La responsabilidad de la polic¨ªa
LA OLEADA de atentados terroristas, que ha desbordado ¨²ltimamente los l¨ªmites del Pa¨ªs Vasco para extender su campo de operaciones a otros escenarios de la Pen¨ªnsula, sigue eligiendo de manera preferente como v¨ªctimas a servidores del orden p¨²blico. Su objetivo resulta transparente: exasperar a los cuarteles y guarniciones, minar la moral de las fuerzas de seguridad y propiciar esas incitaciones al golpismo que la prensa amarilla de la ultraderecha se dedica provocadoramente a lanzar en una estrategia de agitaci¨®n desestabilizadora y simple pornograf¨ªa pol¨ªtica.La nota dominante de esta ofensiva criminal es la completa separaci¨®n entre esos profesionales del asesinato y el medio social sobre el que operan. S¨®lo en el Pa¨ªs Vasco, y en grado cada vez m¨¢s reducido, cabr¨ªa localizar segmentos de poblaci¨®n donde las heridas todav¨ªa no cicatrizadas de la represi¨®n pueden llegar a identificarse con esos actos criminales. Pero la inmensa mayor¨ªa de la sociedad espa?ola, incluida la vasca, ha expresado suficientes veces y con la necesaria energ¨ªa su rechazo ante esa barbarie que pretende disfrazarse con m¨¢scaras pol¨ªticas. Esta es la diferencia b¨¢sica entre los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, que descansan en las libertades y los derechos c¨ªvicos y reciben su legitimaci¨®n del sufragio universal, y los sistemas dictatoriales. En la Espa?a democr¨¢tica, los terronstas, y haciendo salvedades de la peculiar situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, lejos de moverse como el pez en el agua, act¨²an, por as¨ª decirlo, en seco, cortados de esos movimientos de simpat¨ªa e identificaci¨®n sociales que surgen cuando el terrorismo se halla situado tambi¨¦n en el poder. Esta es la raz¨®n por la que resulta imposible considerar esos abominables atentados como actos pol¨ªticos; y tambi¨¦n el motivo para que resulte dif¨ªcil admitir que unas operaciones realizadas de forma tan fr¨ªa y tan desprovistas de respaldo social no sean ejecutadas por profesionales del crimen y movidas por fuerzas internas o externas cuya naturaleza es tan oscura como sospechosa.
Aqu¨ª es donde parece necesario referirse a la preocupante incapacidad de nuestros servicios policiales de informaci¨®n para prevenir esos delitos, perseguir y capturar a los culpables, y determinar los verdaderos perfiles de esa monstruosa y criminal conspiraci¨®n contra la vida de los servidores de las fuerzas de orden p¨²blico y de los mandos militares y contra las instituciones democr¨¢ticas. Durante el r¨¦gimen anterior, grupos de funcionarios del Cuerpo General de Polic¨ªa fueron especializados en la represi¨®n de la oposici¨®n democr¨¢tica; la eficacia de su actuaci¨®n qued¨® demostrada y no fue la inoperancia de la Brigada Pol¨ªtico-Social la que hizo posible la desaparici¨®n de las instituciones de la dictadura; por el contrario, las transformaciones sociales, econ¨®micas e ideol¨®gicas que. hac¨ªan irreversible el tr¨¢nsito de Espa?a hacia la democracia pudieron ser contrarrestadas con ¨¦xito durante el ¨²ltimo per¨ªodo del r¨¦gimen por la pol¨ªtica represiva. Buena parte de esos mismos funcionarios -de los que constituye un s¨ªmbolo el se?or Conesa- contin¨²an al frente de las tareas de investigaci¨®n pol¨ªtico-polic¨ªacas, aunque muchas de sus antiguas v¨ªctimas sean ahora diputados. Es, muy dif¨ªcil no preguntarse: ?por qu¨¦ no resultan ahora tan capaces como anta?o?
El nuevo marco democr¨¢tico ha restringido de manera impresionante los comportamienlos delictivos de naturaleza pol¨ªtica, ha privado de soporte social y popular a quienes infringen la legalidad con pretendidos motivos pol¨ªticos, ha relegado a la esfera de la criminalidad marginal a los enemigos de los poderes p¨²blicos. El Parlamento. pese a los malos recuerdos que para la oposici¨®n democr¨¢tica evoca cualquier tipo de legislaci¨®n antiterrorista (utilizada en el pasado para perseguir comportamientos no violentos), aprob¨® el pasado mes de julio una disposici¨®n que refuerza considerablemente las competeftcias de la polic¨ªa. Los partidos pol¨ªticos condenan, una y otra vez, con energ¨ªa y sin la menor reticencia, los atentados perpetrados contra las fuerzas del orden, creando as¨ª el clima necesario para que la polic¨ªa reciba los apoyos sociales necesarios. Los medios de comunicaci¨®n, sean estatales, de grupos pol¨ªticos o simplemente profesionales, se han unido, igualmente, a la campa?a en contra de la violencia terrorista. Los medios t¨¦cnicos de que dispone el Cuerpo General de Polic¨ªa son -creemos- abundantes y modernos. La relaci¨®n porcentual entre polic¨ªas (al margen las fuerzas de orden p¨²blico) y el censo de la poblaci¨®n espa?ola figura entre las m¨¢s altas de Europa.
As¨ª, pues, las medidas excepcionales aprobadas por el Parlamento, el respaldo de las fuerzas pol¨ªticas, el apoyo prestado por los medios de comunicaci¨®n, la dotaci¨®n t¨¦cnica y los efectivos humanos puestos a su disposici¨®n privan de excusa a los responsables de la investigaci¨®n antiterrorista. Ya es un t¨®pico, pero tambi¨¦n una necesidad, hablar, a este respecto, del ?superagente? Conesa mantenido contra viento y marea en su puesto dejefe de la Brigada Antiterrorista por el Gobierno. La apuesta realizada por el ministro del Interior en favor de este antiguo especialista en la represi¨®n antidemocr¨¢tica ha sido criticada hasta ahora desde enfoques ideol¨®gicos, cuando no ¨¦ticos. Ya va siendo hora de que a los argumentos anteriores se unan los de la simple eficacia, que brilla por su ausencia.
Quede claro, no obstante, que no se trata de convertir al se?or Conesa en el chivo expiatorio del fracaso de los servicios de seguridad para detener la ofensiva terrorista y descubrir sus centros directivos, sus fuentes de financiacion y sus apoyos nacionales o. internacionales. Simplemente, es el s¨ªmbolo de un determinado tipo de funcionario policial mal acomodado a la nueva situaci¨®n.
Las declaraciones de la Agrupaci¨®n Profesional de Funcionarios del Cuerpo General de Polic¨ªa en el sentido de que ?est¨¢n dolorosamente hartos? de la situaci¨®n las compartimos todos los espa?oles de bien. A?adimos una: los ciudadanos estamos dolorosamente hartos de ver que funcionarios que pertenecen a la plantilla del Estado y ven asesinar impunemente a los suyos no son capaces de descubrir a los asesinos y mantienen un clima de inseguridad en la calle. Sabemos que, por desgracia, el terrorismo es d¨ªficil de combatir y casi imposible de erradicar en las sociedades modernas. Pero tambi¨¦n la polic¨ªa tiene, sin duda, una responsabilidad en todo esto.
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