El le¨®n dormido
EL DISCURSO pronunciado ayer por el Rey ante una amplia y significativa representaci¨®n de las Fuerzas Armadas no ha sido una pieza oratoria de car¨¢cter protocolario. Su evidente intenci¨®n de hacer un llamamiento a la disciplina, a la vez en¨¦rgico y razonado, tras los intolerables incidentes protagonizados por un nutrido grupo dejefes y oficiales en el entierro del gobernador militar de Madrid tampoco agota el contenido ideol¨®gico y pol¨ªtico del mensaje. Don Juan Carlos habl¨® ayer no s¨®lo como el titular de la Corona y como jefe de un Estado constitucional, sino tambi¨¦n como jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Sus reflexiones y sus exhortaciones en torno al tema militar, que hasta ahora hab¨ªa sido rehuido de plano o a lo sumo afrontado mediante eufemismos y rodeos (los c¨¦lebres ?poderes f¨¢cticos?), tienen la legitimaci¨®n, la autoridad y el car¨¢cter vinculante necesarios para convertirse en punto de referencia obligado de las teorizaciones sobre los deberes y los derechos, las funciones y las competencias, tanto de las Fuerzas Armadas dentro del orden constitucional como de los generales, jefes y oficiales que las animan y componen.Alguien ha observado que, desde el fallecimiento de Franco, la inmensa mayor¨ªa de nuestros compatriotas ha asignado injustificadamente a las Fuerzas Armadas la figura de le¨®n dormido. Desde la izquierda se han extremado los cuidados y las prudencias para respetar ese sue?o, llegando incluso los m¨¢s pragm¨¢ticos a extremar hasta lo grotesco el andar de puntillas o el hablar en cuchicheos. Desde la extrema derecha el.comportamiento ha sido exactamente el contrario: multiplicar los gritos y los ruidos, tratar de llamar la atenci¨®n de los militares con una gesticulaci¨®n que remeda los usos castrenses, poner todos los medios -legales e ilegales, period¨ªsticos y clandestinos- para tratar de que el le¨®n despierte. De esta forma, las imprescindibles v¨ªas de comunicaci¨®n entre la sociedad civil y la sociedad militar han sido oclu¨ªdas o al menos estorbadas, aument¨¢ndose la peligrosa tendencia de todo cuerpo cerrado -no s¨®lo el Ej¨¦rcito y no s¨®lo en Espa?a- a sustituir la realidad por una imagen deformada de la misma y a la que se toma por cierta. Y, sin embargo, un debate sincero, abierto, valiente y veraz sobre el papel de las Fuerzas Armadas en una sociedad pluralista y democr¨¢tica, tan alejado de las prudencias circunspectas te?idas de hipocres¨ªa o de temores irracionales como de los intentos energum¨¦nicos para instrumentalizar a los militares, es el ¨²nico camino para acabar con la brecha de entendimiento que separa, en estos momentos, a un sector de nuestros Ej¨¦rcitos de los principios y valores de la nueva Espa?a democr¨¢tica.
Las palabras del Rey contienen muchos y valiosos elementos para la construcci¨®n de esa doctrina militar a cuya elaboraci¨®n y perfilamiento deben contribuir tanto los militares como los civiles. La referencia a la disciplina, marcada con tanto ¨¦nfasis en el discurso de ayer, es seguramente la m¨¢s obvia y conocida; la infracci¨®n de esa norma elemental de la conducta militar en las honras f¨²nebres del general Ort¨ªn explica, sin embargo, la claridad y la dureza de las expresiones empleadas por don Juan Carlos para recordar su papel de clave del arco en el edificio de las insti tuciones armadas. ?Un militar, un ej¨¦rcito que ha perdido la disciplina... ya no es un militar, va no es un ej¨¦rcito.? Y, consiguientemente, ?el espect¨¢culo de una indisciplina, de una actitud irrespetuosa originada por exaltaciones moment¨¢neas en que los nervios se desatan... es francamente bochornoso?.
Pero el discurso de la Pascua Militar, repetimos, no se puede reducir a un simple llamamiento al orden o a una condena de los recientes sucesos. El recuento de que los Ej¨¦rcitos no son algo separado del resto de la sociedad sino una de sus partes constituyentes (?los militares proceden del pueblo y con el pueblo se integran para la defensa de la patria?), la alusi¨®n al ?valor moral?, a las insuficiencias de una ?cultura exclusivamente militar?, y a la conveniencia de participar en los valores de la sociedad civil mediante ?la meditaci¨®n, el estudio y el perfeccionamiento de la cultura?, la tajante afirmaci¨®n de que al Gobierno corresponde constitucionalmente la direcci¨®n no s¨®lo de la Administraci¨®n civil, sino tambi¨¦n de la Administraci¨®n militar, y el llamamiento para que nadie pueda en el futuro dirigirse a los militares espa?oles para desde?arlos o glorificarlos exageradamente como si formaran una raza aparte de su pueblo constituyen elementos de importancia para ese debate que nuestro pa¨ªs necesita y nuestras Fuerzas Armadas merecen.
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