La otra alternativa
Presidente del Partido Popular de Catalu?a y vicepresidente de Acci¨®n Ciudadana Liberal
ACL tiene, obvio es decirlo, una identidad pol¨ªtica e ideol¨®gica a la que, desde luego, no est¨¢ dispuesta a renunciar. Se sit¨²a en una l¨ªnea democr¨¢tica y liberal, en tina sociedad abierta de di¨¢logo y participaci¨®n, pero no entendiendo el di¨¢logo como la habilidad en desenfundar la pistola con mayor rapidez que los dem¨¢s ni tampoco como una constante claudicaci¨®n ni, mucho menos, tolerando que la participaci¨®n consista en perseguir a la fuerza p¨²blica a pedradas, a tiros o con cockteles molotov. Cree ACL en una econom¨ªa de mercado y libre iniciativa, sin agresiones a los empresarios ni huecas demagogias que a estas alturas a nadie debieran enga?ar ya. Y cree ACL -y, desde luego, tambi¨¦n el Partido Popular de Catalu?a, que es la -versi¨®n catalana y aut¨®noma de ACL- en una econom¨ªa de mercado y libre iniciativa por ser la ¨²nica que puede conducirnos, hoy, a la estabilidad y al relanzamiento de la actividad econ¨®mica.
Pero el respeto a nuestra propia identidad no nos hace desconocer la situaci¨®n real del pa¨ªs y el deseo de una gran parte de la opini¨®n de conseguir una estrategia conjunta de cuantos partidos, grupos y personas independientes se hallan situadas en este gran espectro, para nosotros mayoritario, que limita, por un lado, con el colectivismo y, por el otro, con los nost¨¢lgicos del totalitarismo. ACL ha invitado p¨²blicamente -y reiteramos una vez m¨¢s ese llamamiento- a todos los partidos y personas afines a establecer contactos y trazar una estrategia electoral de largo alcance. No hablamos de fusi¨®n, ni de confusi¨®n, ni de divisi¨®n. Hablamos de acuerdos y de entendimiento, de coaliciones y confederaciones electorales, tan amplias, eso s¨ª, como sean necesarias.
Muchos grupos, entre ellos dos muy relevantes, han iniciado ya con nosotros las primeras conversaciones exploratorias. Las negociaciones siguen adelante con buen pulso y ritmo firme y con una gran voluntad de concordia por parte de todos. Evidentemente, se nos han hecho todo g¨¦nero de objeciones y cr¨ªticas, que aceptamos por supuesto con toda comprensi¨®n. Pero no podemos, por el narcisismo de conservar intacta nuestra propia historia personal o por dejarnos llevar por protagonismos o personalismos est¨¦riles, enemigos tradicionales de la unidad en el campo no marxista, no podemos olvidar los intereses generales de Espa?a. En este orden de cosas y a nivel particular, sacrificaremos cuanto sea preciso para conseguir los acuerdos que creamos necesarios, pero no estamos dispuestos a renunciar, en cambio, a los principios morales y a las l¨ªneas ideol¨®gicas que consideramos fundamentales. Aceptar las razones del adversario, aunque ¨¦ste se niegue sistem¨¢ticamente a aceptar las nuestras, es una actitud ¨¦tica y admirable, pero en pol¨ªtica conduce inevitablemente al desastre.
Se ha dicho que la nueva mayor¨ªa no llegar¨ªa a constituir una fuerza coherente por culpa del exceso de protagonismo de sus integrantes. Es curioso que precisamente lo afirmen quienes han hecho del culto a la personalidad; de la necia exaltaci¨®n individual; del atosigamiento cotidiano televisivo; de un retrato y un poster, en suma, los ¨²nicos componentes doctrinales de una pol¨ªtica incoherente, de una no-pol¨ªtica. Porque el poder, al fin y al cabo, no es m¨¢s que la herramienta de la pol¨ªtica.
A pesar de que esas voces carecen de credibilidad, pues sus propietarios son quienes intentan compensar el vac¨ªo de sus palabras y el desierto de sus ideas con sonrisas, abrazos, apretones de manos retorcidos, palmaditas en la espalda o dossiers, amenazas y calumnias; a¨²n as¨ª, repetiremos que los hombres de ACL y del PP de C estamos dispuestos, para servir a este llamamiento a la unidad en torno a los grandes objetivos que brotan de la conciencia nacional espa?ola con car¨¢cter perentorio y angustioso, estamos prestos, insistimos, a ser simples soldados de filas con tal de que el empe?o y el prop¨®sito respondan al inter¨¦s general de la comunidad y no sirvan tan s¨®lo de soporte a las apetencias, el oportunismo o el irresistible deseo de eternizarse en el poder.
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