Pleonasmos en la Constituci¨®n
Con motivo de la aprobaci¨®n en su d¨ªa del texto constitucional, el Pleno del Congreso patentiz¨® poseer tan buen sentido pol¨ªtico como excelente orientaci¨®n formal de la gram¨¢tica, cuando la mayor¨ªa con vino en que ?el castellano es el idioma oficial del Estado?. Resulta obvio que, con aquella redacci¨®n, no quedaba planteado ning¨²n problema de inteligibilidad. Nadie podr¨ªa en este pa¨ªs alentar la m¨¢s nimia duda sobre cu¨¢l fuese la identidad del idioma oficial establecido. Pero ocurri¨® que, a continuaci¨®n, la Comisi¨®n Constitucional del Senado, llegado su turno, opt¨® por arrojar mucha m¨¢s luz sobre el tema, declarando en un momento estelar de inspiraci¨®n que el idioma oficial es ?el castellano o espa?ol?. No resulta tarea f¨¢cil imaginar hasta qu¨¦ grado se propuso aumentar la diafanidad del art¨ªculo tercero, yuxtaponiendo a su anterior redacci¨®n el gentilicio ?espa?ol?. Pero lo chocante es que al discutir el siguiente art¨ªculo, es decir, el cuarto, la Comisi¨®n Senatorial incurri¨® en flagrante inconsecuencia, puesto que esta vez, eludiendo la sinonimia, se abstuvo de proclamar que los colores de la bandera ser¨¢n ?rojo o gules, amarillo o gualda y rojo o gules?.
Semana tras semana me he venido reafirmando en el serio convencimiento de la banalidad del sistema parlamentario bicameral. Y asimismo he podido comprobar que mi parecer es coincidente con el de buena parte de la prensa nacional. En la actualidad nos hallamos abocados a la fecha en que sea el Pleno del Senado quien inicie otra lectura del articulado, y lo m¨¢s probable es que, posteriormente, vaya a hacer lo propio la reuni¨®n conjunta de ambas C¨¢maras. Al final del largo camino recorrido el texto constitucional ser¨¢ sometido al fallo v¨¢lido y definitivo del pueblo, que se hallar¨¢ postrado en un estado de aburrimiento soberano. Entretanto, ?resulta ut¨®pico pensar que para aquellas calend¨¢s nuestra carta magna se presentar¨¢ liberada de todo pleonasmo?
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