Experiencia, historia y poes¨ªa
Dec¨ªa Mario Vargas Llosa que el escritor, a la hora de seleccionar los temas de que debe tratar, escucha antes que a nadie a esos diablos personales que, en voz baja, desde las brumas del inconsciente, le dictan sus atenciones, sus expectativas. Esto, que en los terrenos brumosos de la invenci¨®n parece claro precisamente por lo inconcreto de los l¨ªmites -incluso cuando el escritor se decide con ferocidad por un tema externo los demonios encontrar¨¢n grietas en el tratamiento-, es menos visible que en otros terrenos, en la creaci¨®n cr¨ªtica, en el ensayo. Y ese, es el caso del libro de Ricardo Lezcano, La ley de Jurisdicciones, 1905-1906, subtitulado Una batalla perdida por la libertad de expresi¨®n, porque con todo el rigor del investigador, y m¨¢s de ese investigador especial de la hemeroteca, el libro confiesa haber sido hecho desde la experiencia personal, desde las creencias y los objetivos vitales.Efectivamente, una an¨¦cdota sirve para dejar la base de inquietud sobre la que se edificar¨¢ el libro: el consejo de guerra que, por un poema, va a sufrir el hermano del autor en 1967. Entonces se le aplic¨® la ley de Jurisdicciones, promulgada en un momento muy especial de la historia de Espa?a y que da al Ej¨¦rcito capacidad para juzgar aquellos actos que considere ¨¦l mismo como ofensas a su estructura, a sus ideas, a su instituci¨®n. Y a partir de ah¨ª, de esa vivencia sentida como absurda, se pasa al estudio de las circunstancias que la permiten: la dial¨¦ctica Ej¨¦rcito prensa, desarrollada especialmente en Barcelona en 1905 y 1906.
Ricardo Lezcano
La ley de Jurisdiciones, 1905-1906 (Una batalla perdida por la ibertad de expresi¨®n)Editorial Akal. Madrid, 1978
Se trata de un momento especialmente complicado: el debate, que pasa muchas veces de la palabra a la acci¨®n, y ¨¦sta llena de violencia calles y redacciones, se manifiesta -y lo vemos desde este libro muy bien- desde todo el abanico ideol¨®gico de la ¨¦poca. Recoge Ricardo Lezcano los art¨ªculos que plasman la batalla, particularmente en lo que m¨¢s molest¨® a los militares de la ¨¦poca, los chistes, los sueltos de la prensa sat¨ªrica. Y es curioso, para el lector de hoy, sentir debajo de muchos de ellos un esp¨ªritu descaradamente militarista: en el fondo, los textos que uno intuye m¨¢s molestos para el Ej¨¦rcito de entonces son aquellos en que se le echa en cara el fracaso todav¨ªa reciente en las guerras coloniales, en nombre de unas supuestas valoraciones populares que, en el fondo, rinden culto a las virtudes consideradas desde siempre militares.
Se siente en este libro la tensi¨®n de la hemeroteca; esa forma de ser de los textos escritos para ser consumidos en un d¨ªa y que, merced al archivo y al trabajo del historiador, se vuelven documento para la historia. En dos sentidos: para la historia como ciencia y -ah¨ª est¨¢ la tensi¨®n- para el sentimiento de la factura misma de la Historia en el tiempo. Por eso, separados el lenguaje y hasta el fondo de la cuesti¨®n, desde nuestros d¨ªas la lectura es particularmente ejemplificadora.
Por fin, hay que hacer hincapi¨¦ en lo que se dec¨ªa al principio: El libro, que confiesa desde su interior -como quer¨ªa Roland Barthes- los puntos de vista desde donde ha sido hecho, revela una querencia m¨¢s: Ricardo Lezcano no se refiere en ¨¦l a su anterior trabajo literario como creador, pero que es indispensable para entender este texto. Tengo delante El siglo de las sombras, el tercero de sus libros de poemas. publicado en 1973 por la colecci¨®n Saco Roto, de la Editorial Helios, de Madrid. Es un libro de madurez que reivindica desde el t¨ªtulo mismo lo cotidiano de la modernidad, las peque?as cosas y las peque?as denuncias, los temas eternos del hombre enfrentado al cambio del tiempo. Un texto sobrio, desilusionado int¨ªmamente hasta del compromiso que declara y practica alejado de esos otros dos (El ¨¢rbol plantado y Tierra anticipada), que una intuye, treinta a?os antes, mucho m¨¢s preocupados en la forma y el dibujo de exterior.
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