comprobando lo inviable de su actual estructura y la exigencia de un replanteamiento a fondo del futuro de la misma y del papel del Estado en ella.
En este orden de cosas es de lamentar que ni el Ministerio de Industria -no hay ni una sola referencia al tema en el reciente discurso, por otra parte lleno de sensatas reflexiones, del ministro en la Feria de Muestras de Gij¨®n- ni los grandes partidos de la Oposici¨®n parecen decididos a bajar del c¨®modo terreno de las generalizaciones doctrinales al comprometido mundo de las opciones a corto plazo. Dependencia tecnol¨®gica extranjera, penetraci¨®n de las multinacionales, futuro del INI son cuestiones importantes sobre las cuales el pueblo espa?ol tiene derecho a estar plena y verazmente informado.
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