Un divertimento frustado

La primera limitaci¨®n de Muerte en el Nilo est¨¢ en su procedencia literaria. Los que no gusten del estilo de Agatha Christie dif¨ªcilmente entrar¨¢n en el rebuscado laberinto que esta novela propone. Muerte en el Nilo, como tantas novelas de la Christie, reproduce el esquema de cualquiera de los casos del personaje de Conan Doyle, Sherlock Holmes: la acci¨®n avanza hasta un punto en el cual se detiene, a continuaci¨®n una marcha atr¨¢s nos remonta. de nuevo al comienzo y la acci¨®n se desarrolla ahora a trav¨¦s de las deducciones del detective hasta dar con la clave del enigma. Muerte en el Nilo es una trama exageradamente holmesiana, en la cual el asesino se llama Doyle, en la que la caracterizaci¨®n (le H¨¦rcules Poirot se diria inspira(la en la figura del propio Conan Doyle y donde el personaje del coronel Race (David Niven) hace las veces del perplejo doctor Watson. Por lo dem¨¢s, el principal obst¨¢culo de la pel¨ªcula radica en que, da(lo que la Christie escrib¨ªa sus novelas empezando por el final, resulta tan sugestivo como inaceptable y artificioso el punto de partida. Anthony Shaffer -guionista de prestigio desde La huella, donde adaptaba su propia obra teatral-, consciente del car¨¢cter de crucigrama de la obra que se le propon¨ªa, ha optado por la soluci¨®n m¨¢s inteligente, convertir todo en tina comedia, en una humorada, restituir a la historia ¨¦l car¨¢cter de juego que su planteamiento original incluye sin duda ninguna. Shaffer despliega ante el espectador un tablero, unas fichas y unas reglas, no pide que creamos nada, simplemente que aceptemos o no.El fallo principal est¨¢, pues, en la elecci¨®n del director y en el planteamiento de la producci¨®n. El reparto incluye una docena de estrellas que van desde el viejo mons truo sagrado como Bette Davis hasta una reci¨¦n llegada como Lois Chiles. Para dirigir este superreparto se ha buscado un especialista: John Guillermin, cuya experiencia en filmes como El coloso en llamas o Un puente lejano le convert¨ªa en un hombre supuestamente adecuado. Guillermin no sabe dar unidad a los repartos de este tipo. Al contrario, suele propiciar los numeritos individuales y las apariciones artificiales. Un filme como Muerte en en Nilo carece de la necesaria unidad a nivel de interpretaci¨®n, la direcci¨®n de acto-res es dispersa, asincr¨®nica, cada actor parece jugar a un juego distinto -a s¨ª mismo- y los registros son tan varios como los personajes. No menos grave es que, en todo el extenso elenco, no hallemos un solo personaje simp¨¢tico, lo que. produce una l¨®gica reacci¨®n de indiferencia ante la trama y su.desarrollo, es decir, ante pregunt¨¢s del tipo ??qui¨¦n es el asesino??, en cuya existencia la pel¨ªcula encuentra su ¨²nica justificaci¨®n.