El s¨ª de las ni?as
Me lo dijo Larra en el caf¨¦ del Pr¨ªncipe, tomando soconusco:- Querido Umbral, cada siglo tiene sus verdades.
La verdad del siglo XIX fue la prostituci¨®n de la mujer. La verdad del XX es la emancipaci¨®n de la mujer. O sea el porro o puerro. Hamlet, cuando se le pon¨ªa pesada y le ven¨ªa con flores del r¨ªo, se lo dec¨ªa a Ofelia en un ingl¨¦s de Lawrence Olivier:
- Vete a un convento.
Yo, Hamlet postbaudeleriano, siempre en calcetas de hacer el amor, se lo digo a la Ofelia/Barbarella unidimensional y womens lib:
- Vete a una casa de lenocinio.
Y no es que la est¨¦ insultando con eso, ni llam¨¢ndola hetaira, sino recordando lo que me dijo una vez Camilo Jos¨¦ Cela respecto de su generaci¨®n, que los historiadores confundir¨¢n con la m¨ªa:
- Los de la generaci¨®n de la guerra fuimos muy puta?eros, Paco.
En la derecha y en la izquierda, que tanto eran dados al g¨¦nero Gald¨®s como Men¨¦ndez Pelayo. A m¨ª la casa de lenocinio me parece el mejor y m¨¢s sagrado refugio para una chica que sale cabecita loca, boquita pintada y coraz¨®n solitario. Para una cabra que tira al Monte de Piedad, en una palabra.
Me contaba Jes¨²s Aguirre, duque de Alba, que Julio Maruri, fray Casto del Ni?o Jes¨²s en la regla carmelitana, est¨¢ hoy trabajando en un asilo de ni?os perdidos sin collar, en Fontainebleau, instituci¨®n que se rige por el psicologismo marxista de Lacan. Todas son ni?as perdidas sin collar y todas leen a Lacan, mientras viajan en la grifa, como antes le¨ªan a Kempis mientras viajaban en incienso y mirra de la parroquia. Ya las de antes de la guerra se negaban a entrar en religi¨®n. Las de hoy se niegan a entrar en prostituci¨®n.
Yo creo que est¨¢n equivocadas. La que sale salida, loca, mujer de la vida, liberada, realizada, lib, tiene en la casa de lenocinio, en la prostituci¨®n, su asiento seguro, su inmortal seguro, como dir¨ªa Teresa de Avila (que nunca pens¨® concederle la mano, y mucho menos el brazo, a Francisco Franco). La prostituci¨®n, en Espa?a, ha sido la salvaci¨®n de la mujer, dado lo mal que siempre han funcionado los patronatos de Protecci¨®n a la misma.
Tengo estos d¨ªas el problema de meter en religi¨®n o en prostituci¨®n, seg¨²n, a varias se?oritas descarriadas, flores del fango, amadas mal vestidas de Carrere, musas del arroyo verleniano. Lo dice el Claudio de Robert Graves en el ¨²ltimo episodio de la tele:
- Todos los venenos que nos acechan en el fango, dejemos que afloren.
Antes, la que no encontraba acomodo en Archivos y Bibliotecas, que era y es una carrera seria, pues lo encontraba en Fornos. O Fornos o la Biblioteca Nacional. Y para las viudas, un estanco. Hoy, medio mill¨®n de mujeres ejercen la prostituci¨®n en Espa?a. Pero son todas reinonas y principonas metidas en a?os. A la teen-ager ya no le va ese rollo. Andaluzas, canarias, baleares, azafatas, masajistas. Trato deredimir, de colocar, de llevar al buen camino a una amiga que est¨¢ montada en la droga, a una grifota de bien, a una pasada, y le digo lo que Hamlet le hubiera dicho hoy:
- Vete a una casa de lenocinio.
O a una casa de masajes. (Por ah¨ª, por Princesa, he visto salir de los masajes a alg¨²n pol¨ªtico con mando, que me ha saludado, no saludado, confuso). Nada, la ni?a no quiere. La casa de lenocinio, ¨²ltima instituci¨®n burguesa y segura para la mujer en un pa¨ªs machista y decente, les queda como conventual a las j¨®venes lacanianas. Ellas se lo montan traficando en yerba y leyendo Althusser. La prostituci¨®n les parece una prostituci¨®n. La burgues¨ªa espa?ola no sabe qu¨¦ hacer con las ni?as que le salen moratinianas. Ni el convento ni el lupanar quieren ya, que eran nuestras dos grandes instituciones preventorias. Hamlet y yo debemos estar carrozas
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