Juan Pablo I
UN CONCLAVE resuelto r¨¢pidamente y una tensi¨®n informativa que no ha dejado de manifestarse desde el fallecimiento de Su Santidad Pablo VI, el pasado d¨ªa 6, evidencian la existencia de un consenso en el Colegio Cardenalicio r¨¢pidamente manifestado y cuyo resultado no era f¨¢cil prever, as¨ª como la persistencia del alto rango mundial del Romano Pont¨ªfice y de su elevado significado moral para todos, pese a que nuestro mundo se secularice y se defina nuestro tiempo por algunos como el de la Muerte de Dios. Cada persona consultada, perteneciente al pueblo fiel, a la jerarqu¨ªa celesial o a los estratos superiores de la pol¨ªtica, no ha dejado de manifestar sus propias preferencias sobre el sucesor en la c¨¢tedra de Pedro, a veces tan dispares, que si se construyese un retrato robot, en ¨¦l aparecer¨ªan probablemente rasgos muy dif¨ªciles de integrar. Ser¨ªa, por ejemplo, un Papa atento a la Iglesia y a los problemas del Tercer Mundo. inflexible con los poderosos, pero propiciador de la coexistencia pac¨ªfica; renovador. pero dentro de un orden: italiano, pero internacionalista o capaz de armonizar la comprensi¨®n sociol¨®gica con la firmeza del dogma, etc¨¦tera.Juan Pablo I, nombre de por s¨ª comprensivo de los dos papados que le han precedido, puede ser el Romano Pont¨ªfice que sepa integrar todas aquellas esperanzas que en ¨¦l se depositan, que no responden sino a una misma comunidad de m¨¢s de setecientos millones de personas, unida y plural en la misma fe. Aunque figurase en algunas listas de papables. su elecci¨®n ha constituido, en cierto modo, una sorpresa. Sorpresa relativa, sin embargo. en cuanto a la soluci¨®n final. Frente a los rasgos m¨²ltiples que se le ped¨ªan a Su Santidad, incluso frente a los que pretend¨ªan una renovaci¨®n en la nacionalidad mantenida desde hace siglos. un dato, que por lo dem¨¢s no ha sorprendido a nadie, pod¨ªa acabar con todas las discrepancias: que se tratase de un Papa italiano. Dado el s¨®lido car¨¢cter romano de la c¨¢tedra de Pedro y el peso esencial que en la Iglesia cat¨®lica tiene la burocracia vaticana, una nueva promoci¨®n de un cardenal italiano no es, en principio, un signo negativo. M¨¢s bien responde a las caracter¨ªsticas actuales del gobiernode la Iglesia. caracter¨ªsticas que, por otra parte, tratar¨ªa de alterar Pablo VI.
Tampoco es f¨¢cil opinar de alg¨²n modo sobre la personalidad del cardenal Luciani o aventurar juicios sobre lo que ser¨¢ la travectoria de Juan Pablo I. Siempre incide el poder sobre la personalidad que lo recibe, incluso trat¨¢ndose del poder espiritual heredado de Pedro e instituido por Cristo. Caracterizado como tradicional. opuesto al divorcio y firme partidario de la Democracia Cristiana, el que hasla ayer era patriarca de Venecia recibe tambi¨¦n los elogios por su profunda cultura la finura de su esp¨ªritu, as¨ª como lo que nos parece extremadamente importante, por su lejan¨ªa respecto al esp¨ªritu del provincialismo italiano. En este sentido, cuando el cardenal Montini fue elegido Romano Pont¨ªfice no constituy¨® apenas sorpresa, encabezaba la lista de los favoritos, se le sab¨ªa progresista y proclive a los conflictos entre la voluntad de cambio Y la inercia de la tradici¨®n. Pero Juan XXIII, tambi¨¦n patriarca de Vencia como el cardenal Luciano, por su edad y su sentido de la vida sin complicaciones, jam¨¢s har¨ªa creer que sentar¨ªa las nuevas bases de la perdurabilidad de la Iglesia. Lo que Juan Pablo I sea nos lo dir¨¢ la luz del Esp¨ªritu Santo y los signos de nuestro tiempo.
Si insistir en las c¨¢balas sobre Juan Pablo I se nos antoja un juego algo irrelevante, no nos parece lo mismo todo aquello que no se establece en la c¨²spide de la Iglesia cat¨®loica. sinio en su base, en el pueblo de Dios y, es en general, en toda la comunidad mundial que, creyente o no en una religi¨®n positiva, vinculada o no a la fe de Cristo, sigue concediendo gran importancia al impulso moral del Vaticano y a su visi¨®n espiritual de los conflictos de nuestro tiempo. Juan Pablo I, por ello, se debe a todo un c¨²mulo de aspiraciones de la Humanidad en el camino hacia un punto Omega donde pueden ser necesarios los predicamentos teol¨®gicos y las disciplinas eclesiales, pero donde la esencialidad reside, a nuestro juicio, en la comprensi¨®n y el amor hacia todos los hombres que, cada cual en su camino, sin que frecuentemente les sean ahorrados ning¨²n tipo de sufrimientos, miran en ese espejo oscuro donde San Agust¨ªn dec¨ªa que Dios ense?a a descubrir la fe.
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