Banquero, bancario, ?o qu¨¦...? / y 2
Diputado de la Minor¨ªa Catalana
Me parece especialmente injusto que los antiguos gerifaltes del r¨¦gimen crean que pueden lavarle la cara a su pasado ensuciando el m¨ªo, con la acusaci¨®n de banquero. El pa¨ªs est¨¢ en un consenso general con el que se ha querido evitar otra guerra civil en Espa?a. Me parece muy bien. Pero ya no me parece tan bien que no se pueda mencionar siquiera la historia de nadie durante los a?os transcurridos. Y, desde luego, me parece muy mal que los se?ores que mandaban con el general Franco se permitan el lujo de obsequiarnos gratuitamente con sermones democr¨¢ticos a los que hemos sido dem¨®cratas de toda la vida. Es posible que este pacto de no agresi¨®n pueda convenir a los grupos parlamentarios que desde la extrema derecha y desde la extrema izquierda, cada cual a su manera, tienen mucha historia que hacer olvidar. Pero a los que tenemos una historia pol¨ªtica ingenua -lo que quiere decir que siempre hemos perdido- pero limpia, estos cambalaches del silencio nos resultan un mal negocio.
Ministro o empresario
No se?or. No es equivalente a la hora de las responsabilidades morales incurridas en los ¨²ltimos a?os haber sido ministro del general Franco o haber trabajado para la empresa privada. Lo primero era un acto voluntario de opresi¨®n pol¨ªtica sobre los espa?oles, y lo segundo era, en el peor de los casos, un acto de sobrevivencia. Bien o mal, ?cu¨¢ntos son los espa?oles que, con m¨¢s o menos fortuna, de una manera u otra no han trabajado para la empresa privada desde 1939 hasta 1975? Por lo dem¨¢s, no se olvide que a las dictaduras de todos los tiempos les ha interesado que la gente trabajara y callara, con alg¨²n partido de f¨²tbol de por medio a t¨ªtulo de consolaci¨®n.
Y en cualquier caso, qu¨¦ se quiere decir con eso? ?Que el r¨¦gimen no democr¨¢tico del general Franco dejaba que nos gan¨¢ramos la vida? Es cierto que el autoritarismo fue mucho m¨¢s duro y cruel en la Espa?a de los a?os primeros del franquismo que en la de veinticinco a?os despu¨¦s. Y esto ser¨¢ decadencia de la dictadura, pero era dictadura al fin y al cabo. Es cierto que todos hemos hecho lo posible para sobrevivir en cualquier etapa de este largo per¨ªodo de la historia de Espa?a. No faltaba m¨¢s. Pero no era sin dificultades. Y conste que les voy a hacer gracia de la historia de mi vida, pero no, sin decirles que ¨¦sta ha contado con m¨¢s renuncias de lo que parece y, desde luego, se ha desarrollado sin claudicaciones.
Una an¨¦cdota
De todas formas, les voy a contar una an¨¦cdota aut¨¦ntica que ilustrar¨¢ eso que algunos antiguos franquistas llaman servir al pa¨ªs de un lado, y hacer carrera bancaria o de empresa privada del otro. Escena: sala de consejos de una conocida empresa editorial de Barcelona. El presidente del consejo, el gerente de la misma y un servidor de ustedes esperan con inquietud la anunciada visita de un director general del omnipotente ministro de Informaci¨®n y Turismo del momento. Acto ¨²nico: llega el personaje a la hora se?alada. Despu¨¦s de interesarse escuetamente y a modo de introducci¨®n por la marcha de la empresa, revela con severidad el motivo de su visita a sus silenciosos y preocupados interlocutores. La autoridad siempre ha tratado bien a la editorial -la censura ha sido ben¨¦vola- porque ¨¦sta se ha abstenido de desviaciones pol¨ªticas. Casi siempre se ha limitado a publicar medicina o ingenier¨ªa. Que el Gobierno no ver¨ªa con buenos ojos otra cosa. Que, sin embargo, hay motivos para temer que la editora se oriente hacia otros temas m¨¢s de car¨¢cter social y, por tanto, m¨¢s peligrosos. Que muy concretamente, el M¨ªnisterio sabe que se ha empezado a dar trabajo a conocidos enemigos del r¨¦gimen. Que, por no citar de momento m¨¢s que un nombre conspicuo, menciona el del comunista Manuel Sacrist¨¢n. En el Ministerio esperan que esta anomal¨ªa no signifique cambios ideol¨®gicos en la casa editora ni confiera car¨¢cter a sus actividades editoriales futuras. En todo caso, se espera que tan irritante situaci¨®n acabe.en el acto, que dando el referido ide¨®logo y cualquier otro como ¨¦l separados desde ese mismo momento de la empresa y, sobre todo, de su n¨®mina. La empresa -nosotros- acompa?amos respetuosamente al ilustre visitante hasta el coche oficial. No he de entrar en el detalle de c¨®mo los representantes de la editorial capeamos el temporal. No hay que decir que en fin de cuentas el represaliado pol¨ªtico conserv¨® su contrato. Seguramente ni se enter¨® del peligro que corri¨®.
Asilo en la empresa
Y me atrevo a decir que este caso no es ¨²nico. Son infinitos los perseguidos de la dictadura que encontraron asilo en la empresa privada. La modestia nos impide -a m¨ª y a tantos a¨²n m¨¢s que a m¨ª- dar la lista de toda la gente de la oposici¨®n, m¨¢s o menos acosados por el r¨¦gimen, que se refugiaron econ¨®micamente en empresas privadas donde les pudimos ayudar. Sin la empresa privada, la dictadura de Franco hubiese sido mil veces m¨¢s dura.
Esto era lo que era servir al Estado de Franco y esto era trabajar para la empresa privada, en la ¨¦poca de Franco. Yo entiendo fr¨ªamente y sin hacerme ilusiones que esa divisi¨®n hist¨®rica del trabajo en la que efectivamente yo opt¨¦ por la empresa privada, a m¨ª me honra.
Quede, pues, claro que yo creo en la empresa privada y en los empresarios, que me satisface colaborar con ellos y que, salvo excepciones que pueden encontrarse en todos los sectores, considero que los empresarios cumplen con imaginaci¨®n y abnegacion una alta misi¨®n social.
Lo que s¨ª me parecer¨ªa en desacuerdo con la moral ser¨ªa cualquier actuaci¨®n en la vida real m¨ªa que resultara incompatible con mis propias creencias. Yo he trabajado en la empresa privada porque creo en ella y en su papel positivo en la sociedad. Otra cosa seria si yo creyera que la empresa privada es un foco de explotaci¨®n y de inmoralidad. Pero no lo creo y he tomado la precauci¨®n en este art¨ªculo, aun a riesgo de cansar a mis lectores, de decir por qu¨¦. Soy, pues, honesto conmigo mismo porque siguiendo a Kant act¨²o de acuerdo con mi conciencia, ¨²nico juez que reconozco y acato en materia de moral. Si me parecer¨ªa, en cambio, una inmoralidad, insisto que yo, propietario de grandes extensiones de tierra de labor o propietario y jefe de empresas titulares de otros factores de la producci¨®n, pongo por caso, a pesar de ello militara al frente de partidos marxistas. La inconipatibilidad entre lo que se predica y c¨®mo se vive es en este caso manifiesta y la inmoralidad evidente. No es mi caso.
O tambi¨¦n me parece inmoral, dadas sus convicciones democr¨¢ticas, que pregonan ahora haber profesorado siempre, la conducta de los que se pusieron al servicio de la autocracia franquista..
Coherencia
Y por este motivo y razonamientos me creo obligado a decir a mis enemigos de la izquierda, a los que me tratan peyorativamente de banquero, que me parece el colmo de la parcialidad que a m¨ª me califiquen de algo que creen ofensivo, mientras callan meticulosamente el ep¨ªteto de grandes terratenientes o de grandes millonarios que objetivamente corresponden a varios dirigentes de los partidos marxistas, cosa que resulta mucho m¨¢s grave, no tanto porque sean terratenientes o millonarios, sino porque los ideales que dicen profesar no coinciden con las normas de conducta que practican.
Y a mis enemigos de la derecha, les reitero muy brevemente que no me arrepiento pol¨ªticamente de nada, ni me olvido de nada.
Y a todos, les pido que si hay que calificar a las personas, qt¨ªe la calificaci¨®n corresponda a la verdad y adem¨¢s que con esta verdad respectiva califiquemos a unos y a otros y a todos, y no s¨®lo a algunos. Decir mentira es malo, pero no basta, se?ores, con decir la verdad. Hay que decir toda la verdad.
Y antes de terminar aprovecho la ocasi¨®n para decirles a mis amigos de la derecha y de la izquierda qpe me llamen como quieran, que siempre me tendr¨¢n cordialmente a su disposici¨®n.
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