El "Guernica" y la serpiente de verano
De un tiempo a esta parte (desde el primer vislumbre democr¨¢tico, hasta la actual coyuntura de consenso) viene el Guernica jugando a las mil maravillas el papel de serpiente de verano, sin dem¨¦rito o mengua, por supuesto, de sus otras tantas connotaciones. Raros han sido, a contar de las fechas apuntadas, el julio quemante y el llevadero agosto que hayan dejado de traer a colaci¨®n o fiar a conjetura el verdadero status legal de la c¨¦lebre obra picassiana, con el voto pr¨¢cticamente un¨¢nime de la poblaci¨®n o con la excepci¨®n solitaria y disonante del se?or Sainz de Robles. Recuerde el lector que, semanas atr¨¢s, afirmaba p¨²blicamente, y sin discriminaci¨®n alguna, el ex cronista oficial de la Villa de Madrid: ?El nuestro es un pa¨ªs de papanatas, donde nadie se atreve a decir que un pintor genial como Picasso ha hecho tambi¨¦n muchas tonter¨ªas. Entre ellas est¨¢ el Guernica, que, por m¨ª, pueden qued¨¢rselo los americanos.?A los ya manidos aspectos de juridicidad (si ha lugar o no al cumplimiento de las cl¨¢usulas que el donante impusiera), de seguridad (si la hora presente resulta oportuna o intempestiva para hacer nuestra la obra donada) e, incluso, de alta pol¨ªtica (si deben intervenir Gobierno y Parlamento, o cumple la decisi¨®n al mism¨ªsimo Tribunal de La Haya) parece ahora sumarse una raz¨®n, digamos locativa: si el museo del Prado, destino final y documentalmente previsto para la tan tra¨ªda y llevada pintura, re¨²ne condiciones de exhibici¨®n o simple alojamiento. Hace unos d¨ªas (v¨¦ase EL PAIS 18 de julio 1978) en un art¨ªculo aparecido en el The New York Times y firmado por Hilton Kramer, el espa?ol Jos¨¦ L¨®pez-Rey, profesor durante m¨¢s de treinta a?os en el Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York, declaraba: ?En mi opini¨®n, ser¨ªa prematuro. enviar el Guernica hasta que el museo del Prado tenga todo lo necesario para su instalaci¨®n permanente.?
Coincide el profesor L¨®pez-Rey con Roland Dumas, abogado de la familia Picasso, y con el articulista Hilton Kramer en el buen cuidado, en el mimo, que la notoria fragilidad del Guernica exige o exigir¨¢ de sus definitivos guardianes. Tambi¨¦n nosotros coincidimos y no dejan de abundar en la coincidencia los propios responsables del museo, pese a que (y no por culpa, precisamente, de ellos) las obras de climatizaci¨®n que all¨ª se est¨¢n llevando a cabo disten mucho de responder a la celeridad exigible o terminen por dejar un tanto al descubierto la discutible competencia de la empresa oficialmente contratada en tiempos de alegre triunfalismo y manga ancha.
?Re¨²ne, en fin, el museo del Prado condiciones o garant¨ªas para la adecuada conservaci¨®n y exhibici¨®n p¨²blica del soberbio cuadro picassiano? A juicio de su director, profesor Pita Andrade, ni hay, ni habr¨¢ problema. El Guernica ser¨¢ recibido con los brazos abiertos, y si ha de h¨¢bilitarse una sala especial, quedar¨ªa al punto habilitada. Engrosada, pues, la serpiente veraniega con el anillo de esta nov¨ªsima alegaci¨®n locativa, vale la pena retrotraer la atenci¨®n a las aqu¨ª expuestas en julios y agostos pasados, con el ¨¢nimo de fijar los l¨ªmites estrictos que al caso competen. Se habla, por ejemplo, de la devoluci¨®n o del retorno del Guernica. ?C¨®mo se podr¨¢ devolver a Espa?a lo que nunca en Espa?a estuvo? ?Por arte de qu¨¦ magia, o en virtud de qu¨¦ imposible metaf¨ªsico, retornar¨ªa ac¨¢ lo que de ac¨¢ no parti¨®9 Se dice, o se lee, que el Gobierno est¨¢ tomando las medidas conducentes a reintegrar a sus tesoros la valiosa pieza picassiana, sin advertir que, por animosos que se muestren nuestros gobernantes, no cuentan con poderes legales para exigir semejante reintegro. Como tampoco los tiene el Senado de Estados Unidos (y no deja uno de agradecer la generosidad de su reciente gesto, compartido, ayer mismo, por el Congreso), a la hora de decidir acerca del env¨ªo del Guernica a Madrid.
Breve historia del "Guernica "'
?De qui¨¦n es el Guernica? ?Vendr¨¢ a Espa?a? ?Cu¨¢ndo? ?D¨®nde ser¨ªa emplazado, caso de efectuarse su traslado desde la ciudad de los rascacielos? Por unas u otras causas, estas cuatro preguntas, convertidas o no en serpiente estival, vienen suscitando la atenci¨®n popular, o la conciencia de algunos p¨²blicos representantes, hasta el extremo de haber promovido, a instancias de Justino Azc¨¢rate, el contenido de una no lejana adhesi¨®n senatorial. ?De qui¨¦n es el Guernica? Para arrojar alguna luz sobre la propiedad del debatido cuadro, juzgo oportuno perge?ar o resumir su historia. En enero de 1937, el Gobierno constitucional de la Rep¨²blica encomend¨® a Picasso la ejecuci¨®n de un gran mural en torno a nuestra guerra civil y con destino al pabell¨®n espa?ol de la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs. Acept¨® Picasso la encomienda y realiz¨® el primer boceto el s¨¢bado 1 de mayo de 1937, a los pocos d¨ªas de haberse perpetrado el bombardeo sobre la villa de Guernica (26 de abril de 1937).
La antelaci¨®n del encargo deja muy en claro que el cuadro nada ten¨ªa, en principio, que ver con el incalificable atentado contra la hist¨®rica y simb¨®lica poblaci¨®n vascongada, aunque, una vez acaecido, sirviera de vivo acicate al artista y diera nombre a su obra. A principios de mayo, Picasso realiz¨® cinco soberbios bocetos a l¨¢piz, en los que se va clarificando, con todo su dramatismo, la escena fundamental del Guernica, para luego darse al an¨¢lisis pormenorizado de sus nueve protagonistas. Aparte de los dos grupos de aguafuertes titulados Sue?o y mentira de Franco, no se decidi¨® nuestro hombre a lle
var al lienzo lo que hab¨ªa de ser su obra m¨¢s celebrada, sino tras la prueba y reprueba de una holgada veintena de bosquejos, cada cual m¨¢s portentoso.?Adquiri¨® el Gobierno de la Rep¨²blica el cuadro, una vez que Picasso lo diera por concluido? No. Unicamente se comprometi¨® a compensarle (como igualmente ocurriera con los otros artistas espa?oles participantes en la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs) en cuanto a trabajo y materiales. ?En qu¨¦ cuant¨ªa? No est¨¢ clara la cosa, o se halla a falta de alguna o de toda documentaci¨®n. El ¨²nico testimonio escrito que al respecto puede esgrimirse es una carta que Max Aub dirigi¨® a Josep Renau, director general de Bellas Artes en el per¨ªodo republicano y veh¨ªculo oficial, en consecuencia, del encargo que el Gobierno de la Rep¨²blica hizo a Picasso. La carta est¨¢ datada el 11 de noviembre de 1965 (?ya hab¨ªa llovido un tantico hasta el entonces!) y lo esencial de su texto es como sigue:
?Querido Pepe: me ha costado Dios y ayuda dar con la nota bibliogr¨¢fica del Guernica de Larrea. Yo recordaba haber visto un ejemplar, porque es libro que se ha editado en ingl¨¦s. Efectivamente, lo ten¨ªa Silvia Herzog. Con una introducci¨®n de Alfred Baum, Jr., se public¨® en Nueva York, en 1947 (...)
Pero, desde luego, es una edici¨®n del museo de Arte Moderno de Nueva York. Y supongo que all¨ª te lo podr¨¢n facilitar. Referente a lo que escribes, recuerda que Lambi¨¦n intervine yo en este asunto y que personalmente fui yo, como agregado cultural de la embajada, el que pag¨® a Picasso los 150.000 francos -de entonces- que le dimos como compensaci¨®n de los gastos materiales, con la condici¨®n de que el cuadro sIguiera siendo suyo ?
Vago, impreciso y enteramente fiado a la retahila de unos cuantos recuerdos personal.es, ¨¦ste es el ¨²nico documento (?) que por parte de los gestores de entonces puede hoy esgrimirse en lo tocante a la propiedad del Guernica y a la suma que a Picasso le fue (o no) entregada como pura y simple compensaci¨®n. No deja a uno de sorprenderlela supina ignorancla de que Max Aub y Josep Renau hacen gala acerca del libro de Larrea, el primero de cuantos se hayan escrito en torno al Guernica, fuerite y est¨ªmulo de todos los que con posterioridad vieron la luz. Su reciente edici¨®n en lengua castellana supuso, tras cuarenta a?os de exilio, el retorno de su autor a Espa?a. Vinculado como nadie a Picasso, a lo largo de la gestaci¨®n del Guernica, Juan Larrea me ha asegurado, personalmente, no tener noticia de esos 150.000 francos. En el mismo sentido, el entonces director general de Rentas, Crescenciano Aguado, ha tenido a bien puntualizar que por sus manos jamas pas¨® tal partida.
Herederos y rectores
El Guernica, compensado o no su hacedor, siempre fue, pues, propiedad de Picasso, y, por serlo, pudo hacer, como hizo, donaci¨®n generosa al pueblo espa?ol y encomendarlo, a t¨ªtulo de dep¨®sito, al museo de Arte Moderno de Nueva York. El hecho escueto del dep¨®sito, personalmente firmado por Picasso, y mucho m¨¢s el de la donaci¨®n por ¨¦l p¨²blicamente formulada, disipan toda conjetura. Est¨¢ claro, as¨ª las cosas, qu¨¦ el asunto ha quedado y queda a merced de sus herederos Y de los rectores del museo neoyorquino. Son ellos, y nadie m¨¢s que ellos, los que deben entender legalmente del caso. y es a ellos a quienes han de dirigirse ruegos y solicitudes de urgencia en cuanto al traslado de la tan controvertida pintura, de acuerdo con las cl¨¢usulas establecidas por nuestro inmortal.
?Cu¨¢les son esas cl¨¢usulas? Dos, y muy precisas: el restablecimiento de la Rep¨²blica y la exigencia de que el cuadro, una vez venido a Espa?a, sea colgado en el museo del Prado. Por lo que hace a la primera, tanto los herederos de Picasso como los mandatarios del museo de Arte Moderno de Nueva York entienden, interpretando los deseos del pintor (y no deja de ser arriesgada o peregrina toda interpretaci¨®n de voluntades p¨®stumas), que las condiciones democr¨¢ticas existentes actualmente en nuestro pa¨ªs se avienen de lleno, aunque no haya Rep¨²blica, al esp¨ªritu del documento redactado por Picasso. El ya citado Roland Dumas, abogado de la familia Picasso, exigia, en un principio. que nuestra naciente democracia alcanzase un cierto grado de consolidaci¨®n y propon¨ªa como prueba un plazo de diez a?os (no deja tampoco de ser pereorina y caprichosa la previsi¨®n cronometrada de una pura expectativa de futuro) que luccio quedaron reducidos a dos y hoy se dan por ef¨¦ctivarnente cumplidos.
De otra parte es de saberse que tanto el abogado Dumas como el se?or Rubin. director del museo de Arte Moderno de Nueva York, fiaron la credibilidad de nuestra incipiente democracia al reconocimiento de los partidos pol¨ªticos en general y a la particular inclusi¨®n del Partido Comunista del que Picasso, como es notorio era miembro. Parece en consecumcia, harto razonable y eficiente que sean los propios partidos pol¨ªticos antes y por encima del Gobierno, quienes inicien y aceleren las gestiones de cara al traslado del Guernica. Y es en este, sentido en el que las dos intervenciones de Justino Azc¨¢rate en el Senado nos parecieron y resultar¨¢n del todo coherentes y eficaces, siempre y cuando las fuerzas pol¨ªticas investidas de representatividad parlamentaria pongan toda la carne en el asador para que el Guernica venga cuanto antes a su verdadero destinatario: el pueblo espa?ol.
El "Guernica " y el Prado
En cuanto la segunda cl¨¢usula de la donaci¨®n picassiana, no creo que haya lugar a la duda ni opor tunidad de otra interpretaci¨®n que la derivada de la lectura literal del documento, cuyo esp¨ªritu es tan claro como directamente alusivo a una circunstancia espec¨ªfica y a un lugar concreto: que, una vez venida a Espa?a, la obra sea colgada en el museo del Prado. La motivaci¨®n, el t¨ªtulo mismo del cuadro y la fecha, incluso, en que Picasso lo inici¨®, sin pens¨¢rselo m¨¢s, hacen harto explicable que amplios sectores de Euskadi propongan la donaci¨®n y traslado del Guernica a la propia villa de Guernica. ?Ser¨¢ ello posible? Legalmente, no, a no ser que se llegue a un acuerdo con el abogado burnas, albacea del testamento particular¨ªsimo int¨¦rprete de voluntades post mortem y cronometrador oficial, seg¨²n vimos, de puras y simples expectativas de futuro. Si el se?or Dumas ha sabido traducir por democracia lo que figuraba escrito como rep¨²blica, tal vez tenga an¨¢logos poderes para ampliar los dominios del Prado a noble tierra vizca¨ªna. Por razonable que a uno se le ocurra la petici¨®n o demanda de esos muy qualificados sectores de Euskadi, no va a ser ello posible, sin quebranto grave, al menos, de la expresa voluntad de quien hizo y don¨® el Guernica.
Este es el status legal y actual del Guernica, y no otros los t¨¦rminos de la relaci¨®n jur¨ªdica a que da lugar la generosa donaci¨®n que en su d¨ªa hiciera Pablo Picasso. Nos parece de perlas que el Gobierno nos asegure, de vez en cuando, que est¨¢ llevando a cabo las gestiones pertinentes cerca del Gobierno norteamericano para la devoluci¨®n (?) de la formidable pintura picassiana. ?Vienen al caso semejantes llestiones y a tan alto nivel? No. ? Lo ¨²nico que puede hacer el Gobierno -me confesaba hace unos meses Jos¨¦ Mario Armero, experto ex cepcional en la juridicidad del asunto- es ejercitar alguna manifiestaci¨®n formal de posesi¨®n.? Y eso es, justamente, lo que reciente mente hizo el titular de la cartera de Hacienda, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez: dejarse fotografiar p¨² blicamente ante el Guernica, cosa que ninguno de nuestros ministros ha tenido a bien hacer, ni antes ni despu¨¦s de ¨¦l. De poco vale cualquier otra cuesti¨®n oficial, burocr¨¢tica o diplom¨¢tica, que no se atenga a los t¨¦rminos expresos (la familia del donante y la entidad depositaria, el museo de Arte Moderno de Nueva York) de la relaci¨®n jur¨ªdica a que el propio Guernica se atiene.
Es a ellos (respectivamente representados por el agobado Durrias Y el se?or Rubin) a quienes deben dirigirse toda solicitud y toda urgencia. ?Por parte de qui¨¦n? Si el tercer t¨¦rmino de la relaci¨®n es, a t¨ªtulo de destinatario legal, el pueblo espa?ol, sean sus leg¨ªtimos representantes, los parlamentarios, quienes, corporativa y formalmente, soliciten, urjan y exijan que el Guernica venga a Espa?a y deje de convertirse en serpiente de ¨¦ste y sucesivos veranos. Hora es de que aquella conocid¨ªsinia reproducci¨®n del Guernica que a lo largo de cuarenta a?os adorn¨® unos cuantos hogares espa?oles (signo de un com¨²n sentir o disentir, m¨¢s bien, antiguo r¨¦gimen) d¨¦ paso a la obra original, para com¨²n contento y por muy ostensible que resulte el papanalismo (el senor Sainz de Robles es, sin duda, muy suyo) del pueblo espa?ol destinatario Ieg¨ªtimo de la inmortal obra picassiana.
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