Enrique Quejido
Enrique Quejido.Galer¨ªa Buades.
Claudio Coello. 43. Madrid.
En la primera p¨¢gina de El derrumbe, Scott Fitzgerald sintetizaba en una sola frase toda una actitud ante la vida que a m¨ª, personalmente, me parece ejemplar, por no decir la ¨²nica posible: ?Uno -dec¨ªa Fitzgerald- debiera ser capaz de ver que las cosas no tienen remedio y, sin embargo, estar determinado a cambiarlas.? ?A qu¨¦ viene un comienzo tan literario para hablar de una exposici¨®n, de una pintura, la de Enrique Quejido? Veamos. De un cuaderno de apuntes de este pintor extraje no hace mucho esta otra frase: ?Pienso que la pintura ya no tiene ning¨²n camino. Aun as¨ª me resisto a sentirme vencido e intento crearme una y otra vez la necesidad de continuar.? Y, a m¨ª esta determinaci¨®n que surge de la desesperanza, esta suerte de desesperanza activa, se me aparece como la actitud ante las cosas, ante la vida y ante la pintura m¨¢s tremendamente sugerente.
A partir de ella todo se convierte necesariamente en un juego. Pero entend¨¢monos. No hablo de juegos ?recreativos? o en el sentido l¨²dico que suele adjudic¨¢rsele al t¨¦rmino, sino de juegos peligrosos. Y, por tanto, de pintura peligrosa. En esta perspectiva, el tipo de jugador que m¨¢s admiro es siempre aquel que m¨¢s arriesga, aquel que gusta de llegar a situaciones l¨ªmite y, oportunamente, sabe jugarse el ?resto?. Y si el ?resto? de la vida es cada vez m¨¢s claramente el riesgo mismo, el peligro, el ?resto? de la pintura, est¨¢ claro desde hace ya tiempo, es el color.
Pero hablo de color como ?resto? y no como camino o como l¨ªnea de avance. En estos momentos parece ya definitivamente clausurado tanto en Francia como en Espa?a el intento m¨¢s reduccionista de las ¨²ltimas d¨¦cadas: la pintura-pintura. Y ha sido precisamente la experiencia de aquellos que m¨¢s han teorizado sobre la importancia del color como ¨²nica v¨ªa posible la que mejor ilustra hoy mi seguridad en esta falta de caminos a la que me refiero. La pintura-pintura intent¨® justificarse a s¨ª misma reduciendo toda la historia del arte contempor¨¢neo a una especie de hilo ¨²nico cuyas etapas m¨¢s significativas eran C¨¦zanne y Matisse, en primer lugar, los expresionistas americanos, en segundo lugar y, l¨®gicamente, ellos mismos, en tercer lugar. S¨®lo que ese posible hilo (entendido como secuencia l¨®gica y necesaria) estaba ya clausurado mucho antes de que la mayor¨ªa de los que enarbolaron la bandera de la pintura-pintura empezaron a pintar. Lo hab¨ªa clausurado Reinhardt y sus pinturas monocroma (1956-1966) en Estados Unidos y Klein en Europa, con su International Klein Blues, aquella incre¨ªble serie de 194 lienzos monocromos azules a la que dedic¨® los tres ¨²ltimos a?os de su vida (1959-1962).
Si utilizo estos dos ejemplos (podr¨ªan ponerse bastantes m¨¢s) como los m¨¢s relevantes de lo que, podr¨ªamos llamar la experiencia del final no es porque crea que desde entonces no es posible seguir trabajando con la pintura. Todo lo contrario. De ser as¨ª a Reinhardt y a Klein les habr¨ªa bastado con hacer un solo cuadro monocromo. Pero ellos sab¨ªan muy bien que no se trataba de eso. Lo que sobra, lo que nos sobra desde entonces, son actitudes grandilocuentes, ingenuamente esperanzadas que, un a?o s¨ª y al otro tambi¨¦n, pretenden descubrir el Mediterr¨¢neo y nos dicen, con una seguridad digna de mejor suerte: ?Por ah¨ª, ese es el camino.? Prefiero claramente a pintores que, como el caso de Enrique Quejido, saben que no est¨¢n descubriendo caminos porque no hay ya caminos que descubrir, pero que desde su silencio, al margen de las modas, est¨¢n realizando una experiencia verdaderamente peligrosa de la pintura; saben que no tienen nada que ganar o perder, porque en el juego, en los juegos peligrosos, lo importante es jugar, experimentar el mismo riesgo una y otra vez en la soledad del estudio, en el ambiente cargado de un tugurio, en el calor de una alcoba, en la incertidumbre de una apuesta o al borde de un precipicio.
Y no s¨®lo jugar, tambi¨¦n jugar bien y aqu¨ª es donde no todos aciertan y donde Enrique Quejido est¨¢, en mi opini¨®n, acertando. Que otros se preocupen de victorias y derrotas. Hablar m¨¢s en concreto de su pintura hoy me parece innecesario. Su exposici¨®n est¨¢ ah¨ª y quien quiera puede visitarla. Absolutamente recomendable, que dir¨ªa un buen gacetillero.
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