El caso Darquier
?Un anciano llamado Darquier y con el a?adido de Pellepoix, franc¨¦s nazi y orgulloso de serlo, criminal de guerra refugiado desde 1944 en Espa?a, se abandona ante uno de nuestros colegas a un delirio tan complaciente como cruel. Apenas impresas, sus declaraciones recorren Francia y siembran el estupor. ?ltima gloria de este octogenario sin remordimientos ni penas: antes de morir, podr¨¢ vanagloriarse de haber sacudido su pa¨ªs. Un comunicado del El¨ªseo, una declaraci¨®n del primer ministro, un debate parlamentario, la protesta de todos los poderes, de todas las Iglesias: nunca, en la historia reciente, tan pocas palabras habr¨¢n, decididamente, provocado tantos comentarios.?Qu¨¦ dice este Darquier? Que no tiene, es evidente, nada de que reprocharse. Al contrario. Que est¨¢ satisfecho de acabada la primera guerra mundial, haber abofeteado a algunos jud¨ªos, entre ellos a Le¨®n Blum; que se felicita de haber sabido demostrar a la Gestapo que Francia no ten¨ªa necesidad de nadie para administrar una verdadera pol¨ªtica antijud¨ªa. (...)
Se permite que el antiguo nazi no diga m¨¢s que esto. Sugiere que los campos de concentraci¨®n han indudablemente existido, pero los campos de exterminio, ¨¦l, de Pellepoix, no los conoce. ?Pura invenci¨®n de los jud¨ªos! No tienen igual para inventar trucos tan fant¨¢sticos. ?Los testimonios? Son falsos. ?Las fotos? Est¨¢n trucadas. ?Pero los cientos de miles, los millones de deportados que fueron gaseados en Auschwitz y en otros lugares? "En Auschwitz no se ha gaseado m¨¢s que a los piojos." (...)?
9 noviembre
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