Los pregoneros del desencanto democr¨¢tico
Presidente del Congreso de Diputados, representante de UCD por PalenciaCuando se lee desapasionadamente el largo cap¨ªtulo de derechos fundamentales y libertades p¨²blicas que recoge nuestra Constituci¨®n y, al mismo tiempo, se percibe una campa?a, en determinada prensa y en determinados grupos, que trata de llevar al ciudadano a un desencanto democr¨¢tico, es justo pensar que, cuando menos, se trata de crear un clima de desconcierto.
Es cierto que la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n es mucho m¨¢s que el fin de una etapa el comienzo de un recorrido que haga realidad lo que en ella se proclama.
Es cierto que el dif¨ªcil per¨ªodo de la transici¨®n, aun con su carga positiva, ha estado lleno de dificultades en el orden econ¨®mico y social, siendo las m¨¢s graves la inflaci¨®n -con su consecuencia de la carest¨ªa de la vida-, el paro y el terrible c¨¢ncer del terrorismo, que adem¨¢s de derramar sangre espa?ola ha tra¨ªdo la inseguridad a muchos ciudadanos que simplemente aspiran a una convivencia en orden y respeto mutuo.
Problemas heredados
Pero es igualmente cierto y esto se olvida maliciosamente que ninguno de estos problemas han llegado con el cambio pol¨ªtico y que son realmente problemas creados y heredados de la situaci¨®n anterior.
Es cierto, por otra parte, que una sociedad democr¨¢tica tiene que respetar -e incluso promover y aplaudir- toda cr¨ªtica que se realice con la intenci¨®n de mejorar y garantizar el bienestar del pueblo y el orden social.
Pero es igualmente cierto que hay personas, periodistas y pol¨ªticos, que se han convertido en profesionales del desencanto y cuya ¨²nica finalidad parece ser dinamitar la esperanza democr¨¢tica sembrando el desconcierto y el des¨¢nimo.
Yo no pido, ni lo pide nadie con sentido com¨²n, que se aplauda todo lo que se est¨¢ haciendo para devolver al pueblo su soberan¨ªa, no s¨®lo en la letra de la Constituci¨®n, sino tambi¨¦n en la realidad cotidiana. All¨ª donde hay un error, en este camino, hay que denunciarlo y es justo que se haga.
Se entiende, por otra parte, que las dificultades y -por qu¨¦ no decirlo- las ineficacias, en determinados casos para resolver problemas concretos parecen dar la raz¨®n a los desanimadores de oficio.
Pero en el fondo de esta campa?a del desencanto democr¨¢tico existe una grave y profunda confusi¨®n. La confusi¨®n de la cr¨ªtica al Gobierno y la cr¨ªtica a la democracia.
En un sistema democr¨¢tico, la oposici¨®n sea del signo que fuere, tiene, entre otras, la misi¨®n de situarse ante el Gobierno en una posici¨®n cr¨ªtica. Y esto es bueno si la cr¨ªtica es justa.
No creer en el hombre
Pero el hacer caer esta cr¨ªtica, abierta o solapadamente sobre la democracia tiene ya otro sentido. Quien as¨ª lo hace demuestra no creer en el hombre y en su dignidad. Demuestra ignorar la larga marcha de la humanidad en busca de sus derechos y libertades. Demuestra que prefiere un hombre esclavizado e incapaz de crear su propio destino.
El desencanto democr¨¢tico, m¨¢s pregonado que real, s¨®lo puede tener asi un origen: el ego¨ªsmo del privilegio o la impotencia para creer y luchar por la dignidad humana.
Esta lucha por la dignidad del hombre es dif¨ªcil. Pero es la lucha, por mucho que les duela a algunos, que s¨®lo perciben las sombras, que mejor va con el car¨¢cter espa?ol, hist¨®ricamente apasionado por la libertad.
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