El Concordato
O sea que han quitado el Concordato y hasta hay curas rojos que lo celebran, como mi amigo Mart¨ªn Descalzo, que le tengo que llevar a la tienda de gatos que he descubierto en Malasa?a, la tienda de Margarita Sanz (setenta a?os de vida espa?ola entre gatos, como ya he contado aqu¨ª) y donde Jos¨¦ Infante me ha filmado para el teleinvento y luego me ha dedicado su ¨²ltimo libro de versos, La nieve de su mano, que lo he hojeado y parece que trata de amor m¨¢s que nada.Bueno, pues eso, que los chicos del Concordato, los que nos hicimos hombres con el Concordato de Ruiz-Gim¨¦nez, evacu¨¢bamos nuestros pecados y contactos furtivos (con nosotros mismos o con otros, seg¨²n aleccionaba t¨¦cnicamente el catecismo Vilari?o) mediante confesi¨®n general con cura del Concordato, con cura concordatario, o mediante nombre de ni?a escrito en la almohada, como dec¨ªa Federico Garc¨ªa Lorca, o mediante libro de versos que no ganaba el Adonais, como los de Jos¨¦ Infante. Al que ganaba el Adonais le perdonaba los pecados del mundo don Floro P¨¦rez-Embid, que eran tiempos m¨¢s evang¨¦licos, y a los que no gan¨¢bamos el Adonais, porque hab¨ªamos nacido no para el verso, sino para la prosa de la vida, nos perdonaba el carmelita concordatado.
Parece que no, pero daba mucha seguridad eso del Concordato, mayormente a nosotros, los ni?os as¨ª como un poco de izquierdas, que nos consider¨¢bamos en pecado mortal por no creer excesivamente en Franco ni darnos los tres golpes de pecho:
-Franco, Franco, Franco, se?or dios de los ej¨¦rcitos.
Ahora estamos no s¨®lo dejados de la mano de Dios, con la cosa del terrorismo, sino hasta dejados de la mano del Papa, que se ha ido a Castelgandolfo y no quiere saber nada de Marcelino Oreja, despu¨¦s de rescindido el Concordato o contrato de alquiler y arrendamiento urbano del cielo, que nos lo presenta ban, o sea el cielo, entre P¨ªo XII y Ruiz-Gim¨¦nez, como el alcalde Alvarez Alvarez (qu¨¦ se?or tan tautol¨®gico) nos present¨® ayer La Vaguada, llena de hipermercados servicios y arboledas. Luego las arboledas se secan y quedan los hipermercados. Es lo que pasa con el cielo. Y con La Vaguada.
Dejada de la mano de Dios, como esta Espa?a, no me parece el momento m¨¢s afortunado, ya digo, para dejarnos tambi¨¦n de la mano del Papa, que por lo menos pod¨ªa haberse cogido don Marcelino de una manga de punto de la rebeca papal, porque ahora el catolicoherreriano Silva Mu?oz va a encargarse de darle forma no asilvestrada a la ¨¦pica y la l¨ªrica de don Blas Pi?ar, y el no ser cat¨®lico de Concordato volver¨¢ a estar mal visto en la cat¨®lica Espa?a.
Le preguntan a Cela en una entrevista por los ¨²ltimos Papas, o sea, qu¨¦ le parecen:
-Mejor que los P¨ªos anteriores que usted se calla- dice Camilo.
Don P¨ªo XII es un Papa fustigado por Peter Weiss, un Papa que ten¨ªa una m¨¢quina de afeitar blanca, y le quitaba los pelos de la m¨¢quina sor Pastorina, como luego Pablo VI tuvo una m¨¢quina de escribir blanca (yo la tengo roja, regalo de hace un a?o), y de estas cosas viv¨ªamos los espa?oles, de estas emociones espirituales de saber que los Papas lo usaban todo blanco, hasta la tinta negra de firmar concordatos. Fuimos felices.
Sin el Concordato parece que nos falta algo, de modo que la religiosidad que ha huido de la Constituci¨®n, como paloma asustada, como Esp¨ªritu Santo alborotado hacia m¨¢s altos palomares, esa religiosidad, digo, se refugia en las parroquias y los caser¨ªos vascos, donde los p¨¢rrocos trabucaires de la palabra enardecen, entre el euskera y el lat¨ªn (lejos siempre del castellano, apestado de arabismos id¨®latras y sensuales) a los mozos que han dejado de sobar la ubre de la vaca para coger el misal de la abuela carlista, y luego lo cambian por el otro misal carlista, el de Carlos Marx, y luego pasan ya directamente a la parabellum, que tampoco es mal rosario de la aurora.
As¨ª las cosas, los ni?os franquistas de derechas/ izquierdas nos sent¨ªamos m¨¢s seguros con el Concordato, que era corno estar suscrito a El Ocaso del cielo, que la suscripci¨®n la pagaba Ruiz-Gim¨¦nez, y si mor¨ªas ni?o te pon¨ªan la cajita blanca y cuatro flechas la llevaban por las calles de Madrid. Ya que para la democracia y la Constituci¨®n no valemos, que vuelva el Concordato.
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