El largo y pol¨¦mico secuestro de Marcella la Boroli
?Esperaba esta tarde llena de esperanza para poder abrazar a mi hijo, a mi marido, a mis familiares, pero me dicen que mi angustia no termina, que alguien est¨¢ impidiendo el desenlace de esta tragedia.? Esta carta de Marcella la encontr¨® la familia en una cabina telef¨®nica dentro de un paquete de cigarrillos vac¨ªo en un barrio de Mil¨¢n, despu¨¦s de una llamada de tel¨¦fono de sus secuestradores. Era el domingo pasado. Desde entonces no se sabe nada de esta mujer, si est¨¢ viva o muerta. Mientras tanto, su historia ocupa las primeras p¨¢ginas de los diarios y ha dividido a la opini¨®n p¨²blica, porque lo que ha sucedido es que cuando dos familiares de Marcella estaban a punto de encontrarse con los secuestradores para entregarles 250 millones de pesetas, fueron arrestados por los carabineros por orden de la Magistratura.La operaci¨®n hab¨ªa sido seguida momento a momento por la polic¨ªa, por orden de los jueces, los cuales hab¨ªan ya bloqueado todos los bienes de la familia para impedir que pudieran pagar el rescate pedido por los carceleros. La familia ha reaccionado duramente. Ha hecho saber a los secuestradores de su hija que a pesar de todo har¨¢n lo posible para entregarles el dinero y han acusado duramente a4a Magistratura por ?su falta de piedad?. Les han recordado a losjueces que no pueden existir dos medidas distintas-cuando se trata de un ciudadano cualquiera o bien de un pol¨ªtico, y recuerdan el caso reciente del secuestro del hijo del l¨ªder socialista Francesco de Martino, ex secretario general del Partido -Socialista. El mismo partido hizo en aquella ocasi¨®n una suscripci¨®n para recoger los cien millones de pesetas que fueron entregados por el rescate sin que lo impidiera lajusticia.
El juez Bruno Siclari sigue en sus trece y ha respondido que su decisi¨®n es un. problema de conciencia y.que ser¨¢ inflexible...
Dos l¨ªneas en la Magistratura
El primer magistrado que en Italia tom¨® una decisi¨®n semejante fue Ferdinando Pomarici, en el caso Alberghini. Desde entonces empez¨® a ?explotar? la pol¨¦mica entre la l¨ªnea ?dura? de los jueces y la l¨ªnea ?blanda?. La gente se divide tambi¨¦n en este caso en dos bandos. Hay quien piensa que deber¨ªa ponerse de acuerdo toda la Magistratura para actuar igual en todos los,casos. Otros piensan que cada -caso es distinto, pero, entonces, ?no es este uno de los casos m¨¢s humanos posibles? Algunos jueces creen que s¨®lo impidiendo a los secuestradores la posibilidad de obtener el rescate puede ponerse un freno a este gran comercio que hoy est¨¢ considerado como la mayor industria italiana. Otros opinan que el Estado debe hacer todo lo posible ,para capturar a los delincuentes y que en ning¨²n caso se puede impedir, ya que el Estado no logra extirpar esta mala hierba, que los familiares hagan todo lo posible para salvar la vida inocente del secuestrado.Los argumentos para defender ambas tesis se multiplican cada hora que pasa. Se dice que en muchos casos, aun despu¨¦s de haber pagado el rescate, los secuestradores han matado- igualmente al reh¨¦n. Mientras, otros afirman que despu¨¦s de las decisiones de algunos magistrados de impedir el pago del re.scate, los secuestros hab¨ªan disminuido y que es esta la l¨ªnea que se debe seguir. Por lo que se refiere al- caso de Marcella, algunos juristas opinan que precisamente en estos casos llenos de piedad y en el caso de los ni?os es donde hay que ser m¨¢s duros, por que, contrariamente, si los delincuentes se dan cuenta que en estas situaciones la justicia es m¨¢s blan da y permite con mayor facifidad contactos y compromisos con la familia, se multiplicar¨ªan los secuestros y empezar¨ªan tambi¨¦n a secuestrar a enfermos y ancianos.
Y mientras la pol¨¦mica contin¨²a en ambas direcciones, la gente no ve la hora en que esta mujer vuelva a su hogar con el fruto concebido en sus entrafias. Piensan que este hijo que est¨¢ creciendo en la peor de las injusticias, como lo es la falta de libertad, es el s¨ªmbolo de esta humanidad que no respeta, en sus bajos fondos de la delincuencia, ni siquiera la vida que a¨²n no ha nacido.
Es como si la gente ¨ªe dijese a los jueces: ?Dejad que vuelva esta madre a su casa y despu¨¦s empezar¨¦¨ªs a ser duros con todos sin excepciones.? Lo que pasa es que cada caso, para quien lo sufre, siempre ¨²nico y entra?able.
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