Moderaci¨®n o defraudaci¨®n
La decisi¨®n del presidente Su¨¢rez de disolver las C¨¢maras y convocar unas elecciones legislativas llamadas a celebrarse un mes antes que las municipales, que, de todos modos, habr¨ªan de tener lugar dentro de los cuatro meses siguientes a la entrada en vigor de la Constituci¨®n, es muy amplia, y muy profundamente criticable desde el punto de vista del inter¨¦s p¨²blico, es decir, del inter¨¦s de la sociedad espa?ola, en su conjunto. Hasta ahora, ha sido principalmente criticada desde los puntos de: vista de los partidos pol¨ªticos. Pero estas cr¨ªticas de la decisi¨®n gubernamental, hay que examinarlas (o sea, criticarlas a su vez) desde el punto de vista del inter¨¦s general.
Un pie forzado: las municipales
Que Espa?a no est¨¢, en estos momentos, para elecciones -y menos a¨²n, para elecciones tan repetidas- es algo que salta a la vista. La demagogia, el oportunismo partidista, el apasionamiento sectario y la penosa sensaci¨®n de incertidumbre, que toda campa?a electoral entra?a, no crean un clima propicio para resolver los graves y apremiantes problemas que el pa¨ªs tiene planteados. Pero, en virtud de una decisi¨®n anterior, tomada hace ya bastantes meses, las elecciones municipales tendr¨¢n que celebrarse antes de mayo pr¨®ximo. Esas elecciones ser¨¢n, probablemente, poco favorables al partido gobernante, o le ser¨¢n -en todo caso- menos favorables que las legislativas. ?C¨®mo, ante su inminencia inevitable, habr¨ªa sido posible mantener el clima de tregua pol¨ªtica que requiere la pr¨¢ctica de una pol¨ªtica en¨¦rgica para encarar con un m¨ªnimo de ¨¦xito asunto s tan graves como son el terrorismo en el Pa¨ªs Vasco, el paro en todas partes (y singularmente en Andaluc¨ªa), la negociaci¨®n de los reg¨ªmenes auton¨®micos y un largo etc¨¦tera cargado de grandes y trascendentales responsabilidades? Es cierto que las elecciones municipales pudieron -y debieron- haber tenido lugar hace tiempo, pero la cosa no tiene ya remedio. Si, de todos modos, hab¨ªa que convocarlas para marzo o para abril; y si se presume razonablemente que el Gobierno ha de salir debilitado de ellas, mejor es hacer ahora las elecciones legislativas que correr el riesgo de que un Gobierno quebrantado por los resultados de las municipales se vea obligado a dimitir y sea preciso convocar nuevas elecciones a Cortes en mayo o junio, con lo cual el per¨ªodo de incertidumbre y dem¨¢s inconvenientes que trae consigo la campa?a electoral durar¨ªa en vez de tres meses, como ahora, cinco o seis.?C¨®mo habr¨ªa podido evitarse todo eso?
La ¨²nica f¨®rmula (pues, bien miradas las cosas, no hay otra) habr¨ªa sido la formaci¨®n de un Gobierno de amplia coalici¨®n, o concentraci¨®n, o como quiera llam¨¢rsele, compuesto de personalidades de la UCD, del PSOE, de alguna minor¨ªa de menos entidad y de independientes, presidido quiz¨¢ por uno de ¨¦stos y que, a poder ser, contase con un apoyo (aunque fuera pasivo; pero, en todo caso, negociado) de los comunistas y de Alianza Popular, con un programa amplio y ambicioso, para atender las grandes prioridades de la pol¨ªtica espa?ola, y con un compromiso firme de durar, por lo menos, a?o y medio o dos a?os, sea cual sea el resultado de las elecciones municipales. Este Gobierno quiz¨¢ hubiese tardado en formarse, pues las negociaciones conducentes a su constituci¨®n habr¨ªan durado, sin duda, varias semanas; pero, revestido de la autoridad que su ampl¨ªsima base le habr¨ªa conferido, habr¨ªa podido emprender una labor de gran aliento, a plazo medio, para poner en la pr¨¢ctica y de hecho las bases de esta nueva Espa?a democr¨¢tica, que la Constituci¨®n se ha limitado a dejar sentadas en teor¨ªa y derecho: lo que, evidentemente, era indispensable, pero no es de ning¨²n modo suficiente.
La responsabilidad de los partidos
Qui¨¦n no ha querido esa soluci¨®n? ?Su¨¢rez y la UCD? ?Gonz¨¢lez y el PSOE? ?Ninguno de los dos l¨ªderes y ninguno de sus partidos? Lo probable es que no lo sepamos ma?ana, ni pasado; pero es seguro que lo sabremos alg¨²n d¨ªa. Y entonces se ver¨¢ sobre qui¨¦n o sobre qui¨¦nes ha de cargarse la responsabilidad de que esa f¨®rmula no haya sido puesta en pr¨¢ctica.En cualquier caso, Alianza Popular (que, por boca de su jefe, est¨¢ reclamando elecciones a todos los niveles -legislativo, municipal, provincial- para los meses siguientes a la entrada en vigor de la Constituci¨®n) no tendr¨¢ autoridad para echar a nadie en cara el no haber aplicado una receta que habr¨ªa ido en contra de sus propios planes, no ya ocultos, sino abierta e insistentemente expuestos.
Por lo que se refiere a los nacionalismos vasco y catal¨¢n, cabe presumir que no habr¨ªan mirado con muy buenos ojos la constituci¨®n de un frente com¨²n por los dos grandes partidos que ellos llaman ?estatalistas? o ?sucursalistas? y que preferir¨ªan aprovechar la divisi¨®n de ¨¦stos en la neaociaci¨®n de los estatutos, a tener que enfrentarse con un bloque s¨®lido y ampliamente mayoritario: pero tambi¨¦n es posible que prefieran esto ¨²ltimo a las dilaciortes que las justas electorales van a imponer en materia de autonom¨ªas.
Los ¨²nicos, de quienes es seguro que tienen derecho a protestar, son los comunistas, todos cuyos portavoces reclaman desde hace tiempo esa soluci¨®n. Y hay dos razones de mucho peso para hacerles caso. La primera es que, por ahora, el Partido Comunista no tiene posibilidad de entrar en el Gobierno, de modo que no lo mueven esas ambiciones a corto plazo que obnubilan en cambio, o que malean, a los grandes partidos. La segunda, es que sus hombres saben de sobra que, si la democracia fracasa en Espa?a, van a ser sus costillas, por no decir sus cabezas, las primeras destinatarias de los golpes; por eso, el inter¨¦s que primordialmente los mueve es la consolidaci¨®n de la democracia en toda la paz y en toda la prosperidad que buenamente puedan lograrse. Hay muchos motivos para dudar de la rectitud de las intenciones comunistas a la larga; pero, a corto plazo, y a¨²n a plazo medio, sus intereses coinciden con los del pa¨ªs.
Esperemos ahora los resultados del primero de marzo. Y veamos si, entonces, no es el cuerpo electoral el que, no dando a ning¨²n partido mayor¨ªa absoluta en el Congreso, impone la soluci¨®n que acaba de ser rechazada; soluci¨®n que, si esto ocurre, solamente habr¨¢ quedado aplazada.
Se habr¨¢n perdido, en tal caso, tres meses preciosos. Nos queda el consuelo de pensar que, a cambio de ello, se habr¨¢ obtenido la seguridad de que es el pueblo con su voluntad, y no los pol¨ªticos con sus tejemanejes, quien se?ala el camino. Pero, para que as¨ª sea, har¨¢ falta que los partidos (y muy especialmente el PSOE y la UCD) muestren, durante la campana electoral, la moderaci¨®n m¨¢s exquisita en su enfrentamiento con sus adversarios. Porque, si resulta que unos partidos que se atacan ahora con furia, se reconcilian y pactan dentro de tres meses, ser¨¢ muy dif¨ªcil impedir que sus electores se sientan terriblemente defraudados y pierdan, si no toda, gran parte de la confianza que todav¨ªa tengan puesta en el r¨¦gimen democr¨¢tico.
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