?La hora marroqu¨ª?
EL MINISTRO marroqu¨ª de Asuntos Exteriores ha vuelto a poner sobre: el tapete el problema de Ceuta y Melilla, en una conferencia pronunciada en el Centro de Estudios Estrat¨¦gicos e Internacionales de la Universidad norteamericana de Georgetown. La declaraci¨®n oficial al respecto de la espa?olidad de las dos plazas de soberan¨ªa, por parte del ministro espa?ol de Asuntos Exteriores, ha sido instant¨¢nea.Parece como si Espa?a sufriera, una vez m¨¢s, otro bandazo en sus relaciones con el norte de Africa, pero en realidad la imagen es falsa. La situaci¨®n no ha cambiado en absoluto, y los movimientos de la diplomacia marroqu¨ª siguen el camino previsto, echando mano de las bazas preexistentes y que en ning¨²n momento pueden ser olvidadas. El hecho de que el se?or Bucetta haya aludido asimismo a las islas Canarias arroja un poco m¨¢s de luz al asunto: Marruecos, defensor hasta hace poco de la espa?olidad de las Canarias, enarbola ahora su cercan¨ªa de las costas marroqu¨ªes sin sonrojarse: hasta podr¨ªa darse el caso de que la emisora del se?or Cubillo tuviera que hacer las maletas para trasladarse de Argel a Rabat.
En realidad, las Canarias son de nuevo en este caso una cortina de humo; Ceuta y Melilla resultan, por el contrario, un arma delicad¨ªsima de chantaje para el verdadero problema que subyace en el aut¨¦ntico tel¨®n de fondo: el Sahara occidental. Desde el momento en que las relaciones con el Frente Polisario mejoran, Marruecos avanza sus peones, y el margen de maniobra de la diplomacia espa?ola se adelgaza.
Como ya recordamos en esta misma p¨¢gina, el criterio mayor es claro: la defensa de los intereses y derechos de los espa?oles habitantes de Ceuta y Melilla, considerando que el problema que se plantea no puede ser jam¨¢s el mismo que el de las islas Canarias. Y en, todo caso, la b¨²squeda de relaciones de equilibrio en la zona, tanto con Argelia como con Marruecos. Si la balanza se venciera de uno de sus dos lados, s¨®lo perjuicios podr¨ªan derivarse para los intereses internacionales de Espa?a. Mantener el equilibrio no resulta f¨¢cil, desde luego, dadas las posiciones antag¨®nicas de nuestros dos vecinos del norte de Africa. La neutralidad y la preservaci¨®n de los intereses que Espa?a mantiene en sus relaciones con ambos condicionan y hasta determinan la b¨²squeda del necesario equilibrio.
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