El r¨¢bano por las hojas
Pienso que es una constante humana la reacci¨®n afectiva ante un hecho, antes de anteponer al mismo la pregunta ?por qu¨¦?En EL PAIS del 31 se condena abiertamente a Renfe por mantener pasos a nivel sin barreras; efectivamente, si el paso hubiera sido a distinto nivel, el accidente probablemente no hubiera ocurrido.
Con una simplificaci¨®n tan grande, si la gente no corriera tanto, si los coches fueran totalmente seguros, si no hubiera curvas, si no tom¨¢ramos tanto alcohol, si..., no habr¨ªa accidentes de carretera.
?Por qu¨¦, al no haber barreras, no tom¨® mayor n¨²mero de precauciones, quiz¨¢ como las tom¨® otros d¨ªas? ?Por qu¨¦ no hizo caso a los ni?os, que m¨¢s tarde ser¨ªan las v¨ªctimas? ?Por qu¨¦ ... ?
Ocurre lo mismo que con los juguetes b¨¦licos: el ni?o s¨®lo quiere, necesita, jugar, sin m¨¢s, jugar. Pero vamos los adultos (los del raciocinio, los de la verdad, los justos, los no-agresivos) y creamos unos juguetes a los que denominamos b¨¦licos, que, luego, los mismos adultos queremos suprimir, porque, decimos, crean agresividad.
Formalidad, adultos, que el h¨¢bito no hace al monje, ni el efecto es anterior a la causa: si educamos y formamos ni?os agresivos, porque los mayores lo somos, c¨®mo por qu¨¦ acusamos a los ni?os, por qu¨¦ los retiramos parte de sus juguetes (?sin adjetivos!). Si carecen de dichos juguetes, ellos mismos mostrar¨¢n su agresividad con otros juguetes, hasta entonces neutros o inofensivos.
Y si no, pues retiramos, los cuchillos, los martillos, los coches, las pistolas, los..., pero a los mayores. Que el raciocinio supone coherencia: eso es madurez.
Porque lo m¨¢s f¨¢cil es reprimir, sin parar a preguntar la causa; porque normalmente los adultos nos avergonzamos de las respuestas tan inmaduras, incoherentes, ?infantiles? que encontramos a la pregunta ?por qu¨¦?
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