Arranz Bravo y Bartolozzi: "Mides universals"
En el sal¨®n del Tinell barcelon¨¦s, Arranz Bravo y Bartolozzi han presentado un trabajo peculiar. Se trataba, nada menos que de atenerse a la tabla de medidas universales para bastidores y realizar, una a una las obras correspondientes a cada formato en ellas estipulado. Surgen as¨ª tres series de tama?o creciente reservadas a los temas de figura, paisaje y marina. En total, las series realizadas por ambos artistas formaban un conjunto de 126 obras. Una broma conceptual de este calibre ten¨ªa, por supuesto, su miga. El canon universal de medidas sintetiza, seguramente mejor que cosa alguna, la absurda contradicci¨®n entre el mercado art¨ªstico y los presupuestos ideol¨®gicos en los que se basa la creaci¨®n. Tenemos, por un lado, una suerte de ?sistemas de pesos y medidas? que pone en relaci¨®n directa la cantidad de obra con su valor (l¨¦ase pr¨¢cticamente calidad del inter¨¦s). As¨ª, un mural equivaldr¨ªa a tantos lienzos con aproximaci¨®n hasta el c¨¦ntimo-miniatura. O, lo que viene a ser lo mismo, el mercado calcula la riqueza del Buey desollado de Rembrandt, seg¨²n fluct¨²e el kilo de ternera. Si alguna vez fue cierta esta corresporidencia lineal entre tiempo de trabajo, superficie de la obra y precio, gente como Whistier y los propios avatares del mercado art¨ªstico se encargaron tiempo ha de jubilarla. Pero, anacronismos aparte, la tabla encierra en s¨ª otros muchos delirios. Hubo, quiz¨¢, una mente ?racionalista? que, al formarse un mercado plet¨®rico al uso de la burgues¨ªa, intent¨® establecer un cierto orden clasificativo entre los g¨¦neros m¨¢s usuales, por aquello de que una buena contabilidad permite florecer al negocio. Mas no anduvo muy acertado nuestro buen tendero art¨ªstico. En primer lugar, las relaciones num¨¦ricas traer¨ªan de cabeza a un matem¨¢tico, ya que uno no acaba de entender el porqu¨¦ de esta elecci¨®n en lugar de cualquier otra. Ni siquiera la posible primac¨ªa del uso frente a la creaci¨®n arroja luz alguna en este asunto, pues nada permite suponer unos estandards previos de construcci¨®n que determinaran la necesidad de estos formatos para su inserci¨®n en la decoraci¨®n de la vivienda burguesa. Pero si atendemos a la especificaci¨®n tem¨¢tica, el asunto se complica, pues no acer tamos a ver otra cosa que el capricho en la intenci¨®n de nuestro buen constructor de tablas a lo Bouvard y Pecuchet. Por su oscuro designio, figuras, marinas y paisajes deber¨¢n conformarse, quieran o no, con las medidas de rigor. Sobre esto apunta Ren¨¦ Passeron que ?los crucifijos y otros objetos piadosos toman la dimensi¨®n que uno quiere?. Pero aqu¨ª se trata, sabemos, de un g¨¦nero anterior a las preocupaciones mercantiles del met¨®dico burgu¨¦s. M¨¢s curiosa me parece la omisi¨®n en las tablas de lo referente a las naturalezas muertas. Tal vez los animales, vegetales y objetos, mercanc¨ªas m¨¢s respetables que la pintura para nuestro pragm¨¢tico comerciante, merec¨ªan mayor libertad que aquello que no pued e venderse sin que haya sido previamente medido y parcelado. As¨ª, la misma conciencia feliz que nos define con estad¨ªsticas urbanlza la estepa y calcula en millas el todav¨ªa inmenso oc¨¦ano de Conrad, pensaba una pintura d¨®cilmente sometida al muestrario de un viajante de comercio.Ciertamente, las miserias de la tabla de medidas universales son, desde hace mucho, del dorninio p¨²blico. La propia exaltaci¨®n rom¨¢ntica de la burgues¨ªa las convirti¨® en agua pasada, y aunque los marchantes intenten a¨²n orientarse por un indescifrable c¨®digo de puntos, la cosa se queda en un chistecillo camp. Y no hubiera sido otra cosa esta exposici¨®n de no resultar tan reveladora la presencia de los dos conjuntos completos de bastidores. Vistas en el Tinell, ?en vivo?, las series conjugan lo risible con la pat¨¦tica evidencia de que un sistema as¨ª haya sido alguna vez un factor determinante de la creaci¨®n pict¨®rica. Pero incluso esto que hemos llamado broma conceptual (consid¨¦rese dram¨¢tica o pueril) no hubiera justificado, quiz¨¢, tanto esfuerzo de no tener esos lienzos un contenido por apreciar. Y ello ha planteado un problema de otro orden a Arranz Bravo y Bartolozzi. Presentar una exposici¨®n de 126 obras (de hecho, se incluyen tambi¨¦n otras no pertenecientes a las ?medidas universales?), realizadas a lo largo de dos a?os, sin castigar despiadadamente al sufrido espectador, no es tarea f¨¢cil. En un caso as¨ª, lo m¨¢s previsible ser¨ªa un letal aburrimiento, ¨²nicamente reparable por medio de lo que, en estrategia, se llama una ?maniobra de diversi¨®n?. Toman esto los pintores en un doble sentido: el de la iron¨ªa y el de la multiplicidad, ambos usuales en su trayectoria y as?milables a lo que ellos entienden como su juego particular con la Memoria hist¨®rica. Si el tema central era una reflexi¨®n burlesca sobre un hecho concreto de la historia pict¨®rica, lo son tambi¨¦n muchos de estos lienzos individuales. Inmenso pastiche de estilos, t¨¦cnicas y alusiones, el repertorio consigue aciertos notables. Pienso, por ejemplo, en la palmera constructivista de la Marina Zeen de Arranz Bravo, de la que se escapa un go ter¨®n primorosamente pintado, o en esas otras ?marinas? de Bartolozzi que observan una piscina Otras veces no es el elemento ir¨®nico el que significa una obra, sino el mero efecto pl¨¢stico. As¨ª Zumero du morning, Zumero du Senegal, Paisatge in blue o Marina onada viven con independencia de esa Memoria hist¨®rica. No dir¨¦, por supuesto, que todas las obras aqu¨ª expuestas funcionan. Como en una cadena de montaje, tenemos al final autom¨®viles que dan o no resultado, con una frecuencia pura mente aleatoria. De hecho, siem pre he pensado en Arranz Bravo y Bartolozzi como en una m¨¢quina de pintar semejante a la de Impresiones de Africa, de Roussel, o puede que m¨¢s cercana, a la que, desenfrenada, derramaba sus co lores ?en la tela de las murallas?, en el Faustroll, de Jarry. El trabajo en equipo, la enorme producci¨®n, una cierta marca com¨²n de f¨¢brica en las obras de ambos, vienen a reforzar esta idea. Por ello es, quiz¨¢, e conjunto de su trayectoria, su acti tud, la m¨¢quina misma lo que re sulta interesante por encima de los resultados parciales.
Arranz Bravo y Bartolozzi: Mides universals
Sal¨® del Tinell. Barcelona.
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