Pa¨ªs Vasco: el c¨ªrculo vicioso
LAS ACCIONES terroristas -la ¨²ltima de las cuales, de autor¨ªa todav¨ªa desconocida, ha elegido como v¨ªctima al magistrado se?or Mateu- se proponen llevar hasta las ¨²ltimas consecuencias los efectos del c¨ªrculo vicioso. Los maestros de esa estrategia son quienes dirigen, desde dondequiera que sea, la ofensiva criminal de ETA y de los otros grupos terroristas.La solidaridad emocional de ciertos estratos de la poblaci¨®n del Pa¨ªs Vasco, e incluso de algunas minor¨ªas del resto de Espa?a, con los activistas vascos bajo el franquismo sirvi¨® de base a las movilizaciones en favor de la conmutaci¨®n de las penas de muerte en el proceso de Burgos de diciembre de 1970 y a la campa?a por la amnist¨ªa en los dos a?os iniciales del reinado de don Juan Carlos. Las violaciones de los derechos humanos antes de 1975 y los gruesos errores de la pol¨ªtica de orden p¨²blico en Euskadi durante varias d¨¦cadas constituyeron, sin duda, causa importante en la creaci¨®n de ETA. Sobre ese trasfondo, las peticiones y exigencias de una amnist¨ªa que cancelara las responsabilidades penales derivadas de acciones de motivaci¨®n pol¨ªtica realizadas bajo el franquismo fueron ganando cada vez m¨¢s terreno y terminaron por convertirse en ampliamente mayoritarias dentro de la opini¨®n p¨²blica. La ley de Amnist¨ªa de 14 de octubre de 1977 fue, a la vez, el triunfo de esas movilizaciones populares, de la raz¨®n de Estado y de la reconciliaci¨®n entre todos los espa?oles. Con ella se cerr¨® un ciclo hist¨®rico que alguien, insensatamente, quiere volver a abrir.
Las desastrosas consecuencias de la acci¨®n estatal en Euskadi bajo el r¨¦gimen anterior llevaron a la Conclusi¨®n de que las soluciones deber¨ªan ser fundamentalmente pol¨ªticas y no s¨®lo policiales. El Gobierno Su¨¢rez acometi¨® al principio con decisi¨®n y realismo el problema vasco, al legalizar la ikurri?a y excarcelar a los presos etarras en v¨ªsperas de las elecciones, pero no ha estado luego, en este terreno, a la altura de sus responsabilidades hist¨®ricas. La argucia de los reg¨ªmenes preauton¨®micos generalizados a toda la Pen¨ªnsula y la parsimonia y cicater¨ªa gubernamental en sus negociaciones con el Consejo General Vasco volvieron a despertar las sospechas de los nacionalistas respecto al continuismo centralista. Sin embargo, tambi¨¦n es verdad que el partido del Gobierno ha dado sus votos al articulado constitucional sobre los futuros estatutos de autonom¨ªa, que abre un ancho campo para las instituciones de autogobierno en Euskadi.
Pero ni la ley de Aminist¨ªa de 1977 ni las perspectivas ciertas de un r¨¦gimen auton¨®mico de techo m¨¢s elevado que el establecido por las Cortes republicanas desarmaron a los terroristas de ETA. A lo largo del ¨²ltimo a?o, y de manera acelerada en este sangriento oto?o, los asesinos han vuelto a la acci¨®n, sin aceptar la paz que la amnist¨ªa les ofrec¨ªa ni las soluciones pol¨ªticas que el texto constitucional dibuja.. Las v¨ªctimas han sido, fundamentalmente, modestos servidores de las fuerzas de orden p¨²blico. De esta forma, ETA ha encerrado al Estado y a las fuerzas democr¨¢ticas en un dilema angustioso. La voluntad del Gobierno y de las formaciones parlamentarias de lograr una soluci¨®n pol¨ªtica para Euskadi ha sido respondida desde el lado terrorista con una ofensiva criminal contra los cuerpos de seguridad, cuyos miembros comenzaron a ser abatidos en emboscadas impunes.
Todo el mundo sabe que la respuesta a las provocaciones-criminales de los terroristas comporta el riesgo, altamente probable, de que mueran inocentes en las persecuciones o en las refriegas. Las autoridades est¨¢n, moral y jur¨ªdicamente, obligadas a investigar las responsabilidades en las actuaciones de las fuerzas de orden p¨²blico que producen muertes o lesiones en la poblaci¨®n civil. Los excesos deben ser castigados -e hist¨®ricamente han quedado muchas veces en el silencio o el olvido-, pero los terroristas son en ¨²ltima instancia tambi¨¦n los inductores de esas p¨¦rdidas de vidas inocentes que caen bajo el fuego que contesta a sus provocaciones.
Ser¨ªa ingenuo pensar que los dirigentes de ETA lamentan esas muertes de v¨ªctimas inocentes, como la producida anteayer en Mondrag¨®n. El objetivo ¨²ltimo de su rechazo frontal de las soluciones pol¨ªticas es, precisamente, provocar las acciones policiales que llevan impl¨ªcita la posibilidad de esos accidentes tr¨¢gicos. Como qued¨® demostrado en las movilizaciones populares de ayer en el Pa¨ªs Vasco, s¨®lo esas muertes les pueden permitir relanzar las acciones de masas y romper su aislamiento pol¨ªtico en Euskadi.
El problema m¨¢s dif¨ªcil con el que se enfrenta la democracia espa?ola no es otro sino la ruptura de ese c¨ªrculo vicioso de la impunidad para los criminales si se adopta exclusivamente la v¨ªa pol¨ªtica y de reforzamiento social de las posiciones de ETA si se opta s¨®lo por una v¨ªa policial, que lleva aparejado el riesgo de afectar a la poblaci¨®n civil y de producir v¨ªctimas inocentes. Los peligros de una y otra v¨ªa son lo suficientemente graves como para causar el des¨¢nimo a la hora de analizar la situaci¨®n. No es posible que la apuesta en favor de las soluciones pol¨ªticas lleve consigo el reforzamiento del aparato terrorista para abatir por la espalda a miembros de las fuerzas de orden p¨²blico. No es posible que la decisi¨®n de recurrir a las soluciones policiales tenga como precio la ampliaci¨®n de la brecha entre las fuerzas de orden p¨²blico y la poblaci¨®n que habita en el territorio vasco. Pero la democracia debe saber encontrar sus soluciones. En lo pol¨ªtico, acelerando un proceso auton¨®mico maltratado por la torpeza de nuestros gobernantes. En lo policial, mejorando la dotaci¨®n y preparaci¨®n de las fuerzas de orden p¨²blico, investigando y castigando los errores, garantizando al m¨¢ximo la eficacia, por desgracia tantas veces ausente. Los tribunales est¨¢n para dilucidar las responsabilidades de todos. Pero qu¨¦ duda cabe que hoy en d¨ªa una acci¨®n policial eficiente es necesaria si se quiere acabar con el terror pol¨ªtico y el vac¨ªo ante el futuro, y que las fuerzas de orden p¨²blico necesitan un apoyo de la poblaci¨®n civil que dif¨ªcilmente hoy encuentran en el Pa¨ªs Vasco.
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