Juan Manuel Fanjul: "El crecimiento de la delincuencia en Espa?a ha sido simplemente vegetativo"
Pregunta. ?Qu¨¦ variaciones hubo en el mundo delictivo de Espa?a en el a?o judicial cuya memoria acaba de ser dada a conocer?Respuesta. La memoria se refiere al a?o natural anterior al 15 de septiembre y corresponde a todo el a?o 1977. Por tanto, es una memoria relativa a un per¨ªodo en el cual yo no era fiscal. Lo era el se?or Gonz¨¢lez Zapatero. Sin embargo, naturalmente, la memoria la suscribe el fiscal que est¨¢ en este momento en funciones. Aparte de las estad¨ªsticas habituales, esta recopilaci¨®n lleva una introducci¨®n en la que se enfoca el encuadre que el ministerio fiscal tiene en lo que ya hay de Constituci¨®n. Esta introducci¨®n es responsabilidad m¨ªa, y actualiza, por decirlo as¨ª, la memoria que presentamos relativa a 1977.
Tiene el inter¨¦s de que es el primer a?o de un contenido democr¨¢tico completo. El refer¨¦ndum fue el 15 de diciembre de 1976, al a?o siguiente se celebraron las elecciones. En 1977, el entorno pol¨ªtico-jur¨ªdico gira en torno a unas coordenadas distintas de las de los a?os anteriores.
En l¨ªneas generales, la delincuencia entre 1976 y 1977 tiene un crecimiento que pudi¨¦ramos llamar vegetativo. Hay un cambio de diez delitos a doce por cada mil habitantes. Es un crecimiento normal, sobre todo en una etapa de transici¨®n pol¨ªtica y de dificultades econ¨®micas. En cuanto al tipo de delitos, progresan de manera alarmante los que van contra la propiedad, que de 1976 a 1977 se incrementaron en un 87%. No ocurre as¨ª con el resto de los delitos, pese a algunas exageraciones de algunos medios de difusi¨®n respecto a delitos contra la honestidad que en realidad no tienen la trascendencia que se les ha querido dar. En los primeros meses de mi trabajo como Fiscal del Reino, alarmado por esas noticias, pregunt¨¦ en todas las fiscal¨ªas territoriales de Espa?a por esta clase de delitos y me aseguraron que no exist¨ªan signos de aquellas alarmas.
Las tres caracter¨ªsticas de la etapa que comentamos podr¨ªan ser estas: aumento progresivo de los delitos contra la propiedad, en lo que yo creo que influye la situaci¨®n de desempleo. Muchos acuden al delito contra la propiedad para buscar lo superfluo o para hallar lo que es esencial para comer. La segunda caracter¨ªstica es la progresi¨®n en el consumo de drogas. El comercio de las drogas sigue recluido en estructuras tradicionales de tipo ?mafioso?, pero el consumo ha aumentado, sobre todo, y esto es lo m¨¢s grave, en gente joven. La tercera caracter¨ªstica es el enorme aumento de la delincuencia juvenil, protagonizada por chicos cuyas edades oscilan de los catorce a los diecis¨¦is a?os.
Este ¨²ltimo es un problema no estrictamente espa?ol, sino europeo. En Inglaterra, por ejemplo, alcanza grados de sadismo incre¨ªbles. Es la ense?anza que se obtiene de la Naranja mec¨¢nica. Esta delincuencia juvenil se basa en el convencimiento que tienen los chicos acerca de la casi impunidad de que gozan en virtud de su edad. Es un problema muy grave que me preocupa much¨ªsimo y sobre el que la sociedad tiene que mentalizarse.
P. ?Qu¨¦ pueden hacer los estamentos responsables de la sociedad para reducir esos ¨ªndices crecientes de delincuencia iuvenil? ?Existenlos medios adecuados para la protecci¨®n de la infancia y de la juventud o fallan las estructuras sociales obligadas a ofrecer esa protecci¨®n?
R. Yo creo que se falla en much¨ªsimos aspectos. En primer lugar, fallamos en lo que podr¨ªamos llamar caldo de cultivo social. Si ha habido una sociedad materialista en la historia es esta en la que nos hallamos. Nunca hubiera pensado Marx que su concepto del materialismo hist¨®rico iba a venir de la mano del capitalismo. Naturalmente, en esta sociedad de consumo el ni?o tiene a su alcance, con s¨®lo encender la televisi¨®n, una serie de placeres que van desde el caramelo hasta la se?ora, pasando por la droga. La sociedad no ofrece un atractivo espiritual para el. ni?o. No se hace nada para frenar este materialismo. Por ejemplo, no se controlan los medios de difusi¨®n incluso los oficiales, que colaboran a este ofrecimiento malsano.
Con respecto a la tutela de los menores que ya han incidido en alguna infracci¨®n, en mi criterio es anacr¨®nica, inservible y debe ser profundamente revisada. Por supuesto, de ello es consciente el ministro de Justicia, al que se lo he planteado muchas veces y que mantiene la convicci¨®n de que esto hay que transformarlo de arriba abajo, como se vuelve un calcet¨ªn.
P. Algunos medios de difusi¨®n, a los que usted ha aludido calific¨¢ndolos de alarmistas, insisten en identificar el nacimiento de la democracia con el aumento de la delincuencia. ?C¨®mo se enfrenta usted a esa opini¨®n?
R. Es como confundirla gimnasia con la magnesia. La democracia tiene el fundamento filos¨®fico de que todos los hombres son mejores y de que todos desarrollan su actividad en un ambiente de libertad y de relajamiento, sin complejos. El hombre que se halla en esas circunstancias tiene que producir unos resultados mucho m¨¢s positivos que el que se halla sometido a tensiones y a inhibiciones impuestas desde fuera.
Un cambio tremendo
Lo que ocurre es que nuestro tr¨¢nsito de 1975 a la situaci¨®n actual ha sido tremendo, trascendental e inesperado en algunos sentidos. Ese cambio ha influido tanto en la vida de los hombres que en ciertos casos algunos se han disparado. A partir de esa circunstancia, alguien ha pretendido asimilar democracia y delincuencia diciendo que la democracia no es posible. Si no es posible esto, pregunto yo muchas veces, ?qu¨¦ es posible? ?Debemos volver a sufrir una tensi¨®n como la que ha vivido el pa¨ªs? Evidentemente, no era una tensi¨®n que se palpara en las calles, pero se hallaba en la mente y en la vida de las personas.Lo que ha pasado es que se ha producido una soluci¨®n de continuidad entre una mec¨¢nica legal y otra mec¨¢nica legal distinta. Durante una serie de a?os funcion¨® una mec¨¢nica legal, de car¨¢cter administrativo, con arreglo a una legislaci¨®n que reprim¨ªa toda clase de excesos, tanto los justos como los injustos. De ah¨ª se salt¨® a la democracia, sobre todo, a ra¨ªz del nombramiento de Adolfo Su¨¢rez. Esa democracia no ha construido a¨²n su paquete de medidas legales. Aquellas medidas legales antiguas no pueden ser aplicadas en su mayor¨ªa porque pol¨ªticamente han periclitado. Y estas otras todav¨ªa no se han construido. Por eso nos encontramos muy frecuentemente con un vac¨ªo de legalidad en el cual, naturalmente, se producen excesos.
P. ?C¨®mo puede responder a una mec¨¢nica progresista, desde el punto de vista legal, un cuerpo jur¨ªdico espa?ol que ha sido fundamentalmente conservador?
R. Como est¨¢ respondiendo. El jurista tiene por funci¨®n aplicar, la ley que se le da, le sea m¨¢s o menos simp¨¢tica. Por tanto, en la actuaci¨®n de la magistratura, el hombre se desprende de sus principios para aplicar la ley que se le otorga. Contemplo c¨®mo magistrados y Fiscales, izquierdistas o derechistas en el campo ideol¨®gico, reaccionan ante problemas que se les presentan con conceptos dogm¨¢ticos del derecho que verdaderamente llamar¨ªan la atenci¨®n, porque han superpuesto a sus principios personales la finalidad de la ley.
P. ?No cree usted que la dependencia del ministerio fiscal de las directrices gubernamentales ha sido y es excesiva en Espa?a?
R. La relaci¨®n entre el ministerio Fiscal y los poderes ejecutivos de todos los pa¨ªses es evidente. Se ha discutido mucho cu¨¢l es el papel del ministerio fiscal dentro de la estructura general de la administraci¨®n de justicia. Hay quienes creen que es una magistratura postulante, inserta en el poder judicial, pero independiente, mientras que otros sostienen que los fiscales deben ser meros funcionarios al servicio del Gobierno.
Hay que clarificar la idea de que el ministerio fiscal pueda ser una mera m¨¢quina, por la cual entra el impulso del ejecutivo y se transforma en una querella y sale la querella por el otro lado de la m¨¢quina. Entre ese impulso y la posible querella est¨¢ la aplicaci¨®n de los principios de imparcialidad y legalidad. Cualquier denuncia que le pasa un ¨®rgano del poder ejecutivo, si en el criterio fiscal no est¨¢ de acuerdo con la legalidad, este ministerio puede archivar la denuncia sin dar explicaciones a nadie. Yo le aseguro que se est¨¢ aplicando de una manera rigurosa por parte de los fiscales esa normativa. Por mi parte, que podr¨ªa ser el que se pusiera m¨¢s en duda por parte de algunas personas, puesto que procedo de la pol¨ªtica, desde el momento en que fui nombrado, prim¨® en m¨ª una realidad insoslayable: despu¨¦s de treinta y ocho a?os de abogado en ejercicio, me retir¨¦ de todo, me hice el compromiso de servir a este cargo con una pureza absoluta y desde ese momento, no he tenido m¨¢s preocupaci¨®n que la de cumplir con lo que es la cabeza del ministerio fiscal en sus dos vertientes: las relaciones del ministerio fiscal con la comunidad y las del fiscal del Reino con sus fiscales. Operamos con un criterio estrictamente jur¨ªdico: imparcialidad y legalidad, y de ah¨ª no nos saca nadie. Antes de torcerme un mil¨ªmetro, me marchar¨ªa de este despacho.
P. Desde distintos ¨¢ngulos de la vida espa?ola se pide la derogaci¨®n de la ley de Peligrosidad Social, a la que se califica de ?anacr¨®nica?. ?Qu¨¦ opina usted de ello?
R. Es un tema que est¨¢ en continua evoluci¨®n. El gran pionero del concepto de peligrosidad social fue mi maestro Luis Jim¨¦nez de As¨²a, cuya ley de Vagos y Maleantes, dictada en la Rep¨²blica, que fue calificada como ?una gran conquista social?. Luego vino la reforma de esa ley y m¨¢s tarde se promulg¨® la actual ley de Peligrosidad Social de 1970. Yo me opuse a ella desde mi esca?o de procurador en Cortes de representaci¨®n familiar. Dije en una enmienda, la ¨²nica que se present¨® a la totalidad, que la ley de Peligrosidad Social sin establecimientos adecuados y sin equipos humanos t¨¦cnicos era un fraude. Esta idea m¨ªa es la que existe en el Ministerio de Justicia, donde se trabaja sobre una nueva ley de marginados, o de rehabilitaci¨®n social, que vaya al comp¨¢s de los tiempos. Es decir, que el problema existe desde 1933, cuando el profesor Jim¨¦nez de As¨²a redact¨® su ley primitiva y va evolucionando al comp¨¢s del desarrollo social.
P. ?Cree usted que es normal, en pleno a?o 1978, que un homosexual sea considerado en Espa?a como delincuente?
R. No. El concepto de delincuente social hay que ponerlo en relaci¨®n con el da?o que produzca en su entorno. Para m¨ª, este ejemplo que usted me ha puesto, si no produce un impacto de esc¨¢ndalo o proselitismo, si no acarrea riesgo de contaminaci¨®n, me parece respetable. Desde el momento en que ese problema propio, humano, se proyecte sobre los dem¨¢s, hay que atajarlo. Hay que impedirlo en su proyecci¨®n, no en su existencia.
P. Se ha hablado de la posibilidad de que la judicatura tenga su propia polic¨ªa. ?Cree usted que esto har¨ªa m¨¢s eficaz la administraci¨®n de la justicia en Espa?a?
R. Esa polic¨ªa judicial es indispensable y urgente. Seg¨²n lo que le he o¨ªdo al ministro del Interior, creo que puede considerarse como algo muy pr¨®ximo. Es necesario que la magistratura y la fiscal¨ªa dispongan de una polic¨ªa.
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