Los nuevos juzgados, congestionados a los dos meses de su inauguraci¨®n
Mientras una se?ora apesadumbrada declara ante un funcionario judicial las circunstancias en que su hijo fue objeto de abusos deshonestos, a menos de medio metro, en la misma sala, otro particular cuenta algo sobre un pleito de tr¨¢fico. La Administraci¨®n de Justicia se ejerce a¨²n a costa de la incomodidad de ciudadanos y funcionarios, a pesar de la inauguraci¨®n, hace menos de dos meses, del moderno edificio de la plaza de Castilla, donde se ubican todos los juzgados de primera instrucci¨®n.
La nueva sede de los juzgados es un edificio de moderna arquitectura que ocupa un amplio solar esquina entre la avenida del General¨ªsimo y Bravo Murillo. Consta de dos pabellones alargados, paralelos a cada calle, de ocho plantas cada uno. En el ala de la avenida del General¨ªsimo se ubican los diecinueve juzgados de instrucci¨®n civil, dos de los de instrucci¨®n penal y varios departamentos (biblioteca, despacho del fiscal, un juzgado especial y el decanato). En el ala paralela a Bravo Murillo est¨¢n los veinte restantes juzgados de instrucci¨®n penal, el registro penal, el juzgado de guardia y la parte destinada a la nueva polic¨ªa judicial, de reciente creaci¨®n.En cada planta se ubican cuatro juzgados, con sus correspondientes secretar¨ªas, agentes judiciales Y salas de audiencia. El extra?¨® reparto del espacio se observa al momento de entrar en cualquier planta. El hueco ocupado por la escalera central y los rellanos de cada planta son muy amplios, mientras que las dos alas que se extienden a los lados son profundas y estrechas, sobre todo el pasillo donde esperan los particulares. Estos utilizan el rellano estrictamente como lugar de paso, y abarrotan los pasillos, colocados cerca de las puertas del juzgado que les corresponda, atentos a las llamadas que les afecten. No existen salas de espera, y apenas cuatro o seis bancos de madera, con respaldo recto, les ofrecen una posibilidad de descanso.
Las dependencias se dividen en dos clases: los despachos de los jueces, que son amplios y con sillones c¨®modos, y las oficinas de secretar¨ªa, apenas un poco m¨¢s grandes que los anteriores, donde trabajan ocho o nueve funcionarios y en los que los particulares tienen que tramitar sus diligencias de pie, ante la falta de sillas para sentarse. Aunque las hubiera no servir¨ªan de nada, ya que, dado el exiguo espacio que queda entre cada mesa, no podr¨ªan instalarse. En cualquier forma, aparte de la incomodidad f¨ªsica, es mucho peor la consiguiente falta de discreci¨®n que se origina. Un funcionario nos contaba la verg¨¹enza de una se?ora que acudi¨® a denunciar un acto de abuso sexual en la persona de un hijo suyo, de unos diez a?os de edad, y que tuvo que declarar delante de los que esperaban turno y al lado de los que gestionaban otros pleitos en las mesas cercanas. Esta falta de intimidad provoca un retraimiento en los detalles m¨¢s escabrosos de los hechos.
En cada secretar¨ªa existe un peque?o despacho destinado, inicialmente, a estos asuntos, pero, generalmente, est¨¢ ocupado por otro funcionario para procurarse un m¨ªnimo desahogo. Aunque los empleados estiman que la situaci¨®n ha mejorado respecto a las antiguas dependencias de General Casta?os, la opini¨®n un¨¢nime es que a los dos meses de su inauguraci¨®n los papeles se est¨¢n amontonando en los rincones m¨¢s insospechados, se ven obligados a trabajar codo con codo, y se han descuidado detalles tan m¨ªnimos como habilitar salas para los objetos recuperados de robos (que ahora se depositan en las sillas, en el suelo o encima de los archivadores).
Simult¨¢neamente, las cuatro salas de audiencia de cada planta, bastante espaciosas, est¨¢n vac¨ªas la mayor parte de la semana. En los juzgados de instrucci¨®n penal suelen utilizarse un d¨ªa o dos por semana, y en los de instrucci¨®n civil, en muy pocas ocasiones.
El juzgado de guardia no ha podido entrar en funcionamiento porque las puertas son de dimensiones reducidas y no permiten el paso de los furgones. Asimismo, la oficina de los funcionarios de guardia es estrecha e irregular, mientras que se han dispuesto cuatro despachos individuales, mucho m¨¢s c¨®modos, para albergar al juez, el secretario, el m¨¦dico forense y el fiscal.
Lo dificultoso, de entrada, es el mismo acceso a los juzgados. Situados en una zona que soporta un tr¨¢fico intenso, es frecuente ver largas hileras de coches aparcados en doble fila. Un veh¨ªculo de la gr¨²a est¨¢ all¨ª en permanente vigilancia. Si no se consigue aparcar cerca, lo que s¨®lo logran los doscientos primeros, hay que bajar por la avenida del General¨ªsimo hasta Rosario Pino, la primera calle que no es prohibido el giro, y dar un rodeo muy amplio para salir de nuevo a Bravo Murillo, donde tampoco es nada f¨¢cil encontrar sitio.
Los juzgados disponen de un aparcamiento muy amplio de tres plantas subterr¨¢neas, de las que s¨®lo funciona una. Aunque, te¨®ricamente, s¨®lo est¨¢n a disposici¨®n de funcionarios, jueces o abogados, de hecho los particulares recurren a meter su coche all¨ª. Esto plantea, por otra parte, un problema de seguridad com¨²n a todo el edificio, donde por la tarde es muy f¨¢cil introducirse en cualquier despacho. Problema que puede agravarse si se confirman las noticias de que la administraci¨®n del aparcamiento podr¨ªa arrendarse a una empresa privada. Esta, de la que no conocemos el nombre, ofrecer¨ªa las plazas incluso a los vecinos de los edificios cercanos, y, en un principio, se habl¨® de que hasta los funcionarios tendr¨ªan que pagar por utilizarlo.
La repulsa ante la idea, incluidos los jueces, fue un¨¢nime, y parece que la propuesta se centra ahora en reservar de ocho a tres el aparcamiento y que, a partir de esa hora, sea p¨²blico y previo pago.
La falta de personal y los dilatados plazos de tramitaci¨®n motivan que algunos particulares impacientes intenten recurrir al regalo, a veces en met¨¢lico. Fen¨®meno que ha sido confirmado por un funcionario, aunque ha negado rotundamente que lleguen a aceptarse.
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