Por una alternativa de sociedad
Escritor militante del PSOE y subdirector de "El correo de la UNESCO"De los tan cacareados ?poderes f¨¢cticos? que, se nos dice- gobiernan hoy entre bastidores la sociedad espa?ola, hay uno que no veo mencionado, o apenas, y que sin embargo resulta particularmente eficaz: su majestad la inercia.
Ella es, creo, con sus ministros, la falta de imaginaci¨®n y la pereza intelectual, la que parece confinar a las fuerzas del socialismo espa?ol en una actitud de pasividad que puede traducirse, que quiz¨¢, ?ay!, se traduce ya, cuando ha llegado el momento de actuar plenamente en democracia, en la adopci¨®n m¨¢s o menos t¨¢cita de un ?consenso neocapitalista?.
En modo alguno es de desde?ar -muy al contrario- lo ya conseguido en materia de libertades y de democracia pol¨ªtica, de liberaci¨®n de las nacionalidades oprimidas... Pero, ?se puede verdaderamente consolidar y desarrollar una democracia espa?ola si la reforma . se detiene en los l¨ªmites del neocapitalismo? ?Y pueden las fuerzas del socialismo sacrificar sus virtual¨ªdades de transformaci¨®n social en un sentido anticapitalista a la modernizaci¨®n y consolidaci¨®n de un sistema social que en lo esencial es el mismo que el del franquismo de las postrimer¨ªas?
De la respuesta que se d¨¦ a estas preguntas depende, a mi juicio, el porvenir del socialismo en Espa?a durante decenios y, con ¨¦l, el de la democracia. La posibilidad que sobre nosotros se cierne, ya lo dec¨ªa d¨ªas atr¨¢s en otro art¨ªculo de EL PAIS (?Nuevo discurso del Palacio de Invierno?, 29-12-78), es la ?molletizaci¨®n? olig¨¢rquica de las fuerzas socialistas espa?olas, es decir, su transformaci¨®n en fuerza auxiliar que, en nombre de los ? principios inmutables?, haga el trabajo -a veces sucio- que la burgucs¨ªa espa?ola necesita para salir del bache en que se debate por sus propias culpas franquistas y como resultado de la crisis mundial.
Frente a esa posibilidad, los socialistas, s¨ª se muestran capaces de resistir a las venenosas sirenas del poder, deben elaborar y proponer al pueblo otra posibilidad, ?m¨¢s radical y, por lo mismo, m¨¢s realista?. Veamos.
Aunque pudiera parecer parad¨®jico, nadie la ha formulado mejor -salvando el estilo, claro- que el mismo presidente Su¨¢rez en su discurso anunciando la convocatoria de nuevas elecciones generales: ?A Partir de ahora se hace necesario un Gobierno que, por respaldo popular, est¨¦ en condiciones de gobernar desde las convicciones y el modelo de sociedad contenido en su programa.? (El subrayado es m¨ªo.)
El reto es claro. En respuesta a ¨¦l, lo que las fuerzas del socialismo espa?ol, y en particular la principal de ellas, el PSOE, deben proponer al pueblo espa?ol es su modelo de sociedad, y no una pol¨ªtica de consenso neocapitalista m¨¢s o menos t¨¢cito. ?Har¨¢ falta a?adir que por modelo socialista de sociedad no puede en ning¨²n caso entenderse las opiniones personales de un secretario general o primer secretario (los famosos ?decenios y decenios de econom¨ªa de mercado?), ni siquiera de toda una ejecutiva? No, ese modelo de sociedad lo definen los documentos fundacionales del partido y las resoluciones vinculantes del ¨²ltimo congreso, ¨®rgano soberano. Y, que yo sepa, el PSOE no ha pasado a¨²n, ni espero que jam¨¢s pase, por su Bad-Godesberg, el congreso en que el SPD alem¨¢n renunci¨® formal y democr¨¢ticamente al socialismo para convertirse en partido de reforma neocapitalista. El modelo ?legal? de sociedad del PSOE -v¨¦anse esos documentos y esas resoluciones un modelo anticapitalista, de franca ruptura con l¨®gica de la sociedad de mercado,
Es adem¨¢s, por lo mismo, un modelo ?m¨¢s realista?. Lo es en la medida en que la racionalizaci¨®n de las sociedades democr¨¢ticas de Occidente exige una clara definici¨®n de las opciones pol¨ªticas: la polarizaci¨®n pol¨ªtica no es ning¨²n capricho de intelectuales ut¨®picos, sino que responde a situaciones l¨ªmites en que esas sociedades est¨¢n desembocando arrastradas por la l¨®gica destructiva del capitalismo trasnacional y de la sociedad consumista, en medio de una humanidad condenada en su gran mayor¨ªa a la miseria espiritual y f¨ªsica.
El neocapitalismo ha vivido durante treinta a?os del derroche y la explotaci¨®n a escala planetaria. Esa ¨¦poca de las vacas gordas se ha acabado, y se ha acabado por mucho tiempo. La crisis no es coyuntural, es estructural; y en ello coinciden los economistas marxistas con bastantes otros que no lo son (un Galbraith, por ejemplo). El equilibrio monetario, el pleno empleo, la sociedad de consumo que aquella situaci¨®n injusta hizo posibles no se restablecer¨¢n con medidas que no traspasen los l¨ªmites admitidos del neocapitalismo. La ruptura con ¨¦ste es, se dir¨ªa, t¨¦cnicamente necesaria; y lo ser¨¢, al parecer, ?durante decenios y decenios?. No habr¨¢ ?mago de la econom¨ªa? (ll¨¢mese Barre, Friedmann o Schmitt) capaz de hacer ning¨²n nuevo ?milagro econ¨®mico?. El fin de siglo ser¨¢, pues, el de la crisis generalizada del modelo de desarrollo neocapitalista y, por tanto, el de la agudizaci¨®n de la lucha de clases a nivel nacional e internacional, con todas las enormes implicaciones pol¨ªticas que ello entra?a.
Y si eso es verdad respecto de las econom¨ªas capitalistas superdesarrolladas, ?c¨®mo no lo va a ser en una econom¨ªa dependiente como la espa?ola?
La legalidad, el realismo y la eficacia nos obligan, pues, a ser coherentes con nuestro modelo de sociedad fundamental y a no pretender dar gato capitalista por liebre socialista.
Estamos ante unas elecciones inminentes: ?se va a repetir por nuestra parte el ?show? a lo Kennedy del 15 de junio de 1977? ?Vamos a reincidir en la ?pol¨ªtica como espect¨¢culo? que denuncia Roger G¨¦rard Schwarzenberg? ??Venderemos? la cara de primeros secretarios o secretarios generales en lugar de apelar al esp¨ªritu de reflexi¨®n del ciudadano, a la conciencia de clase del trabajador, a la conciencia socialista de cuantos tienen inter¨¦s en la progresiva transformaci¨®n socialista del pa¨ªs?
La integridad pol¨ªtico-ideol¨®gica, como el propio prestigio de la democracia, nos exige -?hace falta decirlo?- esta ¨²ltima soluci¨®n. El resultado en t¨¦rminos de aritm¨¦tica electoral no puede saberse de antemano, pero no es lo esencial. Lo esencial es que quien vote al PSOE lo haga sabiendo que vota al socialismo y no a un nuevo avatar de esa sobada ?tercera fuerza? de que se vali¨® tan eficazmente el neocapitalismo en la ¨¦poca de las vacas gordas..
?Que ese es un camino dif¨ªcil? Tal vez lo sea para entrar inmediatamente en el Palacio de Invierno, quiero decir en el de la Moncloa. Pero, ?a tan poca cosa puede reducirse el proyecto hist¨®rico de un partido ya centenario? ?Gobernar? Naturalmente que hay que gobernar. El problema est¨¢ en saber para qu¨¦ y para qui¨¦nes, en favor de qu¨¦ fuerzas y en contra de qu¨¦ otras. Gobernar, s¨ª; pero para hacer socialismo.
?Est¨¢ maduro el pueblo espa?ol para aceptar esta alternativa clara y tajante? El desaf¨ªo a que hemos de hacer frente es digno de un partido ambicioso y consecuente que no se arredra ante la dificultad de una empresa que es, ni m¨¢s ni menos, la de abrir paso a una nueva civilizaci¨®n. ?No hay cosa de tratar m¨¢s penosa -dice el gran Maquiavelo- ni m¨¢s dudosa de llevar a buen t¨¦rmino, ni m¨¢s peligrosa de manejar que aventurarse a introducir nuevas instituciones. Porque quienes las introducen tienen por enemigos a todos los que se aprovechan del viejo orden y s¨®lo cuentan con defensores muy tibios en quienes se aprovechar¨ªan de lo nuevo.?
No nos enga?emos: el socialismo es dificil -una larga, pertinaz e inteligente paciencia- . Pero es la ¨²nica respuesta real, de ra¨ªz (radical), a la m¨²ltiple crisis de la sociedad industrial contempor¨¢nea. Por fortuna, contra el augurio de Maquiavelo, cuenta hoy con much¨ªsimos y nada tibios defensores. Si en Espa?a no son a¨²n bastantes para hacer posible una pol¨ªtica inequ¨ªvocamente socialista, aunque gradual (lo mismo ocurre, por lo dem¨¢s, en los otros pa¨ªses de la Europa occ¨ªdental), la ¨²nica soluci¨®n honrada y realista radica en trabajar con paciencia y ardor porque lo sean en un pr¨®ximo futuro
En este a?o del centenario seamos fieles a nosotros mismos, dignos de nuestros fundadores y maestros. No dilapidemos, por el plato de lentejas en que se resolver¨ªa esa famosa ?alternativa de poder? de que tanto se nos habla, el legado de ideas y experiencias, de luchas sociales y paciente labor educadora, de espl¨¦ndidas paginas de historia, pero tambi¨¦n de instructivos errores, de altas esperanzas y de energ¨ªas morales; ese legado cuya viabilidad hist¨®rica es ahora ni¨¢s real que nunca.
Para ello, como todas las fuerzas socialistas de Occidente, tenemos que conquistar el ¨²nico Palacio de Invierno que hoy importa conquistar y sin cuya posesi¨®n no pasaremos de ser marionetas manejadas por los maeses Pedros del capitalismo trasnacional: la conciencia de las grandes masas trabajadoras, de los intelectuales y los t¨¦cnicos..., de todos aquellos -y son la inmensa mayor¨ªa- que sufren y van a sufrir cada vez m¨¢s las nefastas consecuencias de un sistema cada vez menos hecho a la medida del hombre.
El socialismo espa?ol tendr¨¢ su oportunidad aut¨¦ntica -la que entra?a su alternativa de sociedad- a plazo quiz¨¢ corto, quiz¨¢ medio. La gran pol¨ªtica consiste en saber esperarla, en aprestarse social e intelectualmente para ella, en no comprometerla por la sombra de una sombra de poder.
Mientras tanto, que don Adolfo haga la pol¨ªtica del se?or Su¨¢rez..
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