HitIer consider¨® innecesaria en 1940 la entrada de Espa?a en el conflicto europeo
En contra de las tesis mantenidas hasta ahora por los historiadores franquistas y falangistas, Franco pretendi¨® en diversas ocasiones participar, al lado de Italia y la Alemania nazi, en la segunda guerra mundial. Pero la seguridad alemana, y de Hitler, en que su triunfo sobre Gran Breta?a era inevitable, y no requer¨ªa apoyos de terceros, el papel que el F¨¹hrer atribu¨ªa a Francia en el ?nuevo orden europeo?, los sue?os imperialistas de la Italia fascista -antag¨®nicos a los espa?oles- y los manejos y sobornos de Londres entre los generales espa?oles impidieron que se concretara el viejo sue?o de la llamada izquierda falangista para aliarse con las potencias del eje. El profesor Antonio Marquina Barrio, del departamento de Estudios Internacionales de la facultad de Ciencias Pol¨ªticas de Madrid, revela en esta serie que comenzamos a publicar hoy c¨®mo se realizaron, de la mano de Franco y su cu?ado, Serrano S¨²?er, los contactos -de los que ahora se cumple el 38 aniversario- entre Madrid, Berl¨ªn y Roma de cara a esta posible entrada de la Espa?a franquista en la guerra. Para documentarse, el autor ha recorrido y revisado los principales archivos de Washington, Londres, Roma y Madrid, y ha tenido acceso a documentos in¨¦ditos hasta la fecha.
El 10 de mayo de 1940 el Ej¨¦rcito alem¨¢n desencaden¨® un formidable ataque sobre Holanda, B¨¦lgica y Luxemburgo. Holanda era conquistada en s¨®lo cinco d¨ªas. El 20 de mayo los alemanes se extend¨ªan a lo largo de la costa del paso de Calais y los aliados, en un repliegue precipitado, gracias a las informaciones de Ultra, descifrando los cables alemanes, conflu¨ªan en Dunkerque, consiguiendo reembarcar la mayor¨ªa de los 335.000 hombres. El 10 de junio entraba Italia en la guerra y Espa?a pasaba de la neutralidad a la no beligerancia, teniendo ya en cartera para la nueva configuraci¨®n territorial que se avecinaba una serie de reivindicaciones, como Gibraltar, T¨¢nger, Marruecos franc¨¦s y rectificaciones fronterizas en Guinea Ecuatorial. En este momento se tem¨ªan, sobre todo, las ambiciones italianas en los territorios del norte de ?frica (1) tanto por espa?oles como por franceses. Las tropas espa?olas, con el visto bueno franc¨¦s e ingl¨¦s, entraron en T¨¢nger el 15 de junio. Italia 1o consider¨® como un hecho consumado. Pero las intenc¨ªones espa?olas iban m¨¢s all¨¢, quer¨ªan adelantarse a cualquier movimiento italiano y a sus ¨¢petencias en Agadir y el Marruecos franc¨¦s. El ministro de Asuntos Exteriores espa?ol, Beigheder, con el apoyo del embajador franc¨¦s en Madrid, quiso obtener la cesi¨®n de Beni Zamal y Beni Egznaia, zonas ocupadas por las tropas francesas por razones estrat¨¦gicas desde la campa?a del Rif, y as¨ª evitar inseguridades en esta zona. Con este motivo se cursaron dos telegramas a Lequerica que, a la saz¨®n, se encontraba en Burdeos, para hacerlos llegar al mariscal P¨¨tain, m¨¢s o menos en estos t¨¦rminos: ?Para prevenir posibles levantamientos e insubordinaciones en la frontera entre el Marruecos espa?ol y franc¨¦s, y a la vista de fidedigna informaci¨®n que las tribus est¨¢n abrigando tales planes, el Gobierno ha dado ¨®rdenes a sus tropas de invadir las zonas amenazadas con el solo prop¨®sito de mantener el orden.? Estos telegramas no fueron llevados a efecto, gracias a la indiscreci¨®n de un ministio falangista en buenas relaciones con Italia. Mussolini se apresuro a notificar al Gobierno espa?ol que Italia necesitaba bases en la zona atl¨¢ntica del Marruecos franc¨¦s y que no tolerar¨ªa tal actitud por parte de Espa?a (2). Franco hizo llegar, a trav¨¦s del embajador de Espa?a en Roma, las reivindicaciones espa?olas, y todo qued¨® en agua de borrajas. A su vez, Franco enviaba a Berl¨ªn al general Vig¨®n para tratar de conseguir que los alemanes hiciesen sitio a las reivindicaciones espa?olas. El 19 de junio la embajada de Espa?a en Berl¨ªn enviaba al Ministerio de Asuntos Exteriores alem¨¢n un memor¨¢ndum pidiendo la cesi¨®n a Espa?a del Marruecos franc¨¦s y la asistencia alemana en la captura de Gibraltar. Espa?a entrar¨ªa en la guerra tras un per¨ªodo corto de preparaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. La respuesta alemana anunciaba una consulta sobre el tema con el Gobierno espa?ol tras el armisticio con Francia.A mediados de julio, Mussolini, mediante una carta, urg¨ªa a Franco a entrar en guerra y conquistar Gibraltar, pues con la roca en poder de los brit¨¢nicos les era imposible a los italianos actuar con ¨¦xito en el Mediterr¨¢neo. Franco, tras demorar un poco la contestaci¨®n, se neg¨® a entrar en la guerra en aquel momento. De nuevo volver¨ªa a producirse un carteo entre Franco y el Duce a mediados del mes de agosto. Franco procedi¨® ya a solicitar la ayuda del Duce en la consecuci¨®n de las reivindicaciones espa?olas. La raz¨®n era que los alemanes ten¨ªan a punto un proyecto de protocolo con Espa?a en el que se solventaba la entrada de Espa?a en guerra, las ayudas econ¨®micas y militares y las reivindicaciones espa?olas. En el art¨ªculo XII se establec¨ªa la entrada en vigor del protocolo una vez que Italia diese su vistobueno a los dos Gobiernos (3).
La formaci¨®n de los lobbies
En estas circunstancias no pensemos que s¨®lo exist¨ªan estos movirnientos diplom¨¢ticos al m¨¢s alto nivel. Exist¨ªan otros planes y movimientos tanto o m¨¢s importantes. Los alemanes hab¨ªan venido trabajando con bastante libertad en Espa?a desde la guerra civil, y poco a poco hab¨ªan ido adquiriendo posiciones de control fundamentales en todos los ¨¢mbitos: en la prensa, radio, industria, comercio, finanzas, censura, polic¨ªa, j¨®venes militares, servicios de informaci¨®n y, sobre todo, en el Partido Falangista. T¨¦ngase en cuenta el apoyo que recibieron -los italianos en menos medida- desde carteras falangistas que trataban de llevar a cabo una pol¨ªtica de consenso dentro del partido. La masa, se dec¨ªa, la deb¨ªa dar la derecha, y los cuadros de mando, las izquierdas. El problema estaba en que estas izquierdas estaban en un gran porcentaje a las ¨®rdenes de Alemania, y as¨ª lo detectaban los servicios de informaci¨®n brit¨¢nicos. Estas eran, se pensaba, din¨¢micas; aqu¨¦llas, de orden, y deb¨ªan de ser completadas. Adem¨¢s, estos servicios de informaci¨®n calculaban en mayo de 1940 que exist¨ªan en Espa?a entre 30.000 y 80.000 alemanes, de ellos 12.000 manten¨ªan en regla sus documentos de identidad espa?oles, sin haber renunciado a la nacionalidad alemana. Los italianos, en julio de 1940, estimaban a los alemanes en unos 70.000. Los servicios de informaci¨®n americanos daban cifras a¨²n m¨¢s elevadas. No es extra?o que en esta situaci¨®n los alemanes echasen mano del intervencionista general Yag¨¹e y le entregasen veinte millones de pesetas para su distribuci¨®n entre el Ej¨¦rcito y la Aviaci¨®n. Franco, con este motivo, le oblig¨® a entrevistarse con ¨¦l y le pidi¨® explicaci¨®n a una serie de actividades que ten¨ªa concretadas en doce puntos. El general Yag¨¹e y trescientos de los principales implicados, fueron arrestados.
Por su parte, el nuevo embajador brit¨¢nico en Madrid, Samuel Hoare, activo como ¨¦l solo, procedi¨® a contactar con elementos eclesi¨¢sticos -Alemania ten¨ªa en la condenaci¨®n del nazismo, a pesar de ocultaciones, uno de sus puntos m¨¢s d¨¦biles-, elementos de la nobleza, de la econom¨ªa y finanzas -concesi¨®n de navicerts, precios para los art¨ªculos-, y con determinados generales cuyas ideas antinazis y antifalangistas eran notorias, a quienes pag¨® sumas importantes, una vez que Italia entr¨® en guerra, reservando una cantidad adicional de diez millones de d¨®lares, que ser¨ªa hecha efectiva a medida que estos generales cumpliesen los acuerdos convenidos y que se deposit¨® en el Swiss Bank Corporation, de Nueva York (4).
Estos generales se har¨¢n notar antes de la visita de Serrano a Berl¨ªn.
El viaje de Serrano S¨²?er a Alemania
El 13 de septiembre de 1940 emprend¨ªa viaje a Berl¨ªn la misi¨®n espa?ola, formada por don Ram¨®n Serrano S¨²?er y un s¨¦quito bastante numeroso de jerarqu¨ªas del Partido Falangista: el general Sagard¨ªa, jefe de la Polic¨ªa Armada; el teniente coronel Hierro, jefe de la secci¨®n madrile?a de la polic¨ªa motorizada, y el coronel Tom¨¢s Garc¨ªa Figueras, secretario general del Alto Comisario de Espa?a en Marruecos.
El objetivo secreto de esta visita era s¨®lo conocido por Franco y Serrano S¨²?er. En efecto, antes de la salida de Serrano hab¨ªa tenido lugar en San Sebasti¨¢n una reuni¨®n bastante movida del Consejo de Ministros, a la que no asisti¨® Beigbeder, en la que Franco y Serrano hab¨ªan admitido que la guerra no hab¨ªa seguido el corto plazo que se esperaba; por ello, en vez de hacer una demostraci¨®n de fuerza militar con respecto al Marruecos franc¨¦s, para lo que hasta entonces se hab¨ªan estado reparando, era mejor tratar de obtener esta reivindicaci¨®n por medio de un acuerdo con Francia, tal como hab¨ªa sido hecho entre Rumania y Hungr¨ªa con Transilvania, notific¨¢ndolo a las potencias vencedoras para que diesen su visto bueno. La mayor¨ªa de los dem¨¢s ministros se hab¨ªan mostrado esc¨¦pticos, pero pensaron que si Alemania estaba de acuerdo, Espa?a obtendr¨ªa Marruecos y Or¨¢n, en cuya reivindicaci¨®n exist¨ªa unanimidad. En realidad, un previsible fracaso de Serrano satisfac¨ªa a la mayor¨ªa de los ministros. Los ministros estuvieron de acuerdo en que Serrano no deb¨ªa discutir ning¨²n reajuste de relaciones con Alemania.
Pero Franco y Serrano S¨²?er hab¨ªan llegado a la conclusi¨®n que la ofensiva a¨¦rea de Alemania contra Inglaterra acabar¨ªa en dos o tres semanas con la resistencia brit¨¢nica. Por ello deb¨ªan estar preparados para, en el momento oportuno, poderse sentar en la mesa de los vencedores y repartirse el bot¨ªn. Serrano fue enviado a Berl¨ªn para ofrecer la cooperaci¨®n de Espa?a en la forma de una ocupaci¨®n del Marruecos franc¨¦s y un ataque a Gibraltar. Serrano, con todo, no pod¨ªa ofrecer este tipo de cooperaci¨®n hasta que no estuviese completamente cierta la derrota de Inglaterra. Sin embargo, estaba autorizado a dejar caer la cuesti¨®n de Marruecos y Or¨¢n para tantear el terreno y ver las posibilidades. La misi¨®n, como podemos comprender, no era f¨¢cil, al contarse con muy poca capacidad de maniobra (5).
El ministro llev¨® consigo una carta de Franco a Hitler, fechada el 11 de septiembre en San Sebasti¨¢n, en la que, tras expresar su amistad, procedia a presentarle a su ministro, quien explicar¨ªa de forma m¨¢s precisa lo que el general Vig¨®n ya hab¨ªa manifestado anteriormente. La carta expresaba en su ¨²ltimo p¨¢rrafo la firme fe en la inminente y final victoria de las armas alemanas.
El d¨ªa 17 de septiembre ten¨ªa lugar la primera entrevista de Serrano S¨²?er con Von Ribbentrop. Serrano se present¨® como un representante del Gobierno espa?ol y agente personal del general Franco, que tra¨ªa una misi¨®n especial. Espa?a quer¨ªa ?estar presente de una manera efectiva? y, por ello, ?participar en la guerra?. Si las dificultades econ¨®micas por las que atravesaba el pa¨ªs no hubiesen existido, se habr¨ªa entrado ya en guerra, era absolutamente necesario asegurar previamente el suministro de materiales indispensables, evitando el ser un peso muerto para Alemania, y preparar a la opini¨®n p¨²blica, la juventud y el Ej¨¦rcito. Era deseo de Franco no entrar en el conflicto precipitadamente y distraer a Alemania de su principal objetivo. Espa?a esperaba con gran impaciencia la posibilidad de una operaci¨®n contra Gibraltar, haciendo notar que los materiales para ello, especialmente la artiller¨ªa, no hab¨ªan llegado, pero que Espa?a entender¨ªa si en aquel momento Alemania no ten¨ªa inter¨¦s en este asunto o si los italianos diesen prioridad a la conquista de Suez.
De aqu¨ª el ministro espa?ol pas¨® a hablar del contenido de la nota verbal entregada por la embajada de Espa?a en Berl¨ªn, las aspiraciones con respecto a Gibraltar y Marruecos, el temor a conflictos en el Marruecos franc¨¦s, y que por motivos de seguridad y de expansi¨®n natural era justa su incorporaci¨®n a Espa?a. Pas¨® luego a demandar Or¨¢n, ya que la poblaci¨®n era espa?ola, y una rectificaci¨®n de fronteras en la colonia de R¨ªo de Oro -Serrano entreg¨® un mapa explicativo de las reivindicaciones. Esta acci¨®n en el campo de la pol¨ªtica exterior, dec¨ªa, era necesaria como elemento de consolidaci¨®n de la revoluci¨®n nacional y, con ello, se salvaba tambi¨¦n la dif¨ªcil situaci¨®n defensiva de las islas Canarias. Habl¨® tambi¨¦n de Portugal, la influencia inglesa y las dudas de ese pa¨ªs sobre la victoria alemana. En cuanto a los temas econ¨®micos, Espa?a estaba dispuesta a admitir un r¨¦gimen de comercio excepcional con Alemania, Ribbentrop, por su parte, expres¨® su satisfacci¨®n por haber rectificado Espa?a su postura y ya admitir, en principio, la posibilidad de entrada en guerra. Para el ministro alem¨¢n, la victoria de Alemania e Italia era absolutamente cierta, e Inglaterra ser¨ªa derrotada de inmediato. La cuesti¨®n en aquel momento estaba en la reorganizaci¨®n de Europa y el mapa africano. Espa?a podr¨ªa participar en esta tarea junto con Italia y Alemania, pero Ribbentrop hizo caso omiso de las propuestas concretas de Serrano, manifestando que Espa?a deb¨ªa ceder una de las islas Canarias y que Alemania necesitaba bases en Agadir y Mogador con un hinterland apropiado.
Espa?a, reducida a una colonia
Aparte de esto consider¨® las propuestas espa?olas sobre ayuda econ¨®mica y militar demasiado elevadas, especialmente en lo referente a gasolina -estos planteamientos no correspond¨ªan con sus planteamientos de guerra corta- y present¨® unas proposiciones econ¨®micas de Alemania para con Espa?a que alarmaron con toda raz¨®n al ministro espa?ol -Serrano hizo adem¨¢n de marcharse, pero Ribbentrop no prest¨® atenci¨®n- Espa?a quedaba reducida a una colonia. Los razonamientos de Ribbentrop dejaban bien en claro que nadie pod¨ªa recibir algo por nada y que las propuestas espa?olas no se tomaban en consideraci¨®n. Serrano pudo ofrecer una mayor flexibilidad en temas econ¨®micos, pero no pudo ceder en las demandas territoriales. En la despedida volvi¨® a aparecer el tema de Gibraltar. Espa?a, seg¨²n Serrano, entrar¨ªa en guerra una vez que estuviesen instaladas cerca de Gibraltar diez bater¨ªas de 38 cent¨ªmetros. No era un entrar inmediato, pues Inglaterra todav¨ªa resist¨ªa, pero era un avance sustancial. Serrano salvaba su prestigio.
Al d¨ªa siguiente ten¨ªa lugar la entrevista con Hitler. En ella el tema central fue Gibraltar. Los planteamientos del F¨¹hrer, aunque m¨¢s moderados, tambi¨¦n difer¨ªan de los del ministro espa?ol. Para Hitler la conquista de Gibraltar no era tan dif¨ªcil como la presentaba Serrano, la colaboraci¨®n que ofrec¨ªa y valoraba Espa?a no era tan importante como para revisar a fondo las condiciones bajo las cuales ?pod¨ªa luchar Espa?a al lado de Alemania y entrar en guerra inmediatamente ?. Hitler estaba preocupado por la posibilidad de que Inglaterra pudiese maniobrar y colocar en contra de P¨¨tain las colonias francesas en el norte de ?frica, en la defensa de las islas del oeste de ?frica y en la seguridad de las futuras posesiones en ?frica central. Se toc¨® el tema de Marruecos, Serrano propuso una alianza militar defensiva de Alemania, Italia y Espa?a -sin que el F¨¹hrer le hiciese demasiado caso-, y solicit¨® una rectificaci¨®n de fronteras con Franc¨ªa en los Pirineos. Como bien dice Serrano S¨²?er, ?en aquella primera conversaci¨®n las alusiones de Hitler a la participaci¨®n de Espa?a en el conflicto europeo fueron indirectas y vagas. Tuvieron un tono meramente te¨®rico?. Como resultados tangibles de la misma hay que se?alar la propuesta de Hitler de ponerse en contacto con Franco en la frontera hispano-francesa y la carta del F¨¹hrer a Franco aclarando ?las confusiones? que sobre el tema de Gibraltar exist¨ªan.
Este mismo d¨ªa Serrano S¨²?er tendr¨ªa otra reuni¨®n con Ribbentrop. El ministro alem¨¢n resumi¨® la postura del Reich en dos puntos: la cuesti¨®n militar, que se explicar¨ªa de forma palmaria en la carta del F¨¹hrer, y la cuesti¨®n de las peticiones de trigo y otros art¨ªculos, que se estudiar¨ªan, en especial el tema de la gasolina. Las operaciones militares se consideraban limitadas. Ante la insinuaci¨®n de Serrano del peligro existente en Marruecos o la necesidad de defender la costa cant¨¢brica, Ribbeintrop contest¨® que Gibraltar, con la ayuda alemana, ser¨ªa capturado segura y r¨¢pidamente, y que no exist¨ªa un peligro inmediato en Marruecos o la costa atl¨¢ntica. Volv¨ªan a chocar las dos concepciones. Sobre esta base de evaluaci¨®n de la cooperaci¨®n espa?ola no se pod¨ªa avanzar en el tema de las concesiones territoriales. Ribbentrop sigui¨® pidiendo Agadir, Mogador, una de las islas Canarias e, incluso, una de las islas de Guinea Ecuatorial y la propia Guinea, a cambio de los territorios que se cediesen en Marruecos a Espa?a. Serrano expres¨® sus dudas acerca de la aceptabilidad de estas, propuestas por parte de Franco e mcluso trat¨® de desviar los intereses alemanes de Canarias a Madeira.
En esta entrevista Ribbentrop puso en conocimiento de Serrano sus pr¨®ximas reuniones en Italia con el Duce y Ciano, pero dej¨¢ndole por completo en la penumbra sobre lo que all¨ª se tratar¨ªa. Quedaron de acuerdo en volver a entrevistarse. Mientras tanto, el ministro espa?ol enviar¨ªa un informe de lo tratado a Franco y la carta prometida del F¨¹hrer. Ribbentrop marchaba a Roma (6).
Conviene estar dentro, pero no precipitar
El informe de Serrano lleg¨® a Franco antes que la carta de Hitler. El general Franco procedi¨® a felicitar a su cu?ado por lo bien que hab¨ªa llevado la entrevista. Lo curioso es comprobar en esta carta c¨®mo Franco sigue en la l¨ªnea trazada antes del viaje de Serrano. Insiste en la valoraci¨®n de la ayuda espa?ola, en el tema de Marruecos, evitando enclaves o colonialismos econ¨®micos. S¨®lo en el cap¨ªtulo de ayudas militares aparece el material pesado de treinta cent¨ªmetros, que resultaba ser un error. No aparece para nada Gibraltar. Ser¨¢ al recibir la carta del F¨¹hrer cuando Franco confirme sus sospechas de que Serrano hab¨ªa ido m¨¢s lejos de lo que hab¨ªan convenido. Esto ya se encarg¨® Nicol¨¢s Franco de airearlo, pues estaba en contacto con su hermano, asesor¨¢ndole en estos dif¨ªciles momentos.
La carta de Hitler, nada apremiante, se?alaba sin lugar a dudas que la entrada de Espa?a en guerra deb¨ªa comenzar con la expulsi¨®n de la flota inglesa de Gibraltar, e inmediatamente despu¨¦s con el ataque a la roca. S¨®lo as¨ª la interferencia inglesa en el Mediterr¨¢neo se evitar¨ªa. Este era el objetivo prioritario que se resolver¨ªa con certeza y r¨¢pidamente mediante la entrada de Espa?a en la guerra, pero Hitler dejaba a Espa?a el decidir sobre la intervenci¨®n. La postura alemana ya expuesta a Serrano volv¨ªa a aparecer: la entrada de Espa?a en la guerra ayudar¨ªa a mostrar m¨¢s enf¨¢ticamente a Inglaterra su situaci¨®n de resistencia sin esperanza. La cooperaci¨®n de Espa?a no era decisiva para la derrota de Inglaterra. Hitler promet¨ªa la ayuda de Alemania en caso de un ataque ingl¨¦s, y el tema principal de negociaci¨®n, Marruecos, aparec¨ªa desdibujado en una divisi¨®n del norte de ?frica entre Espa?a, Italia y Alemania, y en un hipot¨¦tico peligro de maniobras inglesas contra P¨¦tain. Hitler promet¨ªa la ayuda econ¨®mica y militar. Nada m¨¢s con claridad.
Esta es la raz¨®n por la que el general Franco y Nicol¨¢s Franco, en la carta de contestaci¨®n a Hitler, se?alaban previamente el tema de Marruecos con una frase que no pertenec¨ªa a la carta de Hitler, sino al informe de las conversaciones: ?reconocer las reivindicaciones espa?olas en Marruecos, con la sola limitaci¨®n de asegurar a Alemania, a trav¨¦s de acuerdos comerciales, una participaci¨®n en las materias primas de la zona?. Se consideraban innecesarios los enclaves propuestos y se agradec¨ªa la propuesta de encuentro en la frontera espa?ola. Esto era lo principal de la carta, lo dem¨¢s eran frases que se desmarcaban claramente de cualquier intento de reajuste de relaciones: la falta de recursos imped¨ªa una r¨¢pida entrada en guerra, aun cerrando el Mediterr¨¢neo exist¨ªan materias primas que deb¨ªan buscarse en otros lugares, acuerdo en que el primer ataque consistir¨ªa en un ataque a Gibraltar, etc¨¦tera.
El general Franco, a su vez, tras leer la carta de Hitler, hab¨ªa procedido de inmediato a a?adir algunas recomendaciones a Serrano. Franco ya dudaba entre la posibilidad de prolongaci¨®n del conflicto y una posible precipitaci¨®n de los acontecimientos por Italia, de quien se tem¨ªan las intenciones. Por ello, tras se?alar que lo escrito anteriormente en la carta -ayudas, Marruecos- era en muchas cosas l¨ªmites que no conven¨ªa rebasar, proced¨ªa a reiterar que conven¨ªa estar dentro, pero no precipitar, retrasar la intervenci¨®n cuanto m¨¢s mejor. La carta de Hitler, dec¨ªa Franco, no era apremiante en este aspecto en contra de lo que afirmaba Serrano, y el protocolo propuesto hab¨ªa de mantenerse, de nuevo, en los l¨ªmites propuestos, ?como ver¨¢s hay acuerdo completo entre el F¨¹hrer y nosotros, s¨®lo queda la apreciaci¨®n t¨¦cnica de algunos factores que no son lo concluyentes que ¨¦l afirma?.
La respuesta a Hitler antes citada, de 22 de septiembre, no deja lugar a dudas. M¨¢s a¨²n, la segunda carta del general Franco a Serrano, el d¨ªa 23. Franco incre¨ªblemente deduce de la carta de Hitler una aceptaci¨®n impl¨ªcita de guerra larga y el limitado alcance que da a los frutos de la acci¨®n italiana. Adem¨¢s cita noticias de aviadores alemanes en Par¨ªs sobre la no decisiva eficacia de los bombardeos sobre Inglaterra y la opini¨®n de Samuel Hoare, embajador brit¨¢nico en. Madrid, de que la lucha continuar¨ªa. Esta misma idea la repite el d¨ªa 24 en nueva carta a Serrano: ?Corresponde asegurarse para una guerra larga?. ?La alianza -se refer¨ªa a la propuesta italiana de la que hablaremos- no tiene duda, pero est¨¢ completamente expresada en mi contestaci¨®n al F¨¹hrer y en la orientaci¨®n de nuestra pol¨ªtica exterior desde nuestra guerra.? ?Ignoro lo que te van a pedir, supongo ser¨¢ lo que dijeron, un protocolo de principios sobre las conversaciones sostenidas y los puntos en que ha habido acuerdo, base para el futuro pacto de alianza.? ?La agresi¨®n sin previo aviso a Gibraltar habr¨ªa que examinarla despacio? (7).
Italia tambi¨¦n opina
Von Ribbentrop procedi¨® a conferenciar con el Duce y Ciano en Roma y a exponer, entre otras muchas cosas, la intenci¨®n espa?ola de entrar en la guerra, la toma de Gibraltar, las ayudas pedidas y las reivindicaciones espa?olas. Todo ello entrar¨ªa dentro de un protocolo que ser¨ªa firmado por Serrano. Mussolini afirm¨® en un primer momento que las reivindicaciones espa?olas no entraban en conflicto con las aspiraciones italianas, pero posteriormente, en el curso de la entrevista, sutilmente, rectific¨®. El ataque a Gibraltar, tan solicitado por el Duce, deb¨ªa ser pospuesto hasta despu¨¦s del invierno, a la vez que solicitaba Baleares, el eterno sue?o fascista. Espa?a, dijo el Duce, era una carta que deb¨ªa jugarse a su debido tiempo, por ello dej¨® caer la idea de que en vez de un protocolo germano-espa?ol, en el que se fijase la entrada de Espa?a en la guerra, pod¨ªa llegarse a una alianza militar entre Alemania, Italia y Espa?a.
Estas restricciones mentales del Duce a las reivindicaciones espa?olas volvieron a repetirse al d¨ªa siguiente, al tratarse ya de lleno la alianza militar tripartita. El Duce, al ser preguntado sobre si cre¨ªa que los espa?oles pod¨ªan administrar el ¨¢rea marroqu¨ª reinvindicada, se encogi¨® de hombros y respondi¨® preguntando a su vez sobre los preparativos militares espa?oles en la zona, las armas y los aviones con que contaba en caso de un ataque desde Marruecos franc¨¦s. (8)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.