El d¨ªa en que se rompi¨® el monopolio
Es algo m¨¢s que pol¨ªtica- ficci¨®n: es toda una posibilidad. D¨ªa 6 del pr¨®ximo mes de diciembre: los espa?oles dicen s¨ª a una Constituci¨®n que en su art¨ªculo 20 ?reconoce y protege los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones, mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducci¨®n ? y ?a comunicar o recibir libremente informaci¨®n veraz por cualquier medio de difusi¨®n?. En otro lugar, el art¨ªculo 20 a?ade: ?La ley regular¨¢ la organizaci¨®n y el control parlamentario de los medios de comunicaci¨®n social dependientes del Estado o de cualquier ente p¨²blico.? F¨¦lix Bay¨®n informa de ello.
D¨ªa 7 de diciembre: en alg¨²n lugar de Espa?a alguien, provisto de un videocassette, un equipo emisor y una antena, comienza a emitir el primer programa de la televisi¨®n privada espa?ola. Por delante queda un largo puente de tres d¨ªas. Los pol¨ªticos est¨¢n muy cansados. La polic¨ªa, tambi¨¦n. La broma puede durar m¨¢s de unas horas. El Gobierno queda sorprendido: no esperaba una iniciativa-fuera de los partidos pol¨ªticos. La oposici¨®n de izquierdas tampoco sabe claramente qu¨¦ decir. Para tratar de reprimir una iniciativa de este tipo s¨®lo existe una vieja real orden del 14 de junio de 1924: el ?reglamento para el establecimiento y r¨¦gimen de estaciones radioel¨¦ctricas particulares?. De hecho, y con la Constituci¨®n ya aprobada en la mano, apenas habr¨ªa un argumento t¨¦cnico para limitar las emisoras privadas de televisi¨®n: s¨®lo hay espacio posible para algo m¨¢s de treinta canales, para que todos ellos tengan unas ¨®ptimas condiciones t¨¦cnicas... Y eso sin contar que bajo el suelo de Madrid y Barcelona existe una red de televisi¨®n por cable que cost¨® m¨¢s de 20.000 millones de pesetas de 1975 y que cubre un total de diecis¨¦is kil¨®metros cuadrados repartidos equitativamente entre ambas capitales. Esta valios¨ªsima infraestructura (que instal¨® la empresa Philips cuando Antonio Barrera de Irimo estaba a la cabeza de la Compa?¨ªa Telef¨®nica) no ha sido utilizada nunca y, peri¨®dicamente, ha de ser mantenida para evitar el deterioro de los costosos equipos que, en su momento, la har¨ªan ¨²til.Bajo el suelo de Madrid y Barcelona, quietos, sin utilizar, hay once canales m¨¢s disponibles (nueve de ida y dos de vuelta) que, ya metidos en gastos, podr¨ªan haber sido muchos m¨¢s por un precio no muy superior. Madrid y Barcelona, de momento, y sin m¨¢s costos de infraestructura, tiene capacidad, pues, para m¨¢s de cuarenta canales de televisi¨®n. Lo malo es que la vieja red servir¨ªa ahora de muy poco. Con dinero p¨²blico y una cierta man¨ªa de grandeza, se cubrieron zonas de ambas ciudades que en aquel momento eran de alto standing y que, como era previsible, en estos tres ¨²ltimos a?os se han ido despoblando para dejar paso a las oficinas.
En cualquier caso, la diablura de comenzar a emitir, sin m¨¢s, est¨¢, aunque pueda parecer mentira, al alcance de bastantes fortunas. Diez kilowatios bastar¨ªan para cubrir una ciudad como Madrid. Algunos menos -por su menor dificultad orogr¨¢fica- ser¨ªan suficientes para Barcelona. En cualquiera de las dos ciudades reside m¨¢s del 10% del total de la poblaci¨®n espa?ola. Tanto desde el punto de vista comercial como desde el pol¨ªtico, en ambas urbes est¨¢n las mejores clientelas del pa¨ªs: los consumistas m¨¢s conspicuos y los votantes m¨¢s reflexivos.
Un equipo de diez kilowatios (ya instalado y pagados los correspondientes derechos aduaneros) cuesta poco m¨¢s de los diez millones de pesetas. Aunque quiz¨¢ no hiciera falta tanto. Por unos miles de pesetas, un audaz amante de bricolage electr¨®nico podr¨ªa instalar un modesto equipo que, si bien no cubrir¨ªa una gran ciudad, bastar¨ªa para romper la virginidad del monopolio televisivo.
Para la producci¨®n de programas existen estudios dispuestos en toda Europa. En Espa?a hay varias empresas relacionadas con el audiovisual que tratan de prestar servicios de v¨ªdeo. En Madrid hay una, de muy reciente creaci¨®n, que trabaja exclusivamente este tipo de trabajos -no ya de modo experimental, sino como negocio ¨²nico- y que ofrece el alquiler de sus estudios durante una jornada (siete horas de grabaci¨®n que podr¨ªan hacer v¨¢lidas unas cuatro horas de emisi¨®n) por un precio total de 250.000 pesetas.
Pero si s¨®lo se tratase de romper el monopolio, en el mercado americano existen, por ejemplo, copias en v¨ªdeo de Lo que el viento se llev¨® por unas 3.500 pesetas y ya hay empresas, tambi¨¦n en Espa?a, que ofrecen sus producciones en cinta v¨ªdeo. De un modo algo lumpen, y sin contar con una sola c¨¢mara, habr¨ªa posibilidad de mantener una improvisada emisi¨®n, que, a poco de imaginaci¨®n que se tenga, nunca ser¨ªa m¨¢s aburrida que la de la propia RTVE.
Por supuesto, en el hipot¨¦tico caso de que hubiera alg¨²n loco que despu¨¦s del 6 de diciembre tratara de sacar sus programas al aire, hay leyes que pueden obstaculizar su camino: desde aquella vieja real orden de 1924 hasta la legislaci¨®n referente a los derechos de autor. En cualquier caso, conviene no olvidar las experiencias del vecino: los italianos est¨¢n a punto de tener un interesante sistema mixto de radiotelevisi¨®n (estatal y privado) a cuenta de algunos locos que tuvieron la curiosidad de leerse la Constituci¨®n. Lo dem¨¢s es s¨®lo cuesti¨®n de paciencia y abogados.
En Espa?a, la oposici¨®n parlamentaria de izquierda parece mostrar un fastuoso despiste sobre estos temas. Un argumento, de linealidad escol¨¢stica, parece presidir su postura: ?La televisi¨®n -vienen a decir- es cara. Por tanto, si existen emisoras privadas, ¨¦stas estar¨¢n en manos del gran capital.?
Esta tesis, convenientemente desarrollada, llevar¨ªa a pintorescas conclusiones: ?La prensa diaria -se llegar¨ªa a afirmar- es cara. Por tanto, si existiesen diarios privados, ¨¦stos estar¨ªan en manos del gran capital.?
Sin embargo, Mundo Obrero (¨®rgano del PCE) sale diariamente. El Socialista, por su parte, se ha planteado en alg¨²n momento una posibilidad semejante, si bien, como vino a decir recientemente uno de sus responsables a una periodista madrile?a, ?esperamos estar pronto en el Gobierno y en Prado del Rey?.
Lo que hace pensar que la televisi¨®n es un medio caro es, quiz¨¢, la contemplaci¨®n de los inmensos presupuestos de las televisiones estatales. S¨®lo se habla de miles de millones. Sin embargo, en estos momentos, y en Espa?a, bastan unos cincuenta millones de pesetas para montar una emisora de televisi¨®n con alcance local, con diez kilowatios de potencia y unos estudios perfectamente instalados.
Naturalmente, un proyecto de este tipo nada tendr¨ªa que ver con el gigantismo de TVE. Se trata de, con unos medios m¨¢s reducidos y unos costos m¨¢s equilibrados, ponerse a pensar una programaci¨®n adecuada a las posibilidades que se tienen.
En estos momentos, lanzar un diario a la calle (sin ninguna publicidad previa ni mayores garant¨ªas de ¨¦xito) viene a costar, cuando menos, unos doscientos millones de pesetas. Un peri¨®dico tiene, adem¨¢s, unos gastos fijos muy elevados e inevitables: todos los d¨ªas hace falta papel, y el papel es caro. S¨®lo el ¨¦xito -que se prodiga escasamente- puede compensar econ¨®micamente los inmensos costes de un peri¨®dico. Para hacerlo funcionar, cuando menos, hacen falta unas doscientas personas.
En los medios electr¨®nicos de comunicaci¨®n (radiotelevisi¨®n) las cosas son muy diferentes. S¨®lo se necesita una importante inversi¨®n inicial -inferior, como se ve, a la de un peri¨®dico-, los gastos fijos son bajos y, en el caso,de uti lizaci¨®n por partidos pol¨ªticos, asociaciones de vecinos, ayuntamientos, etc¨¦tera, la mano de obra militante ayudar¨ªa, a¨²n m¨¢s, a reducir los costos impres cindibles. Con planteamientos modestos, bastar¨ªan unas cien personas para producir y emitir un canal de televisi¨®n local. Las emisoras privadas de radio y televisi¨®n configuran un fen¨®meno inevitable. Mientras los socialistas piensan en llegar a Prado del Rey, los centristas pue den estar barruntando que alg¨²n d¨ªa tendr¨¢n que abandonar su coto privado. Antes de hacerlo -y si no hay nadie que fuerce previamente la cuesti¨®n, o bien a trav¨¦s de los hechos o vali¨¦ndose de sus influencias-, UCD favo recer¨ªa las emisoras privadas: su futuro puede estar ah¨ª.
Mientras tanto, hay empresas que esperan la privatizaci¨®n de los medios estatales de RTV, en vez de atreverse a crear sus propios canales, lo que, sin embargo, ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil, justo y econ¨®mico. (Quiz¨¢ no sea innecesario aclarar que la privatizaci¨®n de la RTVE nada tiene que ver con la creaci¨®n de emisoras privadas. La tan temida privatizaci¨®n consistir¨ªa en convertir a RTVE en un simple emisor que tendr¨ªa el monopolio sobre los programas informativos y que dejar¨ªa el resto de su tiempo a una serie de productoras privadas. Este sistema no tiene, en principio, ninguna raz¨®n de ser: hay demasiados lugares libres en las ondas como para tener que utilizar tan s¨®lo los espacios de banda de RTVE. La privatizaci¨®n, adem¨¢s, puede ser considerada injusta, ya que ser¨ªan los contribuyentes quienes, en ¨²ltima instancia, financiar¨ªan una red de la que se beneficiar¨ªan las empresas. Por el contrario, la existencia de emisoras privadas, si se camina hacia un sistema mixto, como el italiano, que es merecedor de estudio, no cuestiona el futuro de RTVE, que seguir¨ªa siendo la emisora estatal bajo control del Parlamento, y tender¨ªa a especializarse en temas de tipo cultural y educacional, para ir abandonando, poco a poco, el terreno de las variedades.)
La experiencia italiana, con sus defectos y virtudes, es, quiz¨¢, toda una lecci¨®n para adaptar al futuro de nuestra radiotelevisi¨®n. A principios del pr¨®ximo a?o, el Parlamento italiano aprobar¨¢ una ley que pondr¨¢ orden a una experiencia que ha sido, a la vez, ca¨®tica y fruct¨ªfera. La soluci¨®n que los italianos han dado al problema es inteligente y audaz. La RAI (Radiotelevisi¨®n Italiana) quedar¨¢ como una gran cadena, protegida por el Estado, bajo control parlamentario y la ¨²nica con derecho a distribuir sus programas, a trav¨¦s de repetidores, por todo el territorio nacional. Las emisoras privadas tendr¨¢n s¨®lo el alcance local, potencia limitada y, posiblemente, unos topes sobre la cantidad de publicidad facturada. No podr¨¢n formarse cadenas privadas, para evitar que el viejo monopolio de
la RAI se convierta en un doble o triple monopolio y que los grandes grupos industriales se coman a las peque?as emisoras.
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