Cantos de goliardo
Son los Carmina Burana uno de los textos m¨¢s celebrados de la l¨ªrica latina vulgar. Aqu¨ª se re¨²nen los cantos de los goliardos, mezcla de cl¨¦rigos ajuglarados o saltimbanquis, representantes ap¨®crifos de una respublica litterarum o respublica clericorum, cuya misi¨®n fluct¨²a entre la cr¨ªtica y la s¨¢tira contra las normas que la sociedad, y m¨¢s concretamente, la Iglesia, imponen, acci¨®n y expresi¨®n, habida cuenta de los tiempos que corren, siglos XII y XIII, de la m¨¢s libertaria literalidad.Las repercusiones en Europa de esta manifestaci¨®n revolucionaria muestran evidencias bien tangibles, desde la prosa de Juan Ruiz, y m¨¢s tarde la picaresca (Quevedo, Licenciado Vidriera), hasta el mismo Espronceda, defensor/trovador de piratas o mendigos, lo que, en definitiva, hace ?a leur facon? sisa con nuestros contempor¨¢neos aqu¨ª presentes. Pragm¨¢tica, pues, hedonista, acuciada por las tesis de Monod (que le resultan irremediablemente ajenas) del azar y la necesidad, sobre las que el goliardo, como el ¨¢crata, propala su catecismo: "Probar todas las cosas, el ap¨®stol lo manda" que dir¨ªa m¨¢s tarde el arcipreste de Hita.
Carmina Burana
An¨®nimo. Editorial Seix Barral.Barcelona, 1978.
Excelente tragadera
La voz francesa gueule, que denota buen gaznate y excelente tragadera, es la gen¨¦rica que da origen al goliardo, cuyo destino de n¨®mada, culto y disidente, factura la performance de su idiosincrasia, su anonimato y su escritura. El goliardo, como el ?halakis? en el zoco de Marrakesh, crea el corrillo, denuncia a la curia romana, y alaba a un dios que no ha celebrado esponsales con Constantino. Su altar est¨¢ en la taberna o el lecho, donde libra los encuentros: placeres o desacatos de inmediatez. Labor que tanto a unos como a otros les depara las ganancias precisas, que a rengl¨®n seguido se invertir¨¢n en vino o en ?hash?. Comm`il faut.Un fragmento de los Carmina Burana el el ?Principio del Santo Evangelio seg¨²n San Marcos de plata?; es una parodia mordaz, tomando las mismas palabras del Evangelio e intercalando breves anotaciones, oraciones subordinadas, que lo trasuntan en una ir¨®nica exposici¨®n de los honores y doblones: ?Si me das, te dar¨¦?, que Roma parte y reparte. Equiparable a la t¨¢ctica que en la actualidad llevan a cabo los disidentes marroqu¨ªes, nutriendo sus cantos de protesta con letras del Cor¨¢n, lo que les asegura la absoluta inmunidad frente a las fuerzas represoras.
Que la escritura de tal disidencia se atribuya al archipoeta Galtero de Ch¨¢tillon, o Pedro de Blois. O que Carl Orff haya recreado el codex del goliardo en una indefectible versi¨®n de coros y orquestas, no modifica el vigor ni la vigencia incuestionable de esta po¨¦tica de la libertad.
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