Que no se vende papel
Me dice el quiosquero que no se vende papel, o sea papel impreso, o sea peri¨®dicos, pero que El Imparcial se lo llevan a dos manos los de la causa, como tiene que ser, y Montejo, de este peri¨®dico, me dice que la crisis de la prensa es grave, pero tampoco tanto, y don Salvador de Madariaga estaba escribiendo un art¨ªculo sobre la defunci¨®n del Times cuando defuncion¨® ¨¦l.No digo nada de don Salvador, porque no digo nada de los muertos, a no ser que adem¨¢s est¨¦n difuntos, como el que todos sabemos, entre otras cosas porque los muertos siempre est¨¢n delante y no se acostumbra a hablar mal de los que est¨¢n delante. Adem¨¢s, siempre que yo hablaba mal de Madariaga, Juli¨¢n Mar¨ªas me re?¨ªa mucho, y no me gusta que me ri?an, porque me traumatizo, y adem¨¢s de todo eso porque Madariaga fue uno de esos escritores que escribi¨® en los peri¨®dicos hasta la muerte (aunque yo no lo leyera), como debe ser.
-?Se vende el peri¨®dico por la objetividad o por la subjetividad? -me pregunta el parado.
Buena pregunta, digna de un sofista o un socr¨¢tico en plazuela griega en d¨ªa de buen tiempo antes de Cristo. M¨¢s o menos es lo que me ha preguntado Isabel Tenaille en su entre vista de Lecturas (que no dieron las fotos morbo porque ¨¦sos venden papel de todos modos):
-Paco, ?y la objetividad?
- No creo en la objetividad, Isabel, amor.
No creo en la objetividad, creo que lo que vende papel es la subjetividad. desde los espont¨¢neos de El Imparcial que se lo llevan de dos en dos hasta los dubitativos de este peri¨®dico, que se lo llevan de uno en uno. Lo que pasa es que la gente ya no compra papel porque compra electricidad. Me lo dijo Umberto Eco, mucho menos reaccionario que McLuhan, un d¨ªa que le llev¨¦ a un teleclub rural de Fraga:
- Querido Umbral, el mensaje es la electricidad.
Todo el mundo dice que la televisi¨®n es mala, pero todo el mundo la ve, porque lo que se produce entre Prado del Rey y el consumidor es un fen¨®meno el¨¦ctrico, una parapsicolog¨ªa, un electrohipnotismo, una cosa, y as¨ª es como tienen a todo el pa¨ªs electrocutado y hacen de cada beato sill¨®n guilleniano y frailero de orejas dom¨¦sticas una silla el¨¦ctrica.
Voy a la peluquer¨ªa a marcarme un poco la melena:
- Se?or Umbral, sabe usted c¨®mo le llaman a Su¨¢rez?
Y me dan el nombre de un h¨¦roe de la tele. No me entero, claro. Supongo que es de la tele, porque no me entero. A Su¨¢rez lo ven por el teleinvento y luego le hacen la lectura cr¨ªtica aplic¨¢ndole otros clis¨¦s del teleinvento, o sea que todo se lo guisan y se lo comen delante del televisor. A los grandes editorialistas de este peri¨®dico (que adem¨¢s de grandes son altos) s¨®lo los leemos, como mucho, medio mill¨®n de peninsulares. Los otros trescientos millones hispanohablantes ven a Guadalupe y sus rep¨²blicas.
Guadalupe es nieta de un presidente, jerarca y patriarca ecuatoriano, y una vez que cenamos con ella y con Carrillo, se lo cont¨¦ a Carrillo para que le diese corte a la guapa Guadalupe, y efectivamente le dio un poco de corte, porque a m¨ª, como soy tan machista, me gusta poner en apuros a las mujeres guapas, y a Guadita la quiero desde hace muchos a?os que la conozco, pero su programa me niego a verlo mientras no lo presente la Tenaille.
Con Guadalupe o sin, la competencia de TVE a la prensa es escandalosa y onerosa y ominosa, porque la tele vende publicidad y supuesta objetividad, que es la objetividad en palcolor de un Estado-anunciante, y la prensa vende subjetividad de derechas o de izquierdas, est¨¢ hecha por escritores -todo periodista lo- es- que dicen su verdad personal, real, fundamental, a quien con ellos va. La tele, un medio fr¨ªo, seg¨²n los t¨¦cnicos, est¨¢ hecha para la objetividad, o sea la farsa a todo color, porque la objetividad no existe. La prensa vende subjetividad, o sea verdad en blanco y negro. Pero somos los ¨²ltimos mohicanos de la pluma, moriremos cantando sobre la hispano/ oliv¨¦tica, como el urogallo leon¨¦s. Al menos yo, porque a m¨ª la tele, ese medio fr¨ªo, s¨®lo se me templa un poco cuando sale Isabel, y eso que ahora te has puesto unos pelos, hija, que no me gustan nada, amor.
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