Los para¨ªsos artificiales de Jean Lorrain
De modo semejante al que Harry Belevan plantea en Escuchando tras la puerta una parodia de sus contempor¨¢neos Borges, Cort¨¢zar, o Vargas Llosa, Jean Lorrain recrea en cada uno de los Cuentos de un bebedor de ¨¦ter un determinado estilo. As¨ª, El doble coincide con los presupuestos del William Wilson, de Edgar Poe, o Los orificios de la mascar¨¢ con El rey de la m¨¢scara de oro, de Marcel Schwob.El discurso, de Lorrain es consecuencia inmediata de su ?percepci¨®n de la realidad?, que le vuelve un visionario y un poseso de ?para¨ªsos artificiales?, que, como a Baudelaire (con quien establece m¨²ltiples afinidades) le deparasen por igual el opio, el ¨¦ter, o la literatura. Es decir, la cr¨ªtica como alimento del artista moderno. Oponiendo frente a la vida vac¨ªa y sin imprevistos, el postulado del dandy: ?les maisons de I'horreur n'ivrent pas que les forts?.
Jean Lorrain
Cuentos de un bebedor de ¨¦terEd Alfaguara / Nostromo
La escritura que conforma estos cuentos de Lorrain es un h¨ªbrido de anarqu¨ªa y moralismo, de rechazo y aceptaci¨®n de una sociedad co burgueses y cocottes, la misma, en definitiva, que criticase Proust para despu¨¦s, como una consecuencia ineludible, quedar arropado en ella. Uno y otro (Lorrain y Proust) act¨²an bajo una com¨²n simetr¨ªa, encontrando ?una tara de hipocres¨ªa en el odio? contra aquellos ?hombres con cabeza de cerdo y mujeres con perfil de gallina?.
En Lorrain, la base creadora es la imaginaci¨®n. Conociendo la incapacidad de entablar una ?correspondencia? con el entorno social donde coexiste fuera la ?visi¨®n hacia dentro?, en busca de una eternidad no mesurable, como hiciera Blake o De Quincey, argumentando el laberinto de sus propias pesadillas; y, como Borges, capta en el sue?o la capacidad de remontarse o ser alcanzado en el sue?o de otro.
La cadencia interna de los cuentos de Lorrain es la aleaci¨®n de enso?aciones provocadas por el ¨¦ter y la lectura Eliphas Levi. Sus protagonistas, o m¨¢s bien sus agonistas, son personajes obsesionados, como Serge Allitof: al que su imaginaci¨®n y sensibilidad le convierten en una especie de m¨ªstico atormentado que interpreta Huysmans.
Los espectros del m¨¢s all¨¢ se entrecruzan con los exquisitos versos de Rodenbach; una columna Morris, un degollador que enciende un londr¨¦s, dos carniceros pulcramente vestidos de hongo, con una copa de chartreuse o un camafeo. Los fen¨®menos m¨®rbidos que facilitan el ¨¦ter o Lorrain son dudosamente desglobables.
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