Otra voz para la Justicia
Juez de primera Instancia e Instrucci¨®nEl modelo ?consensual? puesto en juego para la elaboraci¨®n de la mayor parte del proyecto constitucional ha producido un efecto, a nuestro parecer, de amplio alcance. Dir¨ªamos -sin prejuzgar posibles poderosas razones de realpolitik- que el ?secuestro? a la opini¨®n p¨²blica de un sinn¨²mero de temas que as¨ª no han salido del restringido ¨¢rea de los expertos, como si de materias puramente t¨¦cnicas se tratase. Y, desde luego, no han llegado a la calle, o ha sido en versi¨®n empobrecida y desproblematizada, fruto de una artificiosa ?pacificaci¨®n? coyuntural que, a lo sumo, no hace sino aplazar necesarias e inevitables confrontaciones y debates ideol¨®gicos.
Aqu¨ª se quiere hablar solamente de la justicia, cuyo tratamiento parlamentario, hasta el momento, ha pasado -por obra y gracia de una at¨¢vica desinformaci¨®n general y la ausencia de discusi¨®n y de cr¨ªtica p¨²blica- sin pena ni gloria. Es decir, con mucha m¨¢s pena que gloria.
El asunto es bastante grave si se considera que el ciudadano medio desconoce por completo ese mundo, que intuye inasequible, y sobre el que de hecho, le faltan datos que pudieran permitirle una aproximaci¨®n en t¨¦rminos racionales. En general -y en esto s¨ª que hay un amplio consenso popular- la justicia- admistraci¨®n es algo que se padece desde una situaci¨®n de desconocimiento que suscita actitudes de frustraci¨®n, desconfianza e impotencia frente a lo que se vive como absolutamente ajeno. Y si hay algo que no tiene vuelta de hoja la necesidad de una urgente recuperaci¨®n democr¨¢tica de la justicia si se desea dar realidad a un sistema que dice quererla emanada del pueblo, con todo lo que esto implica.
Mientras tanto, lo cierto es una pr¨¢ctica de aqu¨¦lla que justifica ampliamente opiniones populares tan generalizadas como la de que los pleitos se pierden siempre, incluso cuando ?se ganan?. Y ?puede negarse que es as¨ª?
Pero, a decir verdad, esta constataci¨®n nos muestra s¨®lo un aspecto de los varios de ese campo problem¨¢tico. Porque en ¨¦l ?pierden ? no s¨®lo los que llegan y lo sufren desde fuera sino tambi¨¦n quienes lo gestionan y padecen desde dentro. Aunque sea en grados y formas cualitativamente diversos. Y esto no es decir nada nuevo.
O ? no es cierto que la administraci¨®n de justicia (administraci¨®n. que no poder, si nos atenemos a tantas ataduras como ahora le niegan efectiva independencia) es el m¨¢s envejecido, disfuncional y pr¨¢cticamente ineficaz de los aparatos estatales?
A quien le pueda caber alguna duda no tiene m¨¢s que ponderar la evoluci¨®n del ¨ªndice de desarrollo de la conflictividad, que es hoy objeto de tratamiento judicial, con la del de dotaci¨®n de medios personales y materiales para el servicio de que se trata, en un mismo espacio de tiempo. O visitar las instalaciones de cualquier tribunal o juzgado y comprobar la incidencia en las mismas de los modernos m¨¦todos de racionalizaci¨®n del trabajo, en un mareo en el que a¨²n no se conoce el fichero y donde la t¨¦cnica en la manipulaci¨®n de expedientes se ha detenido en el empleo de la lezna y la cuerda de pita. O comparar las dependencias, por poner un ejemplo, de la ¨²ltima oficina de empleo del pa¨ªs con las del juzgado de instrucci¨®n o de distrito de la misma localidad...
Y hablar de falta de personal quiero decir falta grave, de modo que ni siquiera las plazas previstas, en muchos casos, aun siendo ya escasas y rebasadas por las necesidades, se encuentran cubiertas por titulares, con la consecuencia de bajos niveles de rendimiento, falta de calidad el el trabajo. aparte lo insatisfactorio, desde el punto de vista de los afectados, de tantas situaciones de interinidad.
Y por lo que respecta a los medios materiales, baste decir que son harto frecuentes, si no la norma, los edificios malamente habitables, indecorosos o inadecuados: un juzgado puede estar en el s¨®tano de un palacio de justicia con cientos de metros cuadrados de suntuosos pasillos, o en un inmueble antes abandonado por cualquier otra instituci¨®n y adeudar el importe de la luz y el agua de buen n¨²mero de meses y el de los desplazamientos en taxi por salidas de oficio durante tal vez medio a?o. Y carecer, no ya de biblioteca (entendiendo por tal un conjunto de libros actualizado y utilizable), sino incluso normalmente de un repertorio de legislaci¨®n, que no est¨¢ previsto que exista en todos los ¨®rganos judiciales (donde rige, como se sabe, el principio iura novit curia).
Desde el punto de vista de la remuneraci¨®n de los profesionales de la justicia. tema en que el agravio comparativo con categor¨ªas funcionariales equivalentes es la regla, se dan situaciones francamente depresivas, si se piensa, sobre todo, en los niveles m¨¢s bajos (de inevitables corruptelas, como la institucionalizaci¨®n de la propina o ?astilla?). Y pueden darse incluso casos con aut¨¦nticos ribetes de surrealismo, como el -bien reciente - de que en virtud (se ha dicho) de una err¨®nea de interpretaci¨®n de la disposici¨®n correspondiente, haya tenido que detraerse, despu¨¦s de tres mensualidades, la mayor parte de lo percibido en concepto de aumento en la retribuci¨®n por varios cuerpos de funcionarios.
En otro orden de cosas, ?c¨®mo no hacer referencia en este breve examen de la realidad institucional contemplada al desorden legislativo, a la disparatada multiciplidad de los procedimientos? Lo que deber¨ªa constituir el medio ordenado y flexible para la pronta resoluci¨®n de los conflictos entre particulares se presta con demasiada frecuencia a artificiosas dilaciones y utilizaciones interesadas del tr¨¢mite, a causa de su complejidad y dispersion. Viejas y nuevas disposiciones se mezclan en una legalidad abigarrada y ca¨®tica, m¨¢s pr¨®xima a la carrera de obst¨¢culos que a servir de cauce id¨®neo a un ¨¢gil caminar de los litigios en busca de soluci¨®n eficaz.
Ante tal estado de cosas, que no puede ser interpretado como casual, no falta quien se ha preguntado si no es precisamente cierto tipo de ineficacia lo que este sistema quiere de la justicia. Proposici¨®n no tan aventurada si se piensa en la demostrada capacidad del mismo para ser eficiente en otros terrenos de la burocracia estatal.
Sin embargo, se hace cada vez m¨¢s sensible la profunda necesidad de una justicia. verdaderamente justa en t¨¦rminos de justicia material, en la larga marcha hacia una sociedad democr¨¢tica.
Y a nuestro modo de ver, el camino pasa por dos puntos. O. mejor, son tal vez dos los caminos que al fin est¨¢n llamados a confluir.
Uno debe llevar a la liberaci¨®n de las tensiones que en forma de desasosiego y frustraci¨®n produce en todos los profesionales la situaci¨®n denunciada. Y para ello, no existe medio m¨¢s id¨®neo que el promover un amplio debate nacional entre los propios interesados en busca de soluciones pr¨¢cticables a corto plazo, en todos los ¨®rdenes.
El otro se cifra en potenciar el conocimiento general de los problemas de la justicia, de sus carencias y limitaciones, de todo aquello, en fin, que ha hecho de la misma una realidad profundamente insatisfactoria.
Se trata, en definitiva, de hacer confluir en el mismo terreno a agentes pr¨¢cticos y a eventuales destinatarios de una actividad del Estado que s¨®lo puede ser comprendida. Y despu¨¦s transformada si se entiende como ?cosa com¨²n? que, no por t¨¦nica en alg¨²n grado, ha de ser patrimonio exclusivo de los expertos. Y que s¨®lo a trav¨¦s del conocimiento y la penetraci¨®n cr¨ªticamente constructiva puede llegar a ser tal que lo de que ?emana del pueblo? deje de ser s¨®lo una iron¨ªa.
El d¨ªa de la apertura de tribunales es una de las pocas ocasiones en que ?la voz? de la justicia, una cierta voz, habla de la justicia y se hace o¨ªr en los medios en marcos solemnes y formalizados para la celebraci¨®n de valores -por hoy- de dudosa operatividad, de lo que apenas trasciende otra cosa que alguna informaci¨®n convencional.
Pues bien, es fuerza concluir que en la hora presente la justicia tiene necesidad de otra voz. Otra voz menos ritualizada. que salga de las aulas judiciales no un d¨ªa, sino 365 de cada a?o. Que sea inteligible, que llegue a todos los rincones del pa¨ªs, a todos los que al fin y al cabo tienen algo que ver con ella, es decir, a todos. Otra voz que devuelva un eco informado, exigente y cr¨ªtico, que establezca en ese ¨¢mbito la ¨²nica dial¨¦ctica capaz de propiciar lo que Couture expres¨® en frase inolvidable al decir que: ?El pueblo es el juez de los jueces.?
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