El Rayo sali¨® a gol por cada diez minutos
La elocuencia -un gol cada diez minutos- del resultado dice por s¨ª sola lo que fue el partido. Un Barcelona exuberante y crecido arroll¨® a los t¨ªmidos jugadores de Chato Gonz¨¢lez, que s¨®lo quisieron los primeros treinta o 35 minutos y no pudieron en todo el partido. El Rayo dio todas las facilidades posibles a los barcelonistas que, en vena, acertaron todo. Los delanteros madrile?os apenas se vieron; los centrocampistas fueron los ¨²nicos que merecieron el indulto; los defensores, incluidos los dos porteros, anduvieron despistados, lentos, torpes, sin reflejos, sin ideas y sin encontrar su sitio en el cuidado campo catal¨¢n.
Chato Gonz¨¢lez no plante¨® mal el partido (a pesar de lo que pueda insinuar el 9-0), con Tanco sobre Krankl, Uceda libre, Anero sobre Carrasco y Rocamora con Rexach. Nieto, Land¨¢buru y Puig-Solsona aguantaron como pudieron el centro del campo hasta que vino la avalancha. Por delante, nada. Alvarito fue el ¨²nico que llev¨® peligro; a Mari¨¢n ni se le vio y Francisco nunca pudo con Albaladejo. Alvarito fue precisamente quien zaf¨¢ndose, en ocasiones, del marcaje implacable de Zuvir¨ªa pudo alguna vez acercarse a Mora. En el minuto 25 de la primera mitad se march¨® en solitario hacia el meta barcelonista y, s¨®lo la zancadilla de Migueli pudo truncar una inmejorable ocasi¨®n. Francisco tuvo tambi¨¦n una oportunidad bastante buena, pero sus nervios le traicionaron y cruz¨® excesivamente el bal¨®n. Hay que insistir en que, a pesar de la debacle, el Rayo no dio nunca la espalda y se emple¨® a fondo -su fondo- con una exquisita deportividad. Algo es algo.
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