La divisi¨®n de la derecha
EL CARACTER pac¨ªfico y gradual del tr¨¢nsito hacia el r¨¦gimen democr¨¢tico, y el decisivo protagonismo desempe?ado en esa evoluci¨®n por quienes lo encauzaron y acompasaron desde el poder, explican sobradamente que hayan sido Su¨¢rez, sus hombres de confianza y los dirigentes de los grupos que se prestaron a aceptar -hace ya casi dos a?os- su liderazgo los beneficiarios de las rentas de imagen y de popularidad producidas por el cambio.Es evidente que el actual presidente del Gobierno, que gan¨® la partida para ¨¦l y para UCD, en las elecciones de junio de 1977, se ha convertido, hoy por hoy, en el l¨ªder principal de la derecha espa?ola.
Es l¨®gico que esta valoraci¨®n, realizada desde fuera y con criterios realistas, no, sea compartida por quienes, en un momento dado, pudieron desempe?ar el codiciado papel hist¨®rico interpretado por el actual presidente, pero no lo consiguieron. Esa distinta apreciaci¨®n de la situaci¨®n explica el surgimiento, dentro del campo de la derecha, de l¨ªderes que, utilizando sobre todo la imagen personal que les proporcion¨® su anterior actividad p¨²blica, tratan de recuperar la primogenitura perdida. Para ello cuentan, adem¨¢s, con el evidente desgaste de Su¨¢rez durante los ¨²ltimos meses, producto a la vez de sus propios errores y de la brutal ofensiva terrorista.
Areilza y Fraga pudieron, sin duda, haber realizado lo que Su¨¢rez, en definitiva, llev¨® a cabo, pero lo cierto es que no lo hicieron, por razones que no son del caso analizar. Osorio fue, durante varios meses, el P¨®lux de Su¨¢rez como vicepresidente de su Gobierno, mientras que Lasu¨¦n le sirvi¨® como consejero ¨¢ulico en temas econ¨®micos. Ambos fueron, sin embargo, relegados finalmente del poder. Los cuatro, ahora, se han aliado para tratar de ganarse los votos de la derecha, decepcionada por las reformas econ¨®micas y fiscales y aterrorizada por la creciente ola de terrorismo.
La segunda formaci¨®n que compite con UCD en la derecha -la tercera, por tanto, en este campo- es una curiosa mezcla de profesionalidad pol¨ªtica, que le emparenta con Coalici¨®n Democr¨¢tica, y de gusto por los principios antidemocr¨¢ticos, que le acerca, en ocasiones peligrosamente, a la ¨²ltima formaci¨®n pol¨ªtica de la derecha espa?ola, esto es, las llamadas Fuerzas Nacionales. Los se?ores Silva Mu?oz y Fern¨¢ndez de la Mora, ex ministros de Obras P¨²blicas con el franquismo, diputados al Congreso en las listas de Alianza Popular, son los m¨¢s destacados dirigentes de esa Derecha Democr¨¢tica Espa?ola, que parece oscilar, sin terminar de encontrar su paradero, entre el rechazo del pragmatismo, que les impide integrarse en Coalici¨®n Democr¨¢tica, y el rechazo del extremismo doctrinario, que les ha llevado a no firmar el pacto electoral con los semiuniformados dirigentes de la llamada Uni¨®n Nacional.
De esta ¨²ltima alianza, en cuyo vivac acampan juntos Pi?ar, Fern¨¢ndez- Cuesta y Gir¨®n de Velasco, poco se puede decir que resulte nuevo. Sus camisas, sus consignas y su ret¨®rica tienen el color deste?ido y el sabor a viejo de la nostalgia franquista, pero tambi¨¦n el tono guerrero y el acento crispado de los voluntarios del golpismo. Hacen pol¨ªtica en un marco democr¨¢tico, pero desean destruirlo para recuperar los c¨®modos privilegios, las sabrosas canonj¨ªas y la segura impunidad que concede el monopolio del Gobierno.
Hasta que la campa?a no se inicie, es dificil predecir cu¨¢les van a ser las t¨¢cticas electorales y la direcci¨®n de la propaganda de las tres coaliciones que van a disputar a UCD el predominio de la derecha. Blas Pi?ar, en su discurso en el cine Europa el pasado domingo, convirti¨® a Fraga y a Coalici¨®n Democr¨¢tica, en uno de sus blancos preferidos. Los comportamientos de la Coalici¨®n Democr¨¢tica y de Derecha Democr¨¢tica Espa?ola en su trato rec¨ªproco a¨²n est¨¢n in¨¦ditos. Nadie sabe todav¨ªa si competir¨¢n seriamente entre s¨ª o llegar¨¢n a formas de entendimiento que les permita reservar su artiller¨ªa pesada para UCD. Pero, en cualquier caso, no parece que la causa de la derecha espa?ola salga favorecida por esa divisi¨®n, comprensible si se atiende a los usos y costumbres de los profesionales de la pol¨ªtica, pero desconcertante para miradas m¨¢s ingenuas.
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