El papel de Argelia en el Sahara / y 4
Todav¨ªa hoy, el empleo de una jerga pseudomarxista, reducida a menudo a unos cuantos esl¨®ganes hueros, sirve para disfrazar los apetitos expansionistas de presuntos l¨ªderes revolucionarios o su lucha despiadada por el poder. Clasificar, por ejemplo, a los Estados africanos en ?progresistas? y ?reaccionarios? en raz¨®n del lenguaje que emplean o su alineamiento temporal y fluctuante con alguna de las dos superpotencias es un procedimiento sin duda c¨®modo pero enga?oso e inclusive aberrante. Pues si por un lado los cabecillas y grupos que se sirven de aqu¨¦l eliminan con frecuencia todo tipo de oposici¨®n, persiguen con sa?a a las minor¨ªas y entronizan una nueva clase tanto m¨¢s opresora o corrupta que la vieja burgues¨ªa de compradores -v¨¦ase lo ocurrido en Guinea Ecuatorial-, el choque actual entre movimientos y Estados situados en el interior del ?bloque progresista? sacude, por otro, con rudeza la buena fe e ilusiones en que se funda este tercermundismo esquem¨¢tico. Si no queremos caer en una ci¨¦naga de absurdos y contradicctorios se impone un m¨ªnimo y clarificaci¨®n. La imbricaci¨®n de conflictos sociales, econ¨®micos, ¨¦tnicos, religiosos, ling¨¹¨ªsticos con imperativosestatales de realpolitik, el juego de las expotencias coloniales o intereses de los supergrandes no puede resolverse con recetas generales ni un reparto de papeles, -buenos y malos- como en las pel¨ªculas del Far West: cada pa¨ªs, cada regi¨®n cada problema exige un cuidadoso tratamiento particular. Si Pedro Costa Morata tuviera mi incorregible ?curiosidad burguesa? de visitar el domicilio de la gente del pueblo, averiguar si trabaja y cu¨¢nto gana y comprobar c¨®mo de verdad vive (para ello el conocimiento del ¨¢rabe suele ser muy ¨²til), en vez de satisfacerse con frecuentar las altas esferas de la seriedad por donde va la cosa, descubrir¨ªa, por ejemplo, que la vida de los monta?eses del Aur¨¦s es exactamente la misma que la de los del Rif o del Atlas, que las dificultades del, trabaja-. dor casablanq' ?¨¦s no,difieren, eran cosa de las del de Annaba u Or¨¢n, y que teniendo en cuenta el coste real de la vida, el cesto de la compra de una modesta ama de: casa de Rabat es poco m¨¢s o me nos hom¨®logo al de una madre d¨¦ familia de Argel, Si tuviera la ?voluntad folkl¨®rica? de tratar como yo con el proletariado norteafricano emigrado en Francia, verificar¨ªa que el paro end¨¦mico, fa dura realidad que obliga al .Irabajador a buscarse el pan en Europa y sufrir la segregaci¨®n racista que all¨ª prospera, se aplican tanto al obrero argelino como al tunecino o marroqu¨ª. Precisar¨¦ que para dichos exilados -que suman m¨¢s de un mill¨®n en el caso de Argelia- la ret¨®rica socialista del Gobierno argelino les resulta tan extra?a como el discurso tradicional o religioso de sus vecinos. El r¨¦gimen de Bumedian no ha conseguido en trece a?os eliminar ni siquiera reducir el paro, y les sigue condenando, como en la ¨¦poca colonial, a la marginaci¨®n y desgarro familiar del exilio.
Concuerdo con Costa Morata en que mi definici¨®n de socialismo de pa¨ªses atrasados no se aplica con exactitud a Argelia: en realidad, el r¨¦gimen militar que all¨ª reina practica una mezcla su? generis de capitalismo de Estado -la experiencia autogestionaria desapareci¨®, con Ben Bella- y negocios privados, como lo evidencia la proliferaci¨®n de una nueva y riqu¨ªsima casta de intermediarios del Estado en sus transacciones en las empresas capitalistas extranjeras, en especial norteamericanas.
El caso Ben Bella
Escribe Costa Morata: ?La causa de la liberaci¨®n de Ben Bella (qu parece interesarle vivamente) es meritoria (...). Pero he visto con desolaci¨®n (?humanitarismo Selectivo o cuantitativo?) que no firma manifiestos contra la represi¨®n (...) en Marruecos.?
?Ha visto? ?No ha visto? ?D¨®nde? ?Cu¨¢ndo? ?Puede citarme el nombre de alguna persona a quien yo haya rehusado mi firma en favor de alg¨²n preso pol¨ªtico? Le reto a qu¨¦ lo haga.
Mi posici¨®n es perfectamente clara al respecto, y no me he cansado ni me cansar¨¦ de repetirla: estoy por la liberaci¨®n de todos los presos pol¨ªticos del mundo sin excepci¨®n, y ello se aplica a los de Espa?a y Francia, Estados Un?dos y la URSS, Chile y Cuba, Marruecos y Argelia. Espero que estas palabras alivien el penoso estado de desolaci¨®n en el que mi buen amigo err¨®neamente se ha encerrado.
Si entre los millones de presos pol¨ªticos cuya liberaci¨®n deseo, y por quienes estoy dispuesto a firmar cuando la ocasi¨®n se presente, me preocupa particularmente la suerte de Ben Bella es porque se trata de un caso sin precedentes, absolutamente escandaloso: el secuestro por espacio de trece a?os, sin juicio ni acusaci¨®n algunos, de una de las figuras revolucionarias m¨¢s importantes de nuestra ¨¦poca, secuestro mantenido en unas condiciones que, como ha revelado su abogado Lafue-Veron, resultan infinitamente m¨¢s duras y humillantes que las que conoci¨® durante la guerra de liberaci¨®n en las c¨¢rceles francesas.
?La influencia de Argelia en un futuro Estado saharaui ser¨ªa evidente (y por cierto muy bien ganada)?, escribe Costa Morata, y en ello convengo totalmente con ¨¦l, pues, desde luego, sin su gran padrino, el Polisario no existir¨ªa o dispondr¨ªa de una audiencia parecida a la del MPAIAC. Y a?ade, a continuaci¨®n: ??Qui¨¦n cerca a qui¨¦n? Argelia quiere salir al mar va ser posible, influir en un Estado saharaui progresista v agradecido (...). Argelia quiere limitar el expansionismo territorial (que la amenaza directa y claramente) y pol¨ªtico marroqu¨ª, cosa loable, a m¨ª pobre entender.?
Dejo a nuestro autor la entera responsabilidad de esta ¨²ltima frase: mi ?malevolencia? no llegar¨¢ hasta el extremo de contra decirle al respecto. Pero le aconsejo, y aconsejo a los lectores que miren el mapa y decidan a simple vista si la operaci¨®n ?ventana argelina al Atl¨¢ntico? que aplaude Costa Morata es la ruptura de un supuesto cerco como el pretendeo una operaci¨®n de cerco a Marruecos en toda la regla por parte de un vecino que, no contento con poseer la casi totalidad del Sahara, aspira a asomarse al Atl¨¢ntico con ayuda de un Polisario ?agradecido?
Los refugiados
?Me interesa el descubrimiento de Goytisolo de que la mayor¨ªa de los acampados en la zona de Tinduf no son procedentes del Sahara occidental sino del sur argelino; podemos ir acompa?ados de etn¨®logos de su confianza a deshacer este malentendido, que me preocupa.?
Entrando por una vez en el facil¨ªsimo juego de las suposiciones, que ¨¦l tanto practica, cabr¨ªa deducir que sus compromisos con los altos dirigentes argelinos deben ser muy profundos, y sus relaciones con ellos muy especiales, cuando se permite formularme una invitaci¨®n a visitar unas zonas que dependen directamente de la seguridad militar y se hallan bajo un r¨¦gimen de control muy estricto. En este caso -esto es, de no tratarse de un simple farol suyo-, Costa Morata podr¨ªa jactarse de haber obtenido lo que no ha logrado hasta hoy, pese a sus esfuerzos. el Alto Comisario de las Naciones Unidas sobre Refugiados, cuyas repetidas solicitudes de establecer un censo de los saharauis oriundos del ex Sahara espa?ol acampados en Tinduf han tropezado con la negativa obstinada de las autoridades de Argel (ellas sabr¨¢n por qu¨¦).
Dejemos el asunto aqu¨ª. Mi tentativa de trasladar la compleja problem¨¢tica del Sahara desde el campo de los actos y manifestaciones de estricta militancia al de los An¨¢lisis y razonamientos ha topado con el emocionalismo de quien, en vez de fundar su inifitancia en la lucidez, sacrifica enteramente ¨¦sta a sus anhelos confusos de militancia. As¨ª las cosas quedan bien di¨¢fanas: de un lado, el expansionismo fascista marroqu¨ª; del otro, un ?enemigo heroico, con alta moral, buen armamento e ideales progresistas?, un pueblo, de n¨®madas dotado de una ??deolog¨ªa progresista de la mejor especie? (cito, claro est¨¢, a Costa Morata). Pero ¨¦sta no es la baza que se. ventila hoy en el Magreb: es el argumento de un filme de Kung-Fu.
Siento haber tenido que perder tanto tiempo (y hac¨¦rselo perder a mis lectores) en deshilar el tejido de buenos deseos, profesiones de fe, hip¨®tesis gratuitas, descalificativos, etc¨¦tera, que compone la ?respuesta? de nuestro autor; pero es ¨¦ste quien me ha obligado a ello con.sus deformaciones y desinformaci¨®n. No es el suyo el buen camino de ?mejorar -como yo tambi¨¦n deseo-, la situaci¨®n de las masas secuestradas por las oligarqu¨ªas y los verbal¨ªsmos na cionalistas en el Magreb?. Los lectores de EL PAIS merecian, sin duda, algo mejor que su serial. Sin vanidad, ni falsa modestia, creo que mis art¨ªculos tambi¨¦n.
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