Ajedrez y pol¨ªtica
Se ha dicho que el celebrado Campeonato del Mundo de Ajedrez estaba politizado, que el ajedrez est¨¢ politizado... S¨ª, ?y d¨®nde est¨¢ la sorpresa? Por ejemplo, la Enciclopedia Brit¨¢nica dedica en la entrada Chess una secci¨®n a tratar de la politizaci¨®n del ajedrez sovi¨¦tico, y esto simplemente demuestra que tambi¨¦n la Enciclopedia Brit¨¢nica est¨¢ politizada. Resulta de una ingenuidad est¨²pida sorprenderse de la politizaci¨®n de cualquier manifestaci¨®n social, cultural o deportiva. La serie Starsky y Hutch, las olimpiadas, el rock, est¨¢n politizados. Y es v¨¢lido utilizar cualquier manifestaci¨®n cultural para hacer propaganda de una determinada ideolog¨ªa, puesto que las ideolog¨ªas protestan precisamente de su superioridad cultural.Lo que no es v¨¢lido es vulnerar reglas universalmente aceptadas como son las de la ¨¦tica y la est¨¦tica. No es v¨¢lido hacer uso de la pornograf¨ªa y la droga para endosar las ?libertades? occidentales. No es v¨¢lido ocultar, tergiversar o mentir.
Las informaciones sobre el campeonato (las publicadas por EL PAIS, concretamente) t¨¦cnicamente son est¨²pidas y hacen sonrojar a un ajedrecista. Pero voy a mencionar s¨®lo las referentes al aspecto humano.
Su columnista Kuperman (el mejor cronista de ajedrez actual en Espa?a) nos cont¨® (EL PAIS, 1-10-78) que el ajedrez antes de la hegemon¨ªa sovi¨¦tica era un juego de caballeros. Call¨® que Steinitz utilizaba la revista de ajedrez de la que era director para insultar a sus rivales. Que inici¨® una curiosa contienda (politizada) sobre la superioridad de los jud¨ªos en ajedrez, que eventualmente ha continuado impl¨ªcita hasta este ¨²ltimo campeonato. Kuperman nos cuenta la caballerosidad de Steinitz al vitorear al campe¨®n Lasker, pero calla que ¨¦ste era tambi¨¦n jud¨ªo. Calla que Lasker no concedi¨® la oportunidad de disputar el t¨ªtulo a Rubistein y cuando lo perdi¨® con Capablanca hizo comentarios reticentes, cuando hab¨ªa sido aplastado y debi¨® haberlo sido antes de no haber evitado el encuentro. Calla que Berstein objet¨® la participaci¨®n de Capablanca en el torneo de San Sebasti¨¢n, en connivencia con Lasker, y era tambi¨¦n jud¨ªo. Calla que cuando Alekhine derrot¨® a Capablanca, luego no le dio oportunidad para recuperarlo, ni tampoco se enfrent¨® contra Fine, Keres o Botwinnik. Estos son los grandes caballeros del pasado.
Otra especulaci¨®n gratuita es la afirmaci¨®n de que Karpov no tiene la altura de Capablanca, Alekhine o Botwinnik; curiosamente no se menciona a Fisher en esta cita. Pues bien, estos tres campeones consiguieron el t¨ªtulo en la edad cumbre del ajedrez, el entorno de los 35 a?os, Karpov se proclam¨® a los veinticuatro. Capablanca lo perdi¨® contra su primer desafiante, Alekhine; ¨¦ste, contra Euwe (un campe¨®n de segunda), y Botwinnik s¨®lo logr¨® empatar con Bronstein. Y Fisher, que conoc¨ªa este fatal destino de los campeones, no se atrevi¨® a enfrentarse con el jovenc¨ªsimo Karpov.
Por ¨²ltimo, los aficionados al ajedrez celebramos la derrota de Korchnoi, porque la victoria de ¨¦ste hubiera supuesto lo que sospech¨¢bamos y ya hab¨ªa intentado Fisher: la ruptura de la comunidad ajedrecistica mundial, que con la excitaci¨®n de la derrota Korchnoi ha pedido imprudentemente ya.
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