Su¨¢rez en La Habana
EL MANTENIMIENTO de las relaciones diplom¨¢ticas entre Espa?a y Cuba despu¨¦s de que Estados Unidos decretara, en 1960, el bloqueo de la isla, e incluso despu¨¦s de que una bufonada diplom¨¢tica del embajador Lojendio creara una tensa situaci¨®n entre los dos pa¨ªses, desaf¨ªa las interpretaciones simplistas de la pol¨ªtica internacional.El R¨¦gimen de Franco, que exped¨ªa pasaportes de turismo v¨¢lidos para todo el mundo ?excepto Rusia y pa¨ªses sat¨¦lites?, no s¨®lo no rompi¨® los nexos con la Cuba socialista, sino que, adem¨¢s, autoriz¨® la exportaci¨®n de bienes necesarios para el desarrollo de la isla, acept¨® como contrapartida, en unos intercambios comerciales en constante aumento, productos cubanos no imprescindibles para la econom¨ªa espa?ola o que se pod¨ªan conseguir en otros mercados, y se neg¨® a cancelar los vuelos regulares entre La Habana y Madrid de Iberia y Cubana de Aviaci¨®n, que durante una larga ¨¦poca resultaron vitales para la comunicaci¨®n del pa¨ªs caribe?o con Europa. En el ¨²ltimo a?o del franquismo se firm¨® incluso un importante acuerdo comercial, posteriormente criticado por el precio, desventajoso para Espa?a, fijado para las compras de az¨²car.
As¨ª, pues, el viaje del presidente Su¨¢rez no se inscribe en este caso, en una nueva estrategia internacional espa?ola. Pero ser¨¢ ¨²til para la consolidaci¨®n de las relaciones comerciales entre los dos pa¨ªses. Las posibles gestiones que pueda realizar el presidente espa?ol para la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos que conservan nuestra nacionalidad van a realizarse en un buen momento, pues los propios cubanos han anunciado la excarcelaci¨®n de una parte de su poblaci¨®n penal.
Algunos observadores atribuyen al viaje una importante misi¨®n mediadora entre Washington y La Habana, cosa que nos parece bastante inveros¨ªmil, y no hay nada que pueda demostrar semejante aseveraci¨®n. En cambio es m¨¢s cre¨ªble que la diplomacia espa?ola tratar¨¢ de convencer al r¨¦gimen cubano, que no oculta sus simpat¨ªas por el Frente Polisario y mantiene estrech¨ªsimas relaciones con Argelia, para que interponga su influencia ante los pa¨ªses africanos no alineados en la disputa sobre el Sahara y Canarias.
El vuelco de la pol¨ªtica exterior cubana hacia ?frica, desde su participaci¨®n en la guerra de Angola, nace del fracaso de la estrategia revolucionaria ?foquista? en Latinoam¨¦rica, que ha llevado a La Habana a abandonar el apoyo a los grupos guerrilleros o a reducirlo a proporciones m¨ªnimas y a regresar a pr¨¢cticas m¨¢s tradicionales de diplomacia de Estado. Al dirigir la mirada al continente africano -sin duda bajo el directo patrocinio de Mosc¨²- y encauzar la ayuda militar y t¨¦cnica hacia instituciones de gobierno, Cuba logra dar salida a sus propias tensiones internas, retirarse ?con honor? del escenario americano tras la derrota de su anterior planteamiento estrat¨¦gico y hacer compatibles sus acciones exteriores con la estrategia global de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, grandemente interesada en conseguir una posici¨®n privilegiada en ?frica.
Por lo dem¨¢s, el presidente Su¨¢rez presumiblemente invitar¨¢ a Fidel Castro a visitar Espa?a en los pr¨®ximos meses. El viaje coincidir¨ªa, as¨ª, con el veinte aniversario de la entrada en La Habana de los guerrilleros del Movimiento 26 de Julio. A lo largo de estas dos d¨¦cadas, la econom¨ªa y la sociedad cubanas han sufrido modificaciones sustanciales. El exilio masivo -por razones pol¨ªticas- de profesionales y t¨¦cnicos altamente cualificados, el bloqueo a que fue sometida la isla por Estados Unidos y los errores de los dirigentes cubanos han hecho que esa transformaci¨®n haya tenido costos muy elevados. Despu¨¦s de la euforia -voluntarista y -despilfarradora, que culmin¨® con el fracaso de la ?zafra de los diez millones?, la adopci¨®n de las pautas pol¨ªticas y culturales de la Uni¨®n Sovi¨¦tica desbarat¨® el sue?o de que la mejora de la situaci¨®n material, la educaci¨®n y la sanidad de los cubanos pudiera hacerse en un clima de libertad con el r¨¦gimen fidelista. En cualquier caso, los logros alcanzados por Cuba son notables si el t¨¦rmino de comparaci¨®n elegido son otros pa¨ªses latinoamericanos que se mueven en un c¨ªrculo vicioso de pobreza, analfabetismo y enfermedades end¨¦micas. La ausencia de libertades en la inmensa mayor¨ªa de las rep¨²blicas latinoamericanas (en el pasado, en la Cuba de Batista) y las violaciones de los derechos humanos en el Cono Sur y en Centroam¨¦rica no han de restar fuerza a las justas cr¨ªticas que se?alan la tendencia del r¨¦gimen cubano a convertir a los disidentes y defensores de los derechos humanos en traidores o agentes de la CIA y que observan el dominio cada vez mayor de la burocracia pol¨ªtica y militar sobre la sociedad cubana. Por lo dem¨¢s, cada vez es mayor la identificaci¨®n de la pol¨ªtica cubana con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que llev¨® a Fidel Castro a bendecir la invasi¨®n de Checoslovaquia y le ha convertido ahora en el m¨¢s feroz denigrador de China. Con ello -debido, sin duda, a la presi¨®n americana-, el castrismo ha perdido ante la izquierda internacional la autoridad moral y la originalidad revolucionaria que le convirti¨® en un mito a mediados de los sesenta.
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