La ola de franquismo que nos invade
Yo lo vengo diciendo desde hace tiempo e, incluso, no s¨¦ si he titulado ya alguna cr¨®nica de esta forma: La ola de franquismo que nos invade. ?Para qu¨¦ ha servido el ox¨ªgeno / end¨®geno / ex¨®geno que ha dispersado la vida breve de nuestro Fraguas? Para llenar de ultrapatriotas la plaza de Manuel Becerra, que en este caso no conviene llamar plaza de Roma, porque recuerda m¨¢s a Mussolini.Cuando Fraguas agonizaba, me lo dijo Mart¨ªn Prieto en el peri¨®dico, con su laconismo de ni?o lac¨®nico, que le conoc¨ª de adolescente y ya era as¨ª:
-Fraguas est¨¢ sin cara.
Y si los terroristas le volaron la cara a un inocente, ?qui¨¦n les va a volar la careta, la m¨¢scara, a los terroristas? Ya se ve para qu¨¦ sirven, indirectamente, las bombas-correspondencia que no aguardan respuesta: para que otros se?ores, que fabrican goma-2 verbal, encandilen a un personal desconcertado y siempre con paraguas, por si acaso, que no sabe por d¨®nde va a tronar la democracia o a llover la metralleta.
A qu¨¦ negarlo: los peri¨®dicos ultrapatriotas se venden m¨¢s, y los que, sin llegar a tanto, se quedanen patriotas o her¨¢ldicos, hacen art¨ªculos y editoriales donde capitalizan, a su vez, para su gusto, lo que ya ha capitalizado, sin tener por qu¨¦, don Blas Grease. El domingo hablaba yo aqu¨ª del cierre del ¨²nico sex-shop madrile?o, que debi¨¦ramos haber conservado abierto, Ros¨®n amor, siquiera como capilla de una libertad europea indiferente ya ante las incitaciones para reprimidos. El lujo democr¨¢tico de tener un sex-shop, o cincuenta, es el que nadie entre, porque el personal pasade aberraciones. Eso quiere decir que el espa?ol ya no tiene la ingle furiosa y, por tanto, puede votar sereno la papela, o sea la Constituci¨®n.
Hoy me llama Mar¨ªa Antonia Dans:
-?Pero t¨² sabes de qui¨¦n es el sex-shop? De Manolito de Madera.
Manolito de Madera, Manolo el Guapo, lleg¨® al Caf¨¦ Gij¨®n la misma noche que yo, ¨¦l para hacer el amor y yo la guerra. Le ha ido mejor que a m¨ª, naturalmente, y ya tiene una tienda de lo suyo: de ?souvenirs? sexuales. El sexo tiene sus razones, que la raz¨®n no comprende. Sandra, la otra gran Sandra de la noche madrile?a, la del Caf¨¦ Gij¨®n, le puso el nombre por apol¨ªneo, por hier¨¢tico, por policromado en su propia belleza: Manolito de Madera.
En la papela constitucional que vamos a votar s¨ª tiene que caber todo, hasta Manolito de Madera y su sex-shop. Aparte las razones sentimentales que daba yo aqu¨ª el otro d¨ªa, porque el espect¨¢culo m¨¢s democr¨¢tico de la democracia europea es un sex-shop vac¨ªo, por el que la gente pasa de largo: buena prueba de que el personal est¨¢ servido:
-Caballero, ?se dignar¨ªa una mu?eca hinchable?
-No, gracias, me estoy quitando.
Sabemos que el Gobierno cojea involuntariamente de algunos pies (un Gobierno siempre es un ciempi¨¦s, aunque sea monocolor, como el de Su¨¢rez), y que ego le impide dar a la caza alcance: graposos, etarras, terroristillas, fascistones y otras etnias pol¨ªticas de la espantable tabla de Daimiel de la derecha, coto de Do?ana imperial, en que mandan los patos azulones, sobre todo azulones. Esta multicojera, capitalizada y potenciada por la ultrabrillantina, entre la candidez de ignorantes y santos inocentes, da como resultado la-ola-de-franquismo-que-nos-invade, ilustrada por un teatro de chascarrillo y retroastrac¨¢n. Me lo dec¨ªa Marsillach de vuelta de una manifestaci¨®n progre:
Esos ludibrios de teatro ultra est¨¢n triunfando comercialmente por igual mecanismo que triunf¨® el Tartufo con Franco: por la alusi¨®n al Poder, que nuestro pueblo siempre r¨ªe.
Me viene una se?orita informativa y magnetof¨®nica (me temo que UCD), tipo encuesta sobre la Constituci¨®n, para difundirlo mucho:
-Se ha hecho una Constituci¨®n de derechas, se?orita, que molestas a la ultraderecha anticonstitucional, de Silva a Pi?ar, y que, por tanto, se convierte en la ¨²nica arma de la izquierda. Hay que votarla.
La-ola-de-franquismo-que-nos-invade va del robo del tir¨®n a la parabellum programada, pasando por el verbo sagrado de los patriotas del cielo. La diferencia entre una revoluci¨®n sangrienta y una reforma pac¨ªfica es que la reforma suele costar mucha m¨¢s sangre.
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