R¨¦plica lamentable
El haber provocado la intervenci¨®n televisada y radiada del ministro Mart¨ªn Villa en la noche del 3 al 4 de enero ha sido uno de los tantos de m¨¢s entidad que el terrorismo se ha apuntado en los ¨²ltimos meses. Dif¨ªcilmente podr¨ªa haber suscitado, frente a sus cr¨ªmenes, una r¨¦plica lamentable.Lamentable -y esto es lo de menos- por su forma: monoton¨ªa y premiosidad en el tono, falta de trabaz¨®n en las frases, incorrecciones gramaticales, evidente improvisaci¨®n, pese al tiempo que tuvo para prepararse.... lamentable -y esto es lo peor-, por su fondo. La mayor parte de aquellos interminables veintid¨®s o veintitr¨¦s minutos se la pas¨® el ministro ofreciendo excusas inconsistentes; como si se las estuvieran exigiendo, y no acabase de encontrar la manera de darlas. Anunci¨® luego, siempre como dis culp¨¢ndose, que el Gobierno no va a sus pender las garant¨ªas constitucionales. Y declar¨® dos cosas (que, por cierto, ten¨ªamos ya muy o¨ªdas): que no se dar¨¢n nuevas amnist¨ªas y que el Gobierno no negocia, ni piensa negociar, con ETA. Solt¨® despu¨¦s unas cuantas verdades que, dichas en otra forma y en otro contexto, habr¨ªan dado probablemente sensaci¨®n de energ¨ªa y de clara y firme voluntad pol¨ªtica; pero que dieron m¨¢s que nada, sensaci¨®n de rabia impotente, quedando aplastadas y como neutralizadas y desdibujadas, bajo el peso pl¨²mbeo de la primera parte de su peroraci¨®n. Acab¨® con un ataque apenas velado a la Consejer¨ªa del Interior del Consejo General Vasco: ataque no falto de raz¨®n, pero que, al parecer, de simplista, incurri¨® en el mismo abuso que denunciaba; pues las violaciones de los derechos del hombre por obra del terrorismo etarra no deben ser pretexto para ignorar las que comentan (aunque sean menos graves y menos frecuentes) los encargados de proteger esos derechos.
Su intervenci¨®n fue la de un gobernante gastado, acorralado, con el agua al cuello, desbordado por los acontecimientos; la de un hombre pol¨ªticamente decr¨¦pito que emplea sus restos de energ¨ªa en aferrarse al poder.
Eso de que, si no acabamos con ETA, ser¨¢ ETA quien acabe con nosotros, ?c¨®mo hay que entenderlo? Hace 45 a?os, otro ministro -Indalecio Prieto- dijo que, si la Rep¨²blica no acababa con Juan March, ¨¦ste acabar¨ªa con la Rep¨²blica. ?No ser¨¢n estas palabras de Mart¨ªn Villa, la expresi¨®n poco afortunada de una intuici¨®n clarividente? Porque March no acab¨®, ¨¦l s¨®lo, con la Rep¨²blica; ni puede ETA acabar, ella sola, con la democracia espa?ola; pero puede -y no se priva de ello- provocar, hostigar y exasperar a quienes pueden acabar con nuestra democracia, hasta lograr que se decidan a hacerlo.
Acabar con ETA no es nada f¨¢cil, y me atrevo a decir que no ser¨¢ Mart¨ªn Villa quien lo consiga. Pero hay que demostrar -y demostrarlo cuanto antes, fehacientemente-que acabar con la democracia espa?ola es todav¨ªa mucho m¨¢s dif¨ªcil. Para que se entere ETA y para que se enteren todos aquellos a quienes ETA provoca, hostiga y exaspera. Bien temerario ser¨¢ quien afirme que el ministro Mart¨ªn Villa es el hombre capaz de hacer esa demostraci¨®n. A la vista de sus obras y de sus palabras, es bastante m¨¢s l¨®gico afirmar que, si el ministro Mart¨ªn Villa conserva su puesto durante mucho tiempo, podr¨¢ acabar con la democracia espa?ola cualquiera que se lo proponga en serio.
Si alguien exigi¨® al ministro que hablase -o si fue ¨¦l mismo quien quiso hablar- al pa¨ªs entero para restablecer la confianza, la serenidad y la sensaci¨®n de seguridad en el ¨¢nimo de los ciudadanos, el tiro le ha salido po la culata. Sus palabras han dado la sensaci¨® de que Espa?a no est¨¢ gobernada. Y cuand un pa¨ªs tiene esa sensaci¨®n, no puede tene confianza ni serenidad, ni sentirse seguro.
Hoy m¨¢s que nunca, hace falta un Gobierno de ancha base democr¨¢tica, libre de cualquier resabio de un pasado que debe estar superado definitivamente; un Gobierno seguro de s¨ª mismo, dispuesto a gobernar y capaz de hacerlo con la energ¨ªa y la eficacia que s¨®lo un ampl¨ªsimo respaldo popular puede proporcionarle. Hay que acabar, cuanto antes, con el desgobierno actual, para que no sea el desgobierno el que, quiz¨¢ muy pronto, precipite una crisis que muy bien podr¨ªa acabar con nuestra democracia.
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