La construcci¨®n y los servicios protagonistas, de la creaci¨®n de empleos
La necesidad de crear anualmente 200.000 nuevos puestos de trabajo est¨¢ claramente fundada en dos grupos de razones: de una parte, en el crecimiento de la poblaci¨®n espa?ola, y de otra, en el prop¨®sito de que esta poblaci¨®n encuentre salida en las actividades econ¨®micas del pa¨ªs y no aumente las cifras de paro o disminuya las de actividad. Para alcanzar este objetivo de empleo es necesario apostar por un crecimiento del producto interior bruto a precios constantes del 4,5% anual acumulativo, junto al 1,6% de la poblaci¨®n ocupada, lo cual implica un incremento de la productividad del sistema econ¨®mico en el 2.9% anual.
A esa meta no se puede llegar, como es obvio, por un crecimiento uniforme del empleo ni de la, producci¨®n. Los sectores productivos se han de comportar de forma diferente y de esa diferencia debe partirse. Para analizarla, una desagregaci¨®n elemental puede ser ¨²til. Es la que se recoge en los cuadros 2 y 3, y en la que se diferencian los tres grandes sectores de la econom¨ªa, seg¨²n la distinci¨®n iniciada por Colin Clark hace muchos a?os, y hoy incorporada a todas las estad¨ªsticas de poblaci¨®n: sector primario, con agricultura y pesca; sector secundario, en el que se han diferenciado dos grandes r¨²bricas, la industria y la actividad de la construcci¨®n por responder a comportamientos heterog¨¦neos bien conocidos, y el sector terciario, cuya presencia ha ido ganando posiciones en la dedicaci¨®n de la poblaci¨®n activa espa?ola, y cuyo peso en la producci¨®n nacional totaliza m¨¢s de la mitad del PIB.
Es a partir de esa diferenciaci¨®n sectorial elemental como interesa analizar los problemas que plantea la consecuci¨®n de las cifras de empleo del programa.
La experiencia como punto de partida
Ning¨²n programa normativo puede olvidar las tensiones que su defensa origina en una econom¨ªa, y de aqu¨ª que para postular unas cifras de empleo, crecimiento productivo y desarrollo de la productividad sectoriales sea preciso conocer los datos que la experiencia espa?ola nos suministra. Una serie hist¨®rica se recoge en el cuadro 2, dividida por quinquenios que resultan significativos y de los que se separan las cifras m¨¢s recientes de la experiencia vivida tras la crisis.
Una lectura de los resultados del cuadro 2 no deja de ser aleccionadora: en ning¨²n quinquenio de los analizados la econom¨ªa espa?ola logr¨® incrementos del empleo que alcanzaran el 1 % anual acumulativo, a pesar de que la poblaci¨®n espa?ola crec¨ªa entre el 1 y el 1,2% anual y de que el crecimiento del PIB se situ¨®, en la d¨¦cada de los 60, por encima del 7% anual acumulativo en t¨¦rminos reales. Como consecuencia de este comportamiento, el sistema econ¨®mico espa?ol generaba paro, emigraci¨®n y ca¨ªda en la tasa de actividad de su poblaci¨®n.
Este comportamiento se ha agudizado en el ¨²ltimo trienio, en el que los empleos han pasado a ser negativos en todos los sectores, con exclusi¨®n del sector de servicios, incapaz, sin embargo, de compensar con sus valores positivos la ca¨ªda en el empleo de los restantes sectores productivos.
En este comportamiento poco favorable del empleo en Espa?a ha jugado un papel destacado una fuerza que constituye, sin duda, la causa del m¨¢s importante de los cambios sociales registrados en Espa?a: el ¨¦xodo rural y la crisis de la agricultura que se halla detr¨¢s de ¨¦l. Una estampida del campo se produce en Espa?a en los comienzos de la d¨¦cada de los 60, a tasas que superan el 2% anual acumulativo y que se aproximan al 4% en el quinquenio inmediatamente anterior a la crisis econ¨®mica. Y esas tasas no han disminuido en sus valores tras de la crisis energ¨¦tica de los 70. Por el contrario, se han mantenido en un clima de trabajo que hace muy dif¨ªcilmente explicables esos movimientos. En efecto, el crecimiento de los servicios, la construcci¨®n y en menor medida la industria, ofrecieron tasas muy positivas en sus niveles de empleo, pero insuficientes para compensar la ca¨ªda en el empleo agr¨ªcola y absorber as¨ª los incrementos de poblaci¨®n activa que el dinamismo demogr¨¢fico de Espa?a impon¨ªa. Esa situaci¨®n se ha agudizado m¨¢s a¨²n en los tres ¨²ltimos ejercicios, en los cuales la ca¨ªda de la poblaci¨®n agr¨ªcola se ha correspondido con ca¨ªdas asimismo de la industria, de la construcci¨®n y con valores muy cortos del sector servicios. Se da as¨ª la paradoja, un tanto desconcertante, que se ha registrado tambi¨¦n en otros pa¨ªses mediterr¨¢neos, aunque no con la fuerza con que se presenta en Espa?a, de que la producci¨®n de la poblaci¨®n activa en la agricultura es m¨¢s fuerte que la capacidad de absorci¨®n de la poblaci¨®n activa de los sectores no agr¨ªcolas. La poblaci¨®n agr¨ªcola parece renunciar en Espa?a a sus empleos, no ya para conseguir trabajos mejores y m¨¢s rentables que en otros sectores, sino para militar en la poblaci¨®n inactiva o en la parada, hecho que agrava las cifras reducidas que la actividad presenta en Espa?a y empeora las cifras crecidas que el paro ofrece en nuestro pa¨ªs.
El crecimiento posible del empleo
La primera pregunta que un programa econ¨®mico debe hacerse de cara a 1979 es la de cuantificar,. la vista de la experiencia espa?ol, que acaba de resumirse, cu¨¢l ser¨ªa el crecimiento posible del empleo que nos llevase hacia las cifras que hemos considerado como un objetivo. Para dar respuesta a este cuesti¨®n fundamental debe partir se de dos hechos que el conocimiento de la realidad pasada y de la situaci¨®n presente configura como poco discutibles. De una parte, ni el sector agrario ni el sector pesquero, integrantes de la producci¨®n primaria, van a estar en condiciones en el pr¨®ximo trienio de aumentar sus demandas de trabajo. Es tambi¨¦n evidente la existencia de sectores industriales en crisis: sider¨²rgico, naval, bienes de equipo y textil, en los. que una reestructuraci¨®n realizada con el m¨¢ximo sentido de la comprensi¨®n de sus problemas reclamar¨¢ ineludiblemente la reducci¨®n de sus empleos.
Evaluar esta incidencia negativa en la ocupaci¨®n planteada por tales sectores constituye una necesidad del programa, al igual que la precisi¨®n de la cifra de transferencias e inversiones que la reestructuraci¨®n de los sectores en crisis necesita,
Previsiones
Por lo que respecta al sector agrario, no podr¨¢ proseguir cediendo poblaci¨®n activa en la forma que lo hizo a partir de 1960. Ca¨ªdas en la poblaci¨®n activa agraria a tasas del 2% anual obligar¨ªan a crear 50.000 puestos de trabajo adicionales por a?o para mantener la misma tasa de actividad de la econom¨ªa espa?ola, La previsi¨®n realizada en el cuadro 3 estima un descenso anual del empleo agrario del 0,5%, lo que supondr¨¢ una reducci¨®n en el trienio 1979/81 de 36.800 empleos agrarios. En el sector pesquero se contempla la ca¨ªda del empleo a una tasa anual del 2%. Finalmente, los sectores industriales en crisis, a trav¨¦s de sus programas de reconversi¨®n, deber¨¢n ceder parte de sus plantillas. Una estimaci¨®n realista de esta circunstancia podr¨ªa cifrar en 40.000 puestos de trabajo los que en estos sectores habr¨¢n de amortizarse en el pr¨®ximo trienio si se quiere responder a un reajuste inevitable de la producci¨®n.
Frente a esta cara negativa debe orientarse la acci¨®n del empleo en los restantes sectores industriales, en la construcci¨®n y en los servicios, que habr¨¢n de generar al final del per¨ªodo los 600.000 puestos de trabajo que pide el objetivo del programa m¨¢s los 83.300,que exige la reestructuraci¨®n sectorial. La industria, con 136.900 empleos; la construcci¨®n, con 110.200, y el sector servicios, con 396.700 puestos de traba . o constituyen los objetivos posibles de ocupaci¨®n que responden a unas tasas de crecimiento de 1 empleo del 1,3, del 3 y del 2%, respectivamente. Tasas, sin duda, elevadas, si se comparan con las de la experiencia hist¨®rica reciente, pero posibles si se articula como se debe un programa de pol¨ªtica econ¨®mica adecuada.
Estas tasas de crecimiento del empleo deben conseguirse con un crecimiento de la productividad del sistema del 2,9% anual acumulativo para alcanzar un crecimiento del 4,5 % del PIB. Esos crecimientos globales de la productividad y del PIB obligan a fijar objetivos al crecimiento de la productividad en los distintos sectores, si queremos realizar una actuaci¨®n coherente. Los crecimientos de la productividad deber¨ªan ser del 4,9%, en la construcci¨®n; del 4,8%, en la industr¨ªa (excluidos los sectores en crisis), y del 1,7%,en las actividades, terciarias. Si se atiende a los datos que suministra la experiencia hist¨®rica vuelve a comprobarse que esas cifras son posibles, aunque ambiciosas, y que han de reclamar una cuidadosa atenci¨®n en los programas de los distintos sectores y en su ejecuci¨®n concreta.
El cuadro de la evoluci¨®n sectorial contempla, asimismo, los sectores con problemas cr¨ªticos y ev'al¨²a no s¨®lo las ca¨ªdas de empleo, sino las p¨¦rdidas de product¨ªvidad, que cifra en el 2,5%. Este valor, si el ajuste del empleo se produce, puede ser perfectamente realizable en los pr¨®ximos a?os.
El conjunto de objetivos sectoriales que se encierran en las cifras que acabamos de glosar y que el lector tiene disponibles en el cuadro 3, plantean una estructura del empleo y de la oferta posibles para los pr¨®ximos a?os, pero no realizables sin un considerable esfuerzo. Ese programa sectorial debe irse llenando de contenido por la pol¨ªtica econ¨®mica, que deber¨¢ ofrecer al pa¨ªs, cuanto antes, el programa de inversiones p¨²blicas que permita su realizaci¨®n. Por otra parte, la ayuda a los sectores en crisis deber¨¢ ser rigurosamente limitada, si quieren alcanzarse valores positivos en el empleo en otros sectores que demandan los fondos p¨²blicos que no pueden distraerse en los sectores en crisis m¨¢s que a costa del para y la falta de desarrollo generales. Ese es fuerzo de la inversi¨®n p¨²blica debe estar presente tambi¨¦n en un programa de construcci¨®n de vivien das que se halla detr¨¢s de las cifras que el cuadro Irecoge para el sec tor de construcci¨®n y en los incre mentos de empleo que registra. La experiencia de los a?os vividos con la crisis han mostrado un funcio namiento absolutamente inade cuado del sector de la construcci¨®n, que debe desempe?ar un papel destacado en la recuperaci¨®n de las cifras de empleo, aunque en manera alguna debe hacerlo apoy¨¢ndose tan s¨®lo sobre el presupuesto y las subvenciones. El pa¨ªs necesita una pol¨ªtica imaginativa, diligente y mejor ejecutada en el sector de la vivienda, y esa pol¨ªtica demanda muchas m¨¢s cosas que las soluciones burdas y elementales de pedir m¨¢s gasto p¨²blico o un aumento de los coeficientes de las instituciones de cr¨¦dito.
A una ¨²ltima reflexi¨®n invitan las cifras del cuadro 3: la que se desprende de sus cifras de productividad sectorial. La acci¨®n sobre los sectores debe ser la que el cuadro 3 recoge, para que tenga sentido hablar de un crecimiento del 4,5% del PIB. Aumentar la actuaci¨®n en el sector terciario en vez del industrial, porque en ¨¦l existan m¨¢s facilidades de empleo, exigir¨ªa un comportamiento de las rentas salariales en consonancia con estos cambios. Cu¨¢ndo una econom¨ªa busca empleo, sus int¨¦rpretes tienen que ser conscientes de que la productividad ha de orientar el nivel de retribuciones si esos empleos deben ser duraderos y los productos obtenidos competitivos.
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