El f¨²tbol de la pol¨ªtica
LA SOSPECHA de que algunos de los hombres p¨²blicos que iniciaron su actividad profesional durante el antiguo r¨¦gimen conservan en su acervo de conocimientos no s¨®lo la experiencia de poder aprendida en esos a?os, sino tambi¨¦n una cierta tendencia a trasladar a la pol¨ªtica estilos, usos y costumbres procedentes de la cultura futbol¨ªstica, no ten¨ªa, hasta el momento, otra prueba que su habitual forma de contestar a las entrevistas en directo. El tono y la manera de elogiar a los compa?eros de Gabinete, de recabar para el conjunto los mer¨ªtos atribuidos a una individualidad aislada, de paliar una derrota o de explicar la g¨¦nesis de una decisi¨®n suele recordar las r¨¦plicas que dan en los vestuarios el entrenador, la figura del partido, el autor del gol o el que marr¨® un penalti. Pelo el misterio que ha rodeado la elaboraci¨®n de las listas de candidatos, los dimes y diretes en torno a pactos electorales que se forman, se deshacen, se reestructuran y vuelven a disolverse, y los fichajes de pol¨ªticos j¨®venes o de viejas glorias para reforzar la imagen o la eficacia de una coalici¨®n ante las urnas, nos est¨¢ sumiendo en un clima asombrosamente parecido al que precede a un derby Barcelona-Madrid, a un compromiso de la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol o al comienzo de la temporada.As¨ª, la demora del se?or Su¨¢rez en hacer p¨²blicas las listas de candidatos de su partido nos remite a la guerra de nervios a la que Kubala suele someter a la afici¨®n al negarse a dar hasta el ¨²ltimo minuto la alineaci¨®n definitiva de la selecci¨®n. Y tambi¨¦n los argumentos utilizados por el partido del Gobierno para tener en vilo al pa¨ªs entero -y a sus propios militantes- son balomp¨¦dicos. Tanto UCD como la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol estiman conveniente esperar a conocer las listas y las alineaciones del adversario antes de dar las suyas, a fin de elegir a los diputados y jugadores m¨¢s adecuados para marcar a los contrarios. El cierre de las candidaturas a ¨²ltima hora o el derecho de retenci¨®n de la plantilla se justifican por el deseo de impedir que un aspirante despechado se presente a las elecciones bajo otras siglas o que un defensa fiche por un equipo rival. De esta forma, los ciudadanos tambi¨¦n pueden extender a la pol¨ªtica la irresistible costumbre de todo buen aficionado al f¨²tbol: elegir entre dos rivales para el mismo puesto y fabricar el equipo ideal. As¨ª, las encendidas discusiones sobre los respectivos m¨¦ritos de Miguel Angel y Urruti como porteros de la selecci¨®n o de Rojo y Argote como extremos del Athl¨¦tic pueden hallar una feliz prolongaci¨®n en debates no menos pol¨¦micos sobre la conveniencia de que Lavilla o S¨¢nchez de Le¨®n encabecen una candidatura. Y si todo espa?ol tiene en la cabeza la alineaci¨®n con la que su equipo ser¨ªa imbatible, ?por qu¨¦ no va a darse el gusto de confeccionar la lista ideal de UCD por Albacete?
Los fichajes que el Espa?ol hiciera en su d¨ªa del ex madridista Di St¨¦fano y el extarcelonista Kubala o los traspasos de Marcial al Atl¨¦tico de Madrid, de Juanito al Burgos o de Solsona al Valencia se hallan probablemente en el inconsciente colectivo y sirven. para encontrar no s¨®lo aceptable, sino incluso excitante, el fichaje por Coalici¨®n Democr¨¢tica de Lasu¨¦n (que ayer mismo, por lo dem¨¢s, se declar¨® en rebeld¨ªa), el paso de Fraga, Areilza y Osorio por diferentes combinados hasta constituir -nunca se puede decir que definitivamente- una especie de Cosmos neoyorquino de la pol¨ªtica, las conversaciones del t¨¢ndem Silva-Fern¨¢ndez de la Mora para reforzar su equipo con Blas Pi?ar, Gir¨®n de Velasco y Fern¨¢ndez Cuesta o el peregrinar de Cantarero del Castillo en busca de club adecuado.
Todo esto es seguro que favorece la afici¨®n al f¨²tbol, un tanto alica¨ªda desde que desaparecieron los semidioses de los campos y la selecci¨®n espa?ola fue confiada a ese notable organizador de derrotas que es Kubala. Ah¨ª es nada, que un deporte se convierta en modelo de conducta para los partidos y los hombres p¨²blicos. Nos tememos, sin embargo, que esos invisibles nexos entre el mundo balomp¨¦dico y la esfera de la vida pol¨ªtica no contribuyan a reforzar la autoridad moral de los l¨ªderes pol¨ªticos sobre los ciudadanos cuyos votos necesitan y buscan para mantenerse en el Poder conquistado.
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