La venta de cupones, ¨²nica salida profesional para 30.000 invidentes
La Organizaci¨®n, inspirada por el entonces ministro de la Gobernaci¨®n, Ram¨®n Serrano Su?er, cuenta con diversos centros aut¨®nomos en los que pr¨¢cticamente ninguna cantidad del total de ingresos anuales tienen un reflejo efectivo. Seg¨²n afirma uno de los trabajadores, ?de todos ellos hay que destacar la divisi¨®n de sexo en los cinco colegios que existen para ciegos, as¨ª como el "sospechoso" cierre de una f¨¢brica de caramelos -cuyo edificio ruinoso sigue en pie, en la calle de Cartagena-, creada para dar trabajo a invidentes y sin ning¨²n fin lucrativo, que dej¨® de funcionar a consecuencia de la poca rentabilidad que se obten¨ªa?.Mientras la Organizaci¨®n define como ciego a todo aquel cuyo ¨ªndice de visi¨®n sea de 1/20 de la escala de Wecker y no distinga los dedos de la mano con correcci¨®n de cristales a una distancia de 2,25 metros, la Seguridad Social exige solamente 1/10 de visi¨®n para considerar ciega a una persona.
?Como consecuencia de esto, los que no alcancen el baremo fijado por la Organizaci¨®n, es decir, deficientes visuales o ambl¨ªopes, no tienen derecho a acogerse a ninguno de los servicios de la ONCE, pudiendo utilizarlos s¨®lo como vendedores de cup¨®n, pero sin que ello le obligue a contraer gastos ni en educaci¨®n, ni en servicios culturales o de otro tipo. Los vendedores, por su parte, son comisionistas que compran el cup¨®n a la ONCE revendi¨¦ndolo, m¨¢s tarde, al p¨²blico. La cantidad de tiras para vender no es la misma para todos. Mientras los comisionistas solteros pueden adquirir un m¨¢ximo de 150 cupones al 40%, el casado y el viudo tienen derecho a 158, m¨¢s cinco cupones por cada carga reconocida, al 40%. Hasta el 1 de mayo se les adjudicaban, adem¨¢s, dos cupones al 20% por cada cinco o fracci¨®n de cinco vendidos al 40%, lo que supon¨ªa mayor trabajo y un nuevo est¨ªmulo ?oficial? a la ya existente competitividad entre los vendedores.
Si la venta, por cualquier raz¨®n, no se da bien, el vendedor puede devolver a la Organizaci¨®n el equivalente, en cupones, a 1.600 pesetas -veinte tiras-, corriendo el resto de las p¨¦rdidas por cuenta del vendedor. Antes, al no poder devolver ning¨²n cup¨®n sobrante, los propios vendedores daban salida al excedente a un precio inferior al fijado, actitud que persigui¨® y sancion¨® la ONCE duramente.
Los "tiratenientes"
Debido a la existencia de esquinas y quioscos m¨¢s favorables a la venta que otros, se producen grandes diferencias de sueldos. As¨ª, mientras unos perciben el jornal m¨ªnimo -novecientas pesetas por d¨ªa de sorteo y seiscientas por d¨ªa festivo-, otros llegan a ganar hasta 5.000 pesetas diarias. Estos son los ?tiratenientes?, llamados as¨ª por sus propios compa?eros, pues si bien existe un tope m¨¢ximo de salida de ventas, en la pr¨¢ctica no es respetado, con lo que se crean los privilegiados en n¨²meros de tiras y en una ?distinta vigilancia? por parte de inspectores videntes.De todo este engranaje se desprende f¨¢cilmente la idea de empresa que rodea a la ONCE. El cup¨®n, al ser el ¨²nico elemento determinante de la econom¨ªa de la Organizaci¨®n -no se estudian nuevas posibilidades de autofinanciamiento ni de salidas profesionales para los vendedores-, la venta ha llegado a ser la m¨¢xima aspiraci¨®n del invidente, al estar s¨®lo mentalizado para este fin.
La ONCE, por otra parte, no garantiza los riesgos que los comisionistas sufran durante su trabajo, como son: el fraude, la poca venta, o enfermedad sin baja m¨¦dica. Tampoco cuentan con pagas de beneficios. La ONCE, adem¨¢s, tiene facultad para sancionar como quiera. Los vendedores pueden ser castigados por faltas no tipificadas -un objeto de sanci¨®n puede ser el cambio de esquina o no vocear bien el n¨²mero-, con penas tampoco tipificadas y, por lo general, no hay instrucci¨®n de expediente ni audiencia del interesado.
Aunque hemos indicado que la venta del cup¨®n es un monopolio concedido a la ONCE, los inv¨¢lidos civiles que sufren incapacidad permanente lo pueden obtener si est¨¢n afiliados a la ANIC (Asociaci¨®n Nacional de Inv¨¢lidos Civiles), siempre y cuando su n¨²mero no sobrepase el 25% de los vendedores ciegos de una delegaci¨®n.
?La ONCE ha venido subvencionando a la ANIC con cantidades de hasta treinta millones de pesetas al a?o, y que, si bien figuraban en el presupuesto como concepto de ayuda, era una forma de garantizar la "no injerencia" en la venta del cup¨®n.?
La forma en que est¨¢ concebida la venta de los cupones y los efectos que entre los propios invidentes origina supera con creces el resto de las graves deficiencias que subsisten en la Organizaci¨®n. La imposici¨®n de ?vocear? el n¨²mero, que en determinados casos llega a producir un aspecto de mendicidad, provocando, como consecuencia, el paternalismo de los que pasan cerca, es una situaci¨®n que la ONCE aprovecha y estimula.
El propio jefe nacional de la ONCE, Jes¨²s Jim¨¦nez Alb¨¦niz, en una entrevista concedida en 1976 afirma: ??Lo que viene a ganar uno? Depende, claro est¨¢, del n¨²mero de cupones que venda..., para lo que es preciso tener salero.?
Ciegos: "incapaces laborales"
Respecto a la situaci¨®n laboral de los trabajadores hay que hacer menci¨®n aparte de quienes hacen el Libro hablado, y que consiste en la grabaci¨®n de libros considerados ?aptos? para los invidentes. Estos trabajadores tienen la categor¨ªa de locutores, de los que una gran mayor¨ªa pertenece a la profesi¨®n, mientras el resto accede a trav¨¦s de diversas pruebas y posterior selecci¨®n, controlada por la ONCE. Su jornada de lectura queda limitada a dos horas y media diarias, por ser considerado como trabajo duro.No obstante, ?s¨®lo cobran, por hora grabada y ¨²til, a 350 pesetas la hora, sin tener en cuenta el tiempo perdido (a veces llega a ser todo un d¨ªa) por equivocaciones en la grabaci¨®n u otro incidente ajeno a los locutores: fallo del aparato, rotura o p¨¦rdida de cintas, etc¨¦tera. Por otra parte, al ser considerados como "colaboradores" no tienen derecho a vacaciones ni pagas extraordinarias; tampoco cobrar los d¨ªas festivos?.
?La asistencia m¨¦dica, asimismo, no corre por cuenta de la Organizaci¨®n. A pesar de que la mayor¨ªa llevan trece a?os trabajando, pueden ser despedidos sin que en ninguna de las disposiciones internas -la ¨²ltima es el reglamento del personal de 1970- se les reconozca el derecho a reclamar jur¨ªdicamente ante la autoridad competente.?
En cuanto al resto de los trabajadores, su situaci¨®n laboral no difiere sustancialmente con la que acabamos de analizar. Al no tener la Organizaci¨®n personalidad jur¨ªdica alguna -no es empresa privada, tampoco es organismo de beneficencia, ni forma parte de la Administraci¨®n p¨²blica-, sus trabajadores adquieren la categor¨ªa de ?funcionarios? de la ONCE, categor¨ªa que, por otra parte, tampoco aparece recogida en las disposiciones antes se?aladas. No son considerados trabajadores (en el sentido legal del t¨¦rmino), ya que no est¨¢ reconocido su derecho a asistir a Magistratura en caso de despido. Al mismo tiempo, y seg¨²n la orden ministerial de Trabajo de 20 de junio de 1959, los ciegos son ?incapaces laborales?, lo que acent¨²a, en opini¨®n de los trabajadores videntes, ?nuestra situaci¨®n de lazarillos, ya que, te¨®ricamente al menos, estamos a las "¨®rdenes" de "incapacitados". Sin embargo, los funcionarios tenemos un sueldo, un horario y funciones espec¨ªficas?.
No existe ning¨²n contrato de trabajo, encontr¨¢ndose diseminada su relaci¨®n laboral en distintas modalidades de trabajo: los trabajadores que dependen del Consejo y que son funcionarios estatales, tienen contratos colectivos no nominales; para adquirir la categor¨ªa de funcionario de la ONCE se exige una oposici¨®n regulada y controlada por la Organizaci¨®n, quien concede el t¨ªtulo y por el que debe abonarse un tanto por ciento del sueldo, que oscila alrededor de 1.500 pesetas; un tercer grupo lo constituyen los nombrados directamente por el jefe de la ONCE, por ¨²ltimo, adem¨¢s de los lectores, est¨¢n aquellos trabajadores que cobran mensualmente cantidades distintas mediante recibo.
En cuanto a la asistencia m¨¦dica, tanto de trabajadores -excepto las se?oras de la limpieza y los celadores de colegios- como de afiliados, dependen de un r¨¦gimen especial a trav¨¦s de un concierto con Sanitas, que no cubre la mayor¨ªa de las enfermedades. As¨ª, al no tener establecida la Organizaci¨®n contacto alguno con instituciones como el Oft¨¢lmico o el Banco de Ojos, la mayor¨ªa de los invidentes -?existen familias enteras, hasta con nueve hijos ciegos?- no tienen capacidad econ¨®mica para asistir a consultas privadas, en aquellos casos que el r¨¦gimen especial no los cubre.
La censura
Hasta hace escasos meses, la censura en el servicio del Libro hablado ha sido total. ?La hemos sufrido -se?alan los trabajadores- en dos niveles. Uno, ideol¨®gico, pues s¨®lo eran grabadas las obras que hab¨ªan conseguido salvar un previo control y selecci¨®n. El otro estaba referido al propio contenido formal, pues dentro de los textos ya escogidos se cambiaban t¨¦rminos originales por otros m¨¢s suaves o "adecuados a la situaci¨®n". Un ejemplo es la no publicaci¨®n de El informe sobre ciegos de Ernesto S¨¢bato.?Este control y selecci¨®n de textos ha provocado la actual situaci¨®n cultural del invidente. El paternalismo y dirigismo cultural que ha venido sufriendo -y que en cierta medida no ha experimentado ninguna variaci¨®n- le coloca en los ¨²ltimos lugares del panorama europeo. Su nivel cultural, salvo contadas excepciones de autodidactas, es muy bajo.
Homosexualidad y suicidio
La ONCE tiene prevista la ense?anza institucionalizada s¨®lo a partir de los seis a?os, con lo que los primeros a?os de vida est¨¢n desasistidos de una atenci¨®n especial y de una rehabilitaci¨®n integradora. Esto produce, en muchos casos, problemas irreversibles de adaptaci¨®n al medio social.?La ausencia en los colegios de especialistas, psic¨®logos, pedagogos, as¨ª como la poca preparaci¨®n del profesorado, en su mayor¨ªa ciego, impide la preparaci¨®n ps¨ªquica necesaria para, una vez terminados, sus estudios, integrarse en una sociedad en la que ni econ¨®mica, ni social, ni profesionalmente suelen encontrar una salida digna. De ah¨ª el progresivo aumento de suicidios y tentativas entre los j¨®venes que acaban el per¨ªodo de estudios en una edad clave -entre diecis¨¦is y dieciocho a?os-, sobre todo si se tiene en cuenta que salen de los centros con un cierto retraso, tanto en su formaci¨®n intelectual como en sus vivencias.? Concretamente, en los universitarios es donde se dan la mayor¨ªa de los suicidios, debido a una imposibilidad de integrarse profesionalmente y recibir, como ¨²nica salida, la venta del cup¨®n.
El car¨¢cter segregado de la ense?anza y una educaci¨®n que no es mixta provoca el desconocimiento total del sexo contrario, con los consiguientes trastornos ps¨ªquicos que, en numerosas ocasiones, desembocan en problemas de homosexualidad dentro de los colegios. Problemas que se solucionan con la expulsi¨®n del centro docente del alumno que lo ha causado.
Otro aspecto que viene a demostrar la despreocupaci¨®n en el campo de la ense?anza es la existencia en una misma aula de ni?os ciegos con un coeficiente intelectual normal, y ciegos subnormales. La ense?anza es impartida de forma similar para todos.
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