La luminosa fuerza de la palabra
El Centro Dram¨¢tico Nacional, sala Mar¨ªa Guerrero, inici¨® su funcionamiento plenario con Noche de guerra en el museo del Prado, la gran obra del teatro pol¨ªtico, del teatro popular de Rafael Alberti. Lo es por su rango literario y por su estatura dram¨¢tica. Lo es, incluso, por el crecimiento, la escalada, que se inicia con un pr¨®logo de memoria personal y culmina en una gran coral de texto y sonidos, luces y colores, alegr¨ªa y patetismo, parodia e invectiva. Para ello, en la condensada temporalidad de un pr¨®logo y un acto, Alberti trasvasa su memoria completa -personal, l¨ªrica, pol¨ªtica, literaria, ¨¦tica- y la abre con un testimonio propio sobre el traslado de los cuadros del Prado a los s¨®tanos m¨¢s seguros, en noviembre de 1936, al comenzar los bombardeos de Madrid. Esta informaci¨®n no es s¨®lo expresiva del compromiso personal del autor, sino que tiende a preparar ¨¦picamente al espectador y a dejar franco el paso para el gran planteamiento dram¨¢tico del ?acto ¨²nico?: la guerra es una sola, y a ella vuelven a concurrir con las mismas armas, los mismos corajes, las mismas esperanzas y las mismas o parecidas palabras los combatientes de la guerra de la Independencia, inmortalmente perfilados por Goya. Este tratamiento va m¨¢s all¨¢ del simbolismo y las abstracciones -aunque, de alguna forma, parezca prolongar la ilustre genealog¨ªa de El Hombre deshabitado y su vinculaci¨®n a la f¨®rmula calderoniana -porque incorpora la percusi¨®n realista de la mejor palabra albertiana a la decisi¨®n de universalizar el problema. La materia dram¨¢tica b¨¢sica es la idea y ¨¦sta contiene, con toda claridad, una sint¨¦tica lectura de los sufrimientos del pueblo espa?ol. Al servicio de esa idea corren el realismo del texto, el esperp¨¦ntico tratamiento de las situaciones, las situaciones l¨ªricas -Gabriel y Miguel, Felipe IV y su buf¨®n, Venus y Adonis- y el gran aguafuerte de la comparsa final.Estos caudales han sido subrayados, valorados y expresados por la exhaustiva reflexi¨®n de Ricard Salvat, fidel¨ªsimo y tenaz director del teatro de Alberti. Lo que Salvat ha desentra?ado es un orden de valores sonoros y otro de valores pl¨¢sticos, cada uno con sus ritmos propios, descompuestos, adem¨¢s, en cadencias que van del hiperrealismo al surrealismo, pasando por el esperpento y el testimonio directo. Tanto el trabajo del ?Equipo-Cr¨®nica? como el de los actores se somete a esta propuesta del director que integra la mitolog¨ªa literaria aludida -Valle Incl¨¢n, sobre todo con la mitolog¨ªa pict¨®rica -Goya, pero tambi¨¦n Solana, y tambi¨¦n, por alusi¨®n a su ausencia, Picasso-, buscando una s¨ªntesis superior para rendir as¨ª un homenaje demostrativo a la unidad de las artes cuando las re¨²ne un espacio esc¨¦nico. Este esfuerzo, realmente enorme, se ampl¨ªa por la decisi¨®n no evasiva de Salvat, que mantiene su trabajo integrador dentro de las coordenadas realistas.
Noche de guerra en el museo del Prado, de Rafael Alberti
Direcci¨®n: Ricard Salvat. Escenograf¨ªa. Equipo Cr¨®nica. Principales int¨¦rpretes: Maite Blasco, Carmen Maura, Tina Sainz, Juan Diego, Ram¨®n Dur¨¢n, Pedro del R¨ªo En el teatro Mar¨ªa Guerrero.
Se abre el espect¨¢culo con una coral informativa de Alvaro del Amo y Miguel Bilbat¨²a, que historizan con precisi¨®n el lugar y el momento a considerar. Su texto, sobrio pero apasionado, es asumido globalmente por los actores. Y, es, por cierto, lo que mejor dijeron. Porque salvo la cordial y nada enf¨¢tica encarnadura de Juan Diego en el autor y algunas vibraciones con garra de Tina Sainz, los dem¨¢s int¨¦rpretes, en general, estuvieron muy por debajo del m¨ªnimo exigible. Pienso que el escal¨®n de la ?exposici¨®n hist¨®rica? y sus propias limitaciones produjeron unos condicionamientos que les llevaron a deficiencias que, en algunos momentos -San Gabriel,y San Miguel-, rozaron el pecado capital. Cre¨®, tambi¨¦n, que la solemnidad que acompa?aba a un estreno cargado con tantas significaciones rompi¨® muchos tonos y false¨® bastantes esfuerzos de composici¨®n.
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