Mensaje al mundo del trabajo / y 2
Secretario general de Alianza PopularLa Espa?a a la que debemos apuntar, para los a?os ochenta, no es una Espa?a que se parezca a China o a Rusia, con un Estado omnipotente que sea el ¨²nico patrono, el ¨²nico casero y se?or absoluto de vidas y haciendas. No es tampoco una Espa?a con una econom¨ªa estancada y sin desarrollo, como la de Inglaterra, donde el socialismo laborista ha establecido un sistema burocr¨¢tico y nacionalizador. No puede ser una ?sociedad autogestionaria?, en la que todas las empresas, grandes y peque?as, se lleven como cooperativas.
Se dir¨¢ que hay otros modelos socialistas, y es cierto. Los que menos mal funcional son aquellos que, como la socialdemocracia alemana, austr¨ªaca o escandinava, administran prudentemente el propio sistema de la econom¨ªa social de mercado, en lugar de destruirlo o destrozarlo.
Pero vengamos a las cuestiones de fondo. Lo primero que hay que decir es que el sistema econ¨®mico y social no funciona por separado del resto: no cabe separar la inversi¨®n de la seguridad ciudadana, ni la productividad del sistema escolar, ni la exportaci¨®n del conjunto de la pol¨ªtica internacional, y as¨ª sucesivamente.
Dicho de otro modo: o la sociedad funciona en su conjunto, o no funciona nada. El edificio social no puede construirse desde el tejado, sino desde los cimientos. Lo primero que necesita una sociedad es paz, orden, leyes justas y que se cumplan.
Asegurado el orden y la ley, con una justicia r¨¢pida y ejemplar, el punto siguiente es la familia y la educaci¨®n. Todos aspiramos a fundar una familia, a tener hijos, a educarlos y sacarlos adelante. Todos los mitos de las comunas y del amor libre se estrellan contra la realidad familiar: o se nace en una familia o se llega a la vida en inferioridad de condiciones, que ninguna instituci¨®n asistencial puede arreglar. Esto exige una pol¨ªtica eficaz de viviendas y de escuelas. Casas habitables en barrios dotados de todos los servicios sociales necesarios, a un precio razonable, y escuelas que den a todos un razonable punto de partida, acerc¨¢ndose al m¨¢ximo a la igualdad de oportunidades.
El tercer punto es el empleo. Todos tenemos el derecho y el deber del trabajo. Pero todos sabemos que el trabajo requiere est¨ªmulo; el est¨ªmulo m¨¢s razonable es el econ¨®mico y la promoci¨®n social. Se debe estimular con mayores ingresos y mejores oportunidades. Al que estudia m¨¢s, al que se esfuerza m¨¢s, al que rinde m¨¢s. El intento de pedir ?caf¨¦ para todos? se traduce en menor producci¨®n y, por lo mismo, termina en que se reparte un caf¨¦ peor y en menor cantidad. El empleo se fomenta con la inversi¨®n, sobre todo con la inversi¨®n industrial, pues la agricultura est¨¢ limitada por la extensi¨®n y calidad de la tierra y los servicios tienen tambi¨¦n un l¨ªmite en su expansi¨®n.
Todos los salarios y rentas vienen del reparto del producto nacional; s¨®lo aumentando ¨¦ste podemos tocar a m¨¢s. Y ello no puede lograrse sin trabajo, sin productividad, sin ahorro, sin inversi¨®n, sin rendimiento.
Es claro que la productividad exige informaci¨®n y motivaci¨®n, por lo que son deseables todos los perfeccionamientos de una creciente participaci¨®n de todos en la vida de la empresa.
La vida, en fin, no transcurre siempre normal y sin accidentes. Un sistema completo de Seguridad Social debe asegurar a todos un m¨ªnimo nacional, en cualesquiera circunstancias de desempleo, accidente o cualquier otra situaci¨®n carencial. Y cuando llegue la tercera edad, la comunidad debe reconocer los servicios prestados con pensiones justas y revalorizadas al comp¨¢s de las variaciones del poder adquisitivo.
Todo ello ha de coronarse con una doble participaci¨®n, sindical y ciudadana, en los grandes asuntos de la comunidad. El trabajador no est¨¢ solamente en su empresa, sino en un sector y en un conjunto de otras realidades que le afectan como tal: de ah¨ª la necesidad de las organizaciones sindicales. Pero la experiencia demuestra que estas son tanto m¨¢s eficaces cuanto m¨¢s independientes, m¨¢s profesionales, m¨¢s llevadas por verdaderos trabajadores y no por intermediarios pol¨ªticos. Esto no tiene nada que ver con los ?sindicatos amarillos?; los sindicatos norteamericanos son plenamente reivindicativos y han conseguido para sus trabajadores los salarios y el nivel de vida m¨¢s alto del mundo pero respetan el sistema empresarial y no hacen pol¨ªtica.
Tampoco basta con la acci¨®n sindical: el trabajador ha de ser un ciudadano como los dem¨¢s y con tantos t¨ªtulos como el que m¨¢s. Debe participar en la vida de su ayuntamiento, de su provincia, de la naci¨®n. Lo que no est¨¢ demostrado es que deban existir partidos obreros, como no deben (a mi juicio) existir partidos empresariales. S¨®lo si todos participamos en grandes fuerzas nacionales se pueden hacer grandes opciones de pol¨ªtica; lo otro nos lleva a modelos como el italiano, que a la vista est¨¢ lo limitado de su ¨¦xito. Cada uno debe buscar el partido en el cual est¨¦ mejor representado el conjunto de sus ideales o intereses, junt¨¢ndose con cuantos puedan defenderlos del modo m¨¢s eficaz.
Hoy, los dos grandes ejes de opci¨®n est¨¢n claros: unidad nacional frente a disgregaci¨®n del Estado; visi¨®n marxista de la sociedad, o bien, otra cosa. Los que opten por los nacionalismos regionales saben que votan por los reinos de taifas, por la debilidad de Espa?a, por una mayor desigualdad entre sus regiones en deterioro de las m¨¢s pobres. Los que se inclinen por el marxismo deben saber que en ello aprueban una visi¨®n materialista de la vida y un camino que ha producido m¨¢s servidumbre que libertad y verdadero progreso.
Una gran naci¨®n no puede salvarse sin la cooperaci¨®n de todos. La lucha de clases, como el enfrentamiento entre j¨®venes y maduros, o entre esta o aquella regi¨®n, nos debilita a todos. Como los ingleses, como los alemanes, como los japoneses, debemos poner por delante a la patria y despu¨¦s discutir lo dem¨¢s.
Por una Espa?a sin pistoleros, sin drogadictos, sin vagos; por una Espa?a m¨¢s justa, m¨¢s limpia, m¨¢s eficiente, debemos todos luchar. En ella encontraremos la defensa contra las presiones exteriores; bien podemos ver c¨®mo, al cerrarnos las puertas del Mercado Com¨²n, se han encontrado juntas la derecha y la izquierda en Francia. Y lo mismo en pol¨ªtica interior, como hemos visto: hacen falta m¨¢s carreteras, y m¨¢s escuelas, y m¨¢s fuentes de energ¨ªa, y menos, en cambio, de todo cuanto desune y destruye.
Frente a los que ofrecen Jauja, nosotros pedimos sentido com¨²n, buena voluntad y obra bien hecha. El tiempo dir¨¢ que no hay otro camino. Mientras tanto, abramos un di¨¢logo que nos permita emprenderlo cuanto antes de com¨²n acuerdo y al servicio de todos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.