La pretemporada 1978-1979 en Madrid
Aparte de somera, la recensi¨®n que aqu¨ª y ahora puede hacerse tiene que ser forzosamente cualitativa. Asomarse a la temporada en ciernes desde un punto de vista cuantitativo equivaldr¨ªa a algo as¨ª como repasar la gu¨ªa telef¨®nica de una capital de las, digamos, de tipo medio. Habida cuenta de que en Madrid se asientan cerca de dos centenares de galer¨ªas, cuyo ejercicio anual abarca alrededor de nueve meses (con un cambio de programa aproximadamente quincenal), f¨¢cil es deducir que nos hallamos ante la expectativa (o la amenaza) de exposiciones mil, de las que toda premonici¨®n hab¨ªa de resultar azarosa e imposible su sola enumeraci¨®n. No hace, en fin, al caso abordarlo con sobrada expectaci¨®n o complacencia; que, de acuerdo con Graci¨¢n, ordinario desaire de lo muy celebrado antes es no llegar despu¨¦s a una parte de lo concebido.Y para sortear la m¨¢s temible de las lisonjas (aquella, concretamente, que podr¨ªa interpretarse como solapada alusi¨®n publicitaria), omitir¨¦ toda referencia a las galer¨ªas comerciales, centrando mi comentario en la actividad expositiva que nos prometen los organismos oficiales y alg¨²n otro de origen privado y p¨²blico destino. Si todo dependiera de la cantidad de salas de exposici¨®n con que cuenta y de que se vale la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico del Ministerio de Cultura, la cosa iba a marchar sobre ruedas, y con ejemplaridad aut¨¦nticamente internacional. Ocho son los locales de que dispone para tal menester la mencionada Direcci¨®n General, cuya distribuci¨®n corresponde, respectivamente, a los bajos de la Biblioteca Nacional, en el paseo de Calvo Sotelo; palacio de Cristal y palacio de Vel¨¢zquez, ambos en el Retiro, y dependencias del museo de Arte Contempor¨¢neo.
?C¨®mo y con qu¨¦ van a llenarse dichas ocho salas, amplias todas ellas y adecuadas, si las hay, para la muestra p¨²blica del que hacer art¨ªstico? Deseche el lector toda idea de novedad y procure conciliar, por cuenta propia o con particular criterio, la palpable mezcolanza que oficialmente se le brinda a las puertas de la nueva temporada. Las obras de Soledad Sevilla, de Cedr¨¦s y de Rodr¨ªguez Acosta van a compartir ocasi¨®n y espacio con los trabajos del pintor barroco Antonio Pereda, en tanto el tradicional Sal¨®n del Grabado y el no menos castizo Sal¨®n de Oto?o correr¨¢n desusada pareja con la Colecci¨®n de China del rey Gustavo VI Adolfo de Suecia. El museo de Arte Comtempor¨¢neo, por ¨²ltimo, cede sus locales a la primera exposici¨®n oficial de la Asociaci¨®n de Artistas Pl¨¢sticos, cuya incansable actividad clandestina a lo largo de un holgado decenio halla, de esta suerte, reconocimiento p¨²blico y entera libertad de ejercicio. Tal es, en n¨²mero, el programa con que la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico inicia el curso expositivo. ?Obedece a alg¨²n criterio? Dif¨ªcil dar con ¨¦l, a no ser que se atengan sus prop¨®sitos y hayan de acomodarse nuestras decepciones a aquello de que en la variedad reside el gusto. Se han barajado, a lo que se ve, nombres, fechas, salas y compromisos, y se ir¨¢n distribuyendo los productos a lo largo y ancho de las ocho espl¨¦ndidas dependencias oficiales, confiada cualquier otra indicaci¨®n cr¨ªtica a la buena ventura del contemplador. Y ello no quiere decir, por ejemplo, que la Colecci¨®n de China, del monarca sueco, ya inaugurada, carezca de comprobable calidad y clara condici¨®n aleccionadora (pese a que quede un tanto empa?ada por el escaso acierto de su montaje), ni que deje de tener un claro sentido de oportunidad hist¨®rica la exposici¨®n de Antonio Pereda, al cumplirse el tercer centenario de su muerte.
Tanto por lo merecido del homenaje como en evitaci¨®n de lo que acaeciera con el centenario de Tiziano (y a punto estuvo de acontecer con el de Rubens), la exposici¨®n de Antonio Pereda es digna del mayor encomio, adorn¨¢ndose, adem¨¢s, de aquel buen criterio que en la mayor¨ªa de las otras brilla por su ausencia. Me refiero, concretamente, al hecho de haber confiado presentaci¨®n, cat¨¢logo y montaje a una primera autoridad en la materia: el profesor P¨¦rez S¨¢nchez, actual subdirector del museo del Prado. Lo que en el repertorio de la incipiente temporada es excepci¨®n, ojal¨¢ fuera norma o prop¨®sito para el resto: programar exposiciones de verdadera condici¨®n hist¨®rico-cr¨ªtica, encomendando sus cuidados a probados especialistas, como lo es, en el caso que nos ocupa, el profesor P¨¦rez S¨¢nchez, o como lo fue el profesor D¨ªaz Padr¨®n en la muestra que vino a conmemorar (?por los pelos!) el tercer centenario de Rubens.
Deseosos estamos de contemplar las pinturas de Pereda (y mucho m¨¢s con los alicientes que van a acompa?arlas), uno de nuestros pintores barrocos de mayor rango y menor divulgaci¨®n. Audaz premonitor de futuras empresas, Antonio Pereda centra hoy atenciones y ,emulaciones en el concierto mundial del arte. No sin raz¨®n ha dejado escrito L¨¢zaro D¨ªaz del Valle, uno de sus bi¨®grafos contempor¨¢neos: ?Se adelant¨® tanto con su natural e inclinaci¨®n a la pintura, que hoy, generalmente, es tenido como uno de los m¨¢s valientes art¨ªfices que honran en estos tiempos los pinceles.? Prueba, entre otras, de su actualidad y renovado incentivo fue la exposici¨®n que el. excelente pintor mexicano Alberto Gironella nos ofreci¨® el pasado a?o en Madrid.
Tambi¨¦n hemos de reconocer buen tino y certera elecci¨®n de criterio (no nos duelen prendas) en la formalizaci¨®n del Centro de Investigaci¨®n de Nuevas Formas Expresivas (CINFE) que el Ministerio de Cultura ha tenido a bien crear y cuyas primeras actividades (tras no pocas vacilaciones propias y renuncias ajenas) van a tener lugar en el curso que se inicia. Un decidido ¨¢nimo investigado en torno a la expresi¨®n propia de nuestro tiempo, una dedicaci¨®n eficientemente informativa y una muestra p¨²blica y peri¨®dica de su interna dedicaci¨®n constituyen los tres ¨ªndices capitales de, su gesti¨®n ininterrumpida a lo largo del a?o, y quiera Dios que de otros muchos. El reci¨¦n nacido CINFE intenta hacer de su competencia, y del dominio o acceso com¨²n, aquel menester educativo que tanto se ha echado de menos a lo largo de estos ¨²ltimos cuarenta a?os: la creaci¨®n de un fondo de documentaci¨®n, sin cuyo auxilio resulta del todo imposible la labor investigadora.
En lo tocante a exposiciones(anticip¨® de ellas es la presente cr¨®nica), el CINFE nos promete una de caracter¨ªsticas poco usuales por estos pagos: los Cuadernos de campo, debidos al buen arte del dibujar y al conocimiento cient¨ªfico que son propios de Julio Caro Baroja, autoridad preeminente en el ¨¢mbito de la etnolog¨ªa y la antropolog¨ªa. Las artes del dibujo y los saberes de la ciencia se funden en esta muestra excepcional (documento estremecedor, entre otras cosas, de tantos y tanto hitos de nuestra identidad hist¨®rica como han ido desapareciendo con el paso de los d¨ªas y el peso de la irresponsabilidad especuladora) tendr¨¢ un car¨¢cter itinerante a lo largo de unas cuantas ciudades espa?olas. Celebramos igualmente que la Biblioteca Nacional persista en la exhibici¨®n continuada: de grabados y dibujos de verdadero alcance art¨ªstico y formativo; que si ejemplares fueron, al lado de otras m¨¢s, la Colecci¨®n Teriade y la antol¨®gica de Goya, no les va muy a la zaga la que, bajo el t¨ªtulo general El Siglo de Oro en Amberes, acaba de abrirse al p¨²blico.
La Fundaci¨®n Juan March quiere regalarnos, por ¨²ltimo, el plato fuerte de la reci¨¦n iniciada temporada: una cuantiosa selecci¨®n de la obra de Kandinsky. Con el mismo criterio a que se ajustaron las inolvidables de Giacometti, Picasso, Bacon, Bauhaus, Expresionismo Norteamericano..., la exposici¨®n Kandinsky se ver¨¢ complementada con un curso de conferencias en las que tomar¨¢n parte la viuda del genial pintor eslavo, padre genuino del arte abstracto; Eduardo Westerdahi, Daniel Giralt-Miracle y quien esto escribe. Dej¨¦ ya advertido c¨®mo mi comentario quer¨ªa obedecer a una estricta angulaci¨®n cualitativa: la proposici¨®n de un criterio estricto en la exhibici¨®n p¨²blica de las obras de arte. Pocos como los mentores de la fundaci¨®n madrile?a parecen haberlo hecho lema y pauta de ejercicio, hasta el extremo de que ninguna de sus exposiciones ha quedado desasistida del adecuado complemento educativo, en forma de conferencias, proyecciones, publicaciones y otros documentos ilustrativos destinados a la juventud universitaria y al p¨²blico indiscriminado. Con todo ello contar¨¢ esta muy esperada exposici¨®n de Kandinsky que uno desea echarse ya a los ojos.
Babelia
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